miércoles, diciembre 29, 2010

Turista

Cuando viajo me resisto a escribir bitácoras literarias, a dar parte de “las aventuras” del viajero, a forzar los detalles para que parezcan interesantes a quien los lea y me perfile como un escritor de mundo y con mirada suspicaz, capaz de describir sensiblemente todo lo que ve. Mi resistencia no es un crítica a quien lo hace, sino, quizá, sea producto de estar consciente de la incapacidad para hacerlo, o por sentir que cualquier texto de produzca queda muy por debajo de lo que debería ser. 
Otra hipótesis que va cobrando fuerza es que quizá sea un mal turista, es decir, un viajero que hace cosas aburridas que a lo mejor a nadie le interese leer. Por eso voy diciendo que yo no soy turista, que yo soy un visitante. Busco gente, no busco lugares, no tengo una ruta muy clara porque odio las precauciones y los itinerarios histéricos, los planes milimetrados me ponen escéptico y un tanto nervioso. Me gusta que el tiempo me lleve o me deje; soy como un trasnochado poeta que viaja en espera de que la vida me sorprenda con alguna herida, con el hallazgo de una nueva vulnerabilidad. No busco el riesgo, pero no le huyo. El riesgo es solo una forma insegura de improvisar, de buscar versos reales, formas que existen, vidas que viven, lágrimas que mojan, metáforas literales. Vivir de visita es un extremo prohibido para los cautos que calculan planes que les indiquen el punto exacto en que pueden fracasar, o sobrevivir, o conseguir impostar un poco de esa felicidad que deja ir de paso por lugares mucho más bonitos que los que a uno le rodean a diario.
Claro, a veces envidio a los turistas porque se maravillan mucho y con relativa facilidad, hasta saben cuándo y dónde sucederá porque se han leído las guías de viaje y sus reseñas, y no se pierden ningún sitio importante, se aprenden los datos, las historia y entienden qué hace piedra sobre piedra, toman la foto para su registro privado y para sus perfiles sociales. Envidio su forma de disfrutar, tan diáfana y segura, envidio sus cámaras como soporte de su memoria, sus ganas y sus fuerzas para extremar sus noches y conseguir el placer que buscan, o al menos tener el placer de buscarlo. Me gusta su delirio alcohólico en un escenario virgen que los libera del público de siempre. Me gustan sus acentos confundidos, las palabras y las frases prestadas para poder comunicar sus ansias de ser parte y conseguir así un poco de complacencia hospitalaria.
Por buena o mala suerte, nunca tuve el dinero ni el ánimo para ser turista de manual. Entré a los mundos ajenos por las circunstancias y su peligroso sino, y entré sin mapa, ni hotel, ni hostal. La primera vez fue solo y sin saber a quien iba buscando ni a donde exactamente llegaría, ni por cuánto tiempo, y sin estar seguro de haber llegado al lugar correcto. Entonces descubrí personas, y fueron esas personas las que se convirtieron en los destinos para mis viajes.
Tal vez intente, ta vez no. Hoy solo voy en un tren de madrugada y dejé atrás uno de mis destinos.

miércoles, diciembre 01, 2010

Sobre mi apéndice y otras entrañas

Un día, de pronto, ya no tienen uno apéndice. No deja de ser raro ver fuera de uno un pedazo que ha sido de uno desde que uno es uno. Ahí estaba, blanquecina, enjutada, ahogada en un líquido raro dentro de un bote que bien podría contener 100 ml de mayonesa, y no un apéndice, mi (ex) apéndice. Dicen que no sirve para mucho, que por eso las partes "extras", los "por si acaso" de los documentos importantes se llaman apéndices. El diccionario de la lengua no es muy bondadoso aportándole significados dignos, a lo mejor otros diccionarios digan más, como uno de anatomía o medicina. Pero parece que no hay acuerdo en para qué está, pero algunos creen que solo está para que el cuerpo pida su exilio forzoso, so pena de muerte. Es que claro, sin los avances médicos de hoy en día, un cuadro de apendicitis (la inflamación de la apéndice debido a una obstrucción imposible de determinar: un pedazo de uña (ajá, por comerse las uñas), una semilla de linaza (ajá, por vegetariano), una semilla de guayaba (ajá, por hacerle caso a García Márquez), o por cualquier partícula que pueda evitar que el apéndice pueda desahogarse) no podría ser detectado y uno se muriera así nomás, de muerte natural, como se usaba antes. Esto me hace pensar que probablemente mi cuerpo estaba programado para morirse el lunes pasado, o el martes, como mucho, según el médico, que es cuando el diagnóstico hubiera sido peritonitis, es decir, que el apéndice hubiera explotado y hubiera perforado el intestino y provocado una infección bacterial masiva e irreversible. Hace unos 100 años, ahí hubiera terminado mi cuento. Pero bueno, en este aquí y en este ahora, heme aquí cavilando sobre un pedazo de tejido extraño, que viene de gratis en el paquete y que resulta tan caro librarse de él. El dato curioso, y conmovedor, es que a pesar de que no soy ni seré el pariente que visita a los parientes cuando están en el hospital, fui muy visitado por mis parientes, que sí son buena gente, y eso resultó ser buen indicio de que han llegado a comprender que en las entrañas no es que sea yo un mal tipo.

lunes, noviembre 22, 2010

Arcoiris

Al principio del universo propio, no hay nada. Todo es oscuridad y caos. Uno es puesto en el vacío y debe hacerse inevitablemente absoluto creador en su propio Génesis. Así, uno se pone a separar sus tinieblas de su luz, sus humedades de su tierra, uno debe ponerle nombre a cada cosa, a cada bestia, a cada sensación, a cada pecado, y así, hasta llegar a estar dispuesto a perder una costilla y tragarse una manzana, asustarse de tanta desnudez y huir del paraíso ante la amenaza de la culpa eterna. Después de eso ya empieza todo lo demás, lo divertido, porque uno ya va aprendiendo a distinguir que nada es del todo bueno ni del todo malo, que nada es absoluto, y puede escoger, gracias al libre albedrío de la sana inteligencia, por donde tomar camino ante tanta posibilidad. No faltan los que van por ahí dictando lo bueno y lo malo, y no faltan tampoco los que vienen al mundo solo para creerle a otros como se debe vivir, a quiénes se puede amar, a quiénes se puede desear. Si uno es un desobediente nato, decide no tener un séptimo día para descansar, habiendo tanto para seguir creando. Y continua la propia creación y recreación, con el pleno derecho y el pleno deber de equivocarse y con el permiso de provocarse tantos diluvios como sea necesario, por la única razón de que uno le agarra gusto a los arcoiris.

lunes, noviembre 15, 2010

Profesional

Si yo fuera un escritor profesional, es decir, si me dedicara a escribir literatura ocho horas diarias (con horas extras) para cobrar un cheque cada quincena, hoy hubiera sido un día especialmente productivo. El mundo allá fuera se dispuso estimulante: el gris de un lunes novembrino sumado a una temperatura nostálgica. El mundo adentro también estaba en su punto: un ánimo afligido buscando sentido en cada dato que llega a los sentidos. Todo se prestaba para algunos textos con potencial, asumiendo, claro está, que mi talento se mantuviera sano, obligado a crecer si quiere vivir y sin ese miedo a equivocarse de letras, o de dedos, o de reglas por escribir con la urgencia del poeta (porque para corregir y editar están los correctores y editores). Si yo fuera un escritor profesional, es decir, un escritor de negro sobre blanco, es decir, de letra impresa y tirajes industriales, quizá hoy me hubiera ganado la felicitación de algún jefe y la envidia (siempre mala) de algún colega. Si yo fuera un escritor profesional, no tendría que descuartizarme el cerebro (multitasking mode) para estar llenando reportes y horarios, ideando maneras de provocar el consumo, ahorrando y produciendo valores agregados y sintiendo como mis versos, mis cuentos y novelas no llegan a escribirse y se quedan en la esfera de las ideas y sensaciones sin encontrar nunca ese momento preciso de demostrarme literato. Si yo fuera un escritor profesional, no escribiría esta patética queja en un blog, sino que la pondría en boca de un genial personaje, es decir, en la boca de alguno de esos escritores frustrados y amargados que abundan en las novelas que cambian la historia de la literatura y que las escriben los escritores profesionales de hoy.

lunes, noviembre 08, 2010

Post sin encargo, robo de idea

A mí no me lo pidieron, pero me meto a esto de postear sobre la interrogante suelta en twitter por el buen amigo: ¿Se puede extrañar el otoño aún y cuando no lo has vivido?
Por definición, sí. Extrañar, epistemológicamente hablando, es no conocer. Extrañamos precisamente lo que no conocemos, es decir, que no hemos inteligido, de lo que somos extraños, ajenos, una otredad sin referencia intelectiva. Al menos en ese sentido, la respuesta a la pregunta es afirmativa. Claro, la RAE da 8 acepciones para seguir elucubrando:

Extrañar 
(Del lat. extraneāre).
1. tr. Desterrar a país extranjero. U. t. c. prnl.
2. tr. Ver u oír con admiración o extrañeza algo. U. m. c. prnl.
3. tr. Sentir la novedad de algo que usamos, echando de menos lo que nos es habitual. No he dormido bien porque extrañaba la cama.
4. tr. Echar de menos a alguien o algo, sentir su falta. Lloraba el niño extrañando a sus padres.
5. tr. Afear, reprender.
6. tr. p. us. Apartar, privar a alguien del trato y comunicación que se tenía con él. U. t. c. prnl.
7. tr. ant. Rehuir, esquivar.
8. prnl. Rehusarse, negarse a hacer una cosa.
 
Por lo pronto, aquí me quedó yo.

jueves, noviembre 04, 2010

Libertinos

Creer en dioses, o peor aún, en un dios con una De mayúscula, es para mucha gente una obligación genética, natural, incontrovertible, de hecho e inexcusable. Yo solo digo que es un derecho, como lo es no creer. Pero claro, esto que digo resultará para esos y esas un abuso de mi libertad de expresión, esa libertad reservada solo para los que pregonan la conservación del estatus quo, que no toleran el disenso y que viven para sermonear a los demás sin un ejemplo digno de seguir. Esos van por ahí mentándole a uno lo equivocado que uno vive por no creer lo que ellos creen y nunca preguntan en qué cree uno, ni por qué. Claro, eso ya sería razonar, y eso no está contemplado en sus mandamientos intelectuales, que suelen ser bastante insulsos. Libertinos, nos dicen, y yo me acuerdo de Diderot diciéndoles "La verdad absoluta no existe y esto es absolutamente cierto", mientras compilaba y editaba la primer enciclopedia que leyó la humanidad, con la que un montón de creyentes intolerantes educan a sus hijos y les dicen candorosamente que hay que estudiar para la gracia del señor, sin saber que el conocimiento y la educación se hizo posible gracias a los libertinos. Pero ellos son así, no les interesa saber, solo aprender lo que dios les dé a entender. Y la verdad, a veces entienden muy poco y de forma bien rara. Pessoa escribía que "No creer en Dios es un dios también", una frase complicada y compleja que de alguna manera podría tranquilizar a la parentela que sufre porque a uno le falta un dios. Pero en fin, ya lo decía Goethe: "Quien posee ciencia y arte también tiene religión; quien no posee una ni otra, ¡tenga Religión!". Conste que yo no tengo nada contra los creyentes en sí, reconozco su derecho y lo voy a defender siempre. Estoy en contra del discurso intolerante, de la extrema pobreza intelectual, de los violentos domésticos que con la misma mano que se persignan golpean a su familia, de los que hacen cierto lo que Spinoza decía: "la voluntad de Dios no es sino el asilo de la ignorancia". La cuestión es que, al final del día, me gusta ser un libertino, y también que me lo digan pensando que me insultan. Amén.

sábado, octubre 23, 2010

Abstracciones

Un mapa
los número
un ícono
una línea
un plano
una partitura
el código binario
clave Morse
los paquetes vacacionales

nosotros

lunes, octubre 18, 2010

La carta

Mi estimado,

Esta carta no es para enviártela, eso ya no se usa, hoy se escriben post en blogs, y uno espera que no lo lea nunca el aludido. (Te) Escribo porque de pronto se me ocurren cosas que me gustaría poder contárselas a alguien que las entienda, no solo que las escuche. Ojalá no se ofenda alguien, pero a veces, por mi cabeza, y eventualmente por mi vida, pasan cosas que estoy seguro que solo a vos podría compartírtelas. Hace unas cuantas noches apareciste en mi cabeza, sin ningún motivo, sin ninguna razón. Estaba yo en un lugar en el que nunca estuvimos ni estaremos juntos, y no había absolutamente nada que tuviera que ver con vos, solo mi imagen en ese espejo. Y te pensé. Y te extrañé. Fue recordar que una vez creí que ciertas cosas sucedían en esta realidad y no solo en la que inventamos a golpe de teclas. En medio de un ruido que hoy me gusta, recordé nuestro silencio grave, nuestra soledad inmensa, nuestras guitarras temblorosas y nuestro nosotros siempre desafiante. Nunca fui tan valiente, quizá porque nuncá más creí que algo fuera cierto. Recordé la primera vez que probé el vino, la primera vez que fui sincero sobre tu mirada. Recordé un Opus 64 Nº 3 de Chopin, seguido de Claude Debussy y ese Claro de luna en manos de Alicia de la Rocha —lo oigo miestras escribo— que nos ponía a llorar irremediablemente, como a reir como desquiciados al ver "Marcelino pan y vino". El lugar era extraño/ajeno/distante/imposible para un recuerdo como vos, pero ahí estabas conmigo, en un acto espontáneo de compañía. Ahí estabas, como eras, como soy. Ahí estuviste hasta que no tuvo sentido. Entonces se hizo urgente esta carta, porque las cartas que nunca llegan al destinatario son la mejor manera de hacer cierta la verdad de la distancia.

Sin más por esta vida, me despido, como siempre, con una mentira y un hasta luego.

Saludos.

domingo, octubre 10, 2010

Un terremoto (10 de octube de 1986)

Hubiera querido armar este post de recuerdos, de aquella excursión de sexto grado, del enigmático "¡cruz, clavera y campo santo!" que soltaba con cada réplica la mujer que nos refugió entre araucarias que se balanceaban, de mi tarea de geometría, de aquel titular de primera plana que entró a mi vocabulario para siempre, de mi papá llevándome al centro, de mi mamá enojada porque mi papá me llevaba al centro, de lo que vi y de lo que no vi, de mi tía Margo contándome su propio terremoto décadas atrás, de los olores a muerte y a pánico. Pero un terremoto no se puede volver a armar, no se deja, se sigue moviendo en la memoria y se escapa a las palabras. Un terremoto es el fin de la inmortalidad, de la fe ciega, de la confianza en la obra humana. Un terremoto es la pregunta que empieza, la grieta que divide en dos la infancia, la pesadilla sin sueño que solo encuentra un abrazo para el refugio. Un terremoto es una fecha para contar la desconfianza, una traición imperdonable, el odio de algo que no existe. Un terremoto son personas salvando personas, personas desenterrando personas para volverlas a enterrar, es la solidadaridad desesperada de los que se sienten abandonados y condenados a su contundente fragilidad. Un terremo es un recuerdo entre ruinas que nadie puede reconstruir.

domingo, octubre 03, 2010

Borradores

Ya se hizo una rutina: acceder (fea palabra esa) al escritorio del blog y abrir "entrada nueva" (o "new post"), empezar a garabatear la idea que tenía y sentir como se va diluyendo mi entusiasmo. Así he acumulado 37 borradores de post que no me animo a publicar, y muchos ni a terminar. Pero tampoco me animo a eliminar de la lista de borradores. Ahí quedan esperando un segundo juicio o una segunda mano. Lo más seguro es que alguno llegue a publicarse, algún día en que, desesperado, quiera darle un poco de vida nueva a este Inútil para que no se la pase viviendo de sus glorias pasadas. Es que este oficio a veces resulta cruel, sobre todo en la medida en que el oficiante se toma demasiado en serio, y se exige como que no se conociera imperfecto y vacilante, como si no supiera que cada día solo es, también, un borrador, una idea más o menos acabada que no tiene otra opción que publicarse tal y como va saliendo.

sábado, septiembre 18, 2010

Claustrofobia emocional

Una concha. Así me describió mi mamá cuando habló con el coordinador de mi octavo grado por ciertos problemitas de sociabilidad que, según él, yo presentaba. Ella quería decir que era yo un niño encerrado en mí mismo, poco (o nada) sociable y terriblemente huraño. Sigo siendo una concha, pero mi mamá ya se dio cuenta que eso no es necesariamente un problema, porque, en todo caso, soy una concha que ha desarrollado facultades para la adaptación social. Tengo mis límites, y los quiero tener. Nunca me ha interesado desparramarme entre gente sin que tenga un sentido, y el sentido lo van dando las circunstancias, que a veces son laborales, a veces familiares, a veces románticas, y a veces amistosas. Y ahí voy, como el Psicópata Americano, repartiendo tarjetitas, tratando de no ser el freak de la familia, coqueteando con mesuras, compartiendo risas y tragos, y alguna que otra confesión, que casi siempre son acerca de lo que pienso de los demás, del mundo, de los hechos. Porque yo lo que hago es pensar, y me resulta inevitable, pensar sistemáticamente en todo y en todos, incluyéndome. Y es que pensar es mi manera de salir al mundo con pasos firmes. Creo más en las ideas que en las emociones. Piel adentro la historia es diferente, ahí las emociones han montado su dictadura, y gobiernan con mano dura, creando y recreando un mundo aparte, íntimo, inviolable, con el único límite que impone mi razón, que no deja que asomen al mundo exterior sin el tamiz del pensamiento. Y así sobrevivo, cómodo la mayor parte del tiempo, como el equilibrista experto y el escapista de mis cuentos. Sin embargo, llegan, como en toda historia, tiempos de crisis, y el equilibrio requiere más enfuerzos y resulta agotador. Entonces quiero ser capaz de salir al mundo sin tener a la razón de mi parte, pero soy una concha, y no hay forma posible.No quiero que la haya. Pero todo va a salir bien, todo estará bien, quizá mañana, quizá esta misma tarde, tal vez cuando termine de escribir este post público sobre esta claustrofobia emocional. Ojalá.

lunes, agosto 23, 2010

Fechas

Son series numéricas progresivas que se repiten cíclicamente y van marcando el paso del tiempo. Marcan también momentos de vida, van poniéndole exactitud a la historia. Van exigiéndole a la memoria ser precisa, casi periodística, casi científica. Y hay fechas que pretenden decirnos cosas, por ejemplo, que somos un año mayores, que llevamos 10 años casados, 9 meses solteros, 5 años estudiando, 36 años viviendo, una semana despechados, y así, nos dicen cosas buenas y no tan buenas. Entonces uno se hace cómplice y celebra las fechas que considera que ameritan: emborracha a los amigos, reune a la familia, recibe saludos por montones, compra cosas nuevas y se sienta es su nube de algarabías a esperar que algo extraordinario suceda. Algo que no sucede. Porque las fechas siempre están afuera, y sirven para recordar y ubicar las coordenadas vitales. Pero adentro el tiempo no usa calendarios, no sabe de puntualidades, todo pasa cuando ya es tarde, sin rendir informes ni tributos. Depronto uno se da cuenta de que la vida no es algo que sucede, es algo que está ahí en un estar distraído e indiferente, como dejándonos pelear contra esas cuentas que se inventa el tiempo, sin imaginar siquiera que hagamos lo que hagamos solo transitamos ese momento incómodo entre el nacimiento y la muerte. Es una batalla perdida. ¡Celebremos!.

jueves, agosto 12, 2010

De pocas palabras (o "Estadísticas lingüísticas desfavorables con final improvisado más por la esperanza que por el optimismo)

Me mirás y la sonrisa no se te quita de la cara. Seguro no es conmigo, pero me seguís viendo y seguís con la sonrisa. Hablo con vos, es decir te pregunto cosas, y hablás conmigo, es decir, respondés. Pero un 64% de tus respuestas son monosílabos, el  13 % son oraciones simples con un máximo de 5 palabras, el 10 % son oraciones con subordinadas, con un máximo de 11 palabras, el 9% son dos oraciones que suman un máximo de 19 palabras, y solo el 4% de tus respuestas incluyen una pregunta de no más de 5 palabras. Contabilizado así, las estadísticas no me favorecen, mis probabilidades de resultarte mínimamente interesantes son en extremo pesimistas ¿O será que sos más tímido que yo?

lunes, agosto 09, 2010

No debería

No debería tratar que seás más inteligente,
ni que tu dolor sea menos vulgar.
No debería hablarte de lo que sé,
ni procurar que lo creás en seco.
No debería ponerte en evidencia,
ni disfrutar tener la razon viéndote caer una y otra vez.
No debería renunciar a mi estatura,
ni pretender que somos en algo parecidos.
No debería imaginar que sos más de lo que veo,
ni esforzarme por ver más de lo que hay.
No debería improvisarte un futuro posible,
ni intentar diluirte el pasado con mentiras.
No debería llenarte las intenciones de preguntas,
ni responderte como si pudieras entenderme.
No debería probar a corregir tus elecciones,
ni tratar de que te veás en el espejo del ridículo.
No debería continuar esta redundante retahíla de cohechos,
ni tratar de salvarme usando esa coartada de las buenas intenciones.

viernes, agosto 06, 2010

Olvidar

Olvidar no es arrancarse pedazos de memoria a machetazos ciegos para dejarlos esparcidos en las paredes del tiempo. Olvidar es morder bocados de memoria con firmeza, masticarlos veintiún veces, tragarlos despacito, digerirlos con cinismo y hacer que sigan su curso, que nutran con lo útil hasta que solo quede el bagazo que sale sin mucho esfuerzo...

sábado, julio 31, 2010

Solo

A veces estás solo
y no hay opción
la vida se abre
y nadie existe
nadie es

solo está la calle
y un destino al fondo
la voluntad
y el desencanto
no hay amigo que valga
no hay complicidad
en el acto de descender

Estás solo
y saludos recibes
"cuidate"
te dicen
morite
enfermate
ojalá

Estás solo
siempre
estás
solo
que no te engañe
el abrazo
el te quiero
la intimidad

Allá en el fondo
a nadie le importará

viernes, julio 09, 2010

Infiel

A todos nos cuesta aceptarnos infieles. Pocas cosas despiertan tanto la creatividad como el intento de evadir la aplicación de ese adjetivo a nuestro perfil. Elaboramos teorías estrambóticas a partir de silogismos falaces con sorprendentes grados de complejidad. Sobresale, entre todos, el argumento semántico, con el cual pretendemos poner en perspectiva el asunto:

"Lo realmente importante es la lealtad", dicen, "la infidelidad es secundaria", siguen diciendo. 

El común de los mortales no suele recurrir al diccionario para asegurarse del significado de las palabras que se atreve a utilizar. Mala noticias para los que creen estar a salvo bajo ese artilugio de palabras, porque resulta que la Real Academia de la Lengua define Fidelidad, con bastante precisión, y la define así:
Fidelidad.
(Del lat. fidelĭtas, -ātis).
1. f. Lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona.
2. f. Puntualidad, exactitud en la ejecución de algo.
Entonces resulta que el concepto de Fidelidad se define a partir de la Lealtad, la incluye. Y si alguna duda cabe, cuando nos vamos al concepto de Lealtad, la cosa se pone más difícil:  
Lealtad.
(De leal).
1. f. Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien.
2. f. Amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales, como el perro y el caballo.
3. f. p. us. Legalidad, verdad, realidad.
Los juegos de palabras solo ayudan a justificar y a elaborar situaciones abstractas en las que resulta más seguro vivir, porque en las reales siempre aparece algún aguafiestas. Y ahí vamos inventándonos mundos en los que vivimos solos, pero creyendo que los demás deben regirse por la lógica que nos hemos inventado para sostener nuestra impunidad sexoemocional. Claro, podemos decir que los diccionarios también son mundos abtractos, fríos, impersonales, limitados y limitantes, que solo intentan aportar significados al mundo que pronunciamos, pero que "la vida (en pareja) es complicadísima, incomprensible (desde afuera), particular y sin posibilidad de generalizaciones". Y ya, ahí lo tenemos, un nuevo argumento para seguir creyéndonos los buenos, las víctimas, los mártires del amor.

jueves, julio 08, 2010

Jueves

La cabeza puede decidir explotarte un jueves, y por la madrugada. Un dolor de sien a sien puede despertarte y te resultará imposible volver a dormir. Despierto y con un dolor así quisieras no pensar, como si pensar doliera, pero es inevitable, vas a seguir pensando, porque la sola idea de no pensar activa más la mente y se piensa cualquier cosas, delirios. Cuando alcanzás el umbral del dolor el resto del cuerpo empieza a protestarte: el estómago amenaza y las articulaciones se te adormecen. Ese jueves puede ser terrible, a menos que una boca se esmere en recetarte besos puntuales en cada zona afectada. Así se soporta la migraña, y hasta con cierto gusto.

lunes, julio 05, 2010

Lunes

Lo más difícil de los lunes no es que reinicien la rutina laboral, ni que se sitúen en el extremo del mapa temporal de la semana, lo más lejos posible del fin de semana siguiente. Lo más difícil es que parezca jueves por el taciturno tono de sus horas, o que luzca como un martes inquieto e inquietante, tanto peor que aparente ser indeciso como miércoles, o sufra el colmo de fingir la molesta algarabía de los viernes. Más triste aún es que no pueda nunca asemejarse a un sábado y que ande condenado a cargar con un famélico domingo a cuestas. Pero quizá lo más difícil es que un lunes no se parezca a un lunes, que al verse en el espejo no reconozca en él un rostro propio al que saludar para desearle una bonita semana.

domingo, junio 20, 2010

Domingos

Ver imagen original haciendo clic
Hay domingos en los que uno amanece sobrado de claridad. Por su puesto, también amanece solo y al mismo tiempo agradecido. Y no se confundan, no se trata de que un domingo uno amanece sabiendo qué es lo que quiere en la vida, no. Eso sería amanecer aburrido para siempre. Esta claridad funciona al revés: uno amanece sabiendo qué es lo que no quiere en su vida. Ya con eso es más fácil disfrutar de la luz del sol y de la  consecuente y momentánea falta de lluvia.

sábado, mayo 29, 2010

Sin título

Tendría que contarte todo,
desde el principio,
y ya no estoy seguro si todo esto alguna vez empezó.
Pero podría intentar volver a la escena de los hechos,
lo deshechos,
recurrir a un técnico forense, un psicoanalista, una medium,
implementar el método deductivo,
releer con atención "Los crímenes de la calle Morgue",
y repasar la Inconclusa de Dvorak.
Tengo una memoria criminal,
asesina en serie:
sepulta sus víctimas en rincones inhóspitos.
No preguntés.
No quiero que tengás nada que olvidar.

viernes, mayo 21, 2010

Diatriba caprichosa contra los progenitores

A mí no me instalaron el instinto de la prolongación de la especie, no quiero ser padre. Si a veces me cuesta alimentar este blog, ayudarle a crecer sano, educarlo y mantenerlo vivo, no me veo tratando de hacer lo mismo con un ser humano. Eso y un intercambio epistolar reciente, aunque parezca retorcido y caprichoso, me ha hecho pensar en que no quiero ser padre. Al menos eso sostengo hoy -tampoco me instalaron el sentido de la constancia- y, aunque lo digo poco por temor a represalias sociales, creo que ser padre o madre tiene una dosis de irresponsabilidad implícita, porque implica poner en riesgo la vida y la calidad de vida de un ser humano, porque implica imponerle normas que no tienen ninguna garantía de ser correctas para todos y en todo momento, porque se habla de valores que siembran fronteras y culpables, porque la más mínima equivocación tiene repercusión que generalmente son ignoradas gracias a ese delirio de perfección inherente a la paternidad y maternidad, porque es el ejercicio autoritario de un poder sin reciprocidad, porque es el futuro chantaje emocional de haber dado todo y reconocer que es mentira que no se espera nada. Ya vendrán los padres abnegados a recitarme poemas sobre su condición bendita y maldiciones contra mi impía palabra, solo les advierto que estoy curtido de regaños, y que mi mamá me ama y yo amo a mi mamá.

sábado, mayo 01, 2010

Vértigo

Tengo una grave propensión hacia las historias complicadas. No me basta la matemática simple: dos más dos es igual a cuatro: infalible. No, siempre termino en el cálculo diferencial, con imposibles ecuaciones de tercer grado, donde el resultado también es infalible, único e inequívoco, como el cuatro del dos más dos, la diferencia es que a ese resultado infalible, único e inequívoco se llega atravezando un torturador como tortuoso camino. Información no me falta. Talento para la estrategia tampoco. (Malas)Experiencias me abundan. (Malos)Consejeros me sobran. Quizá sea adicción al vértigo, a ese trastorno del sentido del equilibrio, a esa turbación del juicio, repentina y pasajera, a ese apresuramiento anormal de la actividad de una persona, a esa sensación de inseguridad y miedo a precipitarse desde una altura. A veces, el diccionario es el único que me entiende.

sábado, abril 24, 2010

Antipoético romance otorrinolaringológico

"¿Qué sentís?", me dijo.
Y yo que soy malo respondiendo cuando esa pregunta se refiera a la abstracción de las emociones, al saber que se refería a lo concreto de mi fisiología, me resultó de lo más fácil responder: "ganas toser".
"¿Cuándo sentís eso?", preguntó de nuevo, y casi riéndose.
A sabiendas que no había en la pregunta nada personal, respondí: "De reptente, a veces cuando piendo en toser, a veces cuando la garganta se seca o se me irrita"
"¿Hay flema?"
"No."
"¿Mocos?"
"No."
"mmmmmm veamos", y me vio por dentro, y no es una metáfora, con una luz y unos tubos que metió en mi nariz, mis oidos y mi garganta. ¡Y yo me ví por dentro también! Porque el tubito tenía una cámarita y todo se veía en un monitorcito. Feo es uno por dentro, por cierto (definitivamente la belleza está en el exterior).
"¿Tengo infección?", pregunté.
"No.", respondió.
"(No antibióticos que prohiban el alcohol)", pensé. "¿Entoncés qué?", repregunté.
"Tenés irritada la garganta, es reacción alérgica y además tenés cuadro sinusítico, y eso pueda que sea porque tenés el tabique nasal desviado... ¿Jugás algún deporte?".
Supuse que la pregunta apuntaba a la razón de la desviación de mi tabique y no a un repentino interés personal por mis hobbies. "Jugué basquebol en el colegio", le dije, no le iba a decir que era seleccionado porque ya era presumir. "Pero no recuerdo ningún golpe traumático", le dije.
Se rió. "Revisate eso porque te puede dar problemas, no es tan grave pero considerá arreglártelo", comentó.
"(Podría aprovechar para adelgazarme y respingarme la nariz)", pensé. "Si usted cree que es necesario, puedo ver", llegué a medio decirle.
Luego tomó su pluma y escribió y escribió y escribió en un idioma extraño: "Zyrtec, Avamys, Enantyum y Menaxol, Depo-Medrol y Flixotide", y me explicó claramente que solo era Diclohidrato de cetirizina, Furorato de Fluticasona, Dexketoprofeno y Acetilcisteína para tratar la alergia a largo plazo y la irritación que provocaba la tos, que mucha agua para soltar los mocos y que tomara la vida con calma por 10 días, los que dura el tratamieno, que dejara hecha la cita para verme al terminarlo, para ver como quedé.
Salí sintiéndome comprendido y con un papel con las palabras que aliviarían todo lo malo que mi cuerpo sentía.
Así deberían ser todos los males, menos poéticos y más fisiológicos, más curable. Digo yo.

jueves, abril 22, 2010

Dudas

Uno cree que los años van alejando las dudas existenciales, ese ¿ser o no ser? sobre lo que vamos siendo y lo que vamos haciendo, atormentándonos con aquello de que somos lo que hacemos. Mi punto es, dos puntos: me gusta lo que hago, pero no quiero ser lo que hago. Ahora bien, tengo la posibilidad de hacer más cosas que sí quiero ser, pero no las hago. Entonces otra duda, dos puntos: ¿soy el que creo que soy o ya soy otra cosa menos parecido a lo que quiero y más parecido a lo que hago? ¿Se vale tener estas dudas?

lunes, abril 05, 2010

Ese gato

Se llamó Mishtum -nombre que todo buen aprendiz de wanabe le pone a su gato-, era un cruce simpático entre angora y siamés. Blanco con bonitas grises y pelo corto pero esponjoso, ojos de gato y cola como el final de un látigo cansado. Creo que era hijo de un Rayo. Llegó el gato como parte de esas terapias postrauma en las que uno debe aprender a cuidar algo, a hacerse responsable de algo, supuestamente para darle sentido a la existencia propia. Llegó el gato y pronto nos identificamos, se supo mío y para mí, me supo suyo y para él. Pasaba sobre mí la mayor parte del tiempo, lo recuerdo en mis piernas mientras yo escribía en mi época más compulsiva, lo recuerdo lanzándose sobre mis dedos mientras yo tecleaba porque pensaba que aquello era un juego con él, recuerdo su peso sobre mi espalda cuando me despertaba, lo recuerdo maullándome en tono de reclamo cuando volvía de un día completo de ausencia, lo recuerdo distanciado cuando empecé a salir más de casa, recuerdo la primera noche que no llegó a dormir conmigo, y como volvió después con tremendos arañazos cerca de sus orejas, recuerdo cuando le tuvo miedo a los sobrinos invasores, lo recuerdo indiferente para siempre a mi regreso de un largo viaje, recuerdo como no volvió a sentarse en mis piernas, ni a dormir en mi espalda, ni a ponerme en el centro de su existencia. Recuerdo como decidió vivir en los techos, recuerdo como un día no volvió más. La terapia de alguna manera funcionó, no precisamente en el sentido deseado, pero lo cierto es que desde entonces empecé buscar en todos ese gato que llevan dentro.

viernes, abril 02, 2010

Siete puñales

Había una vez, en su lejana infancia, este que les escribe fue un devoto. Cuando era un niño que apenas sabía verdades, además de ser un niño propenso a conmoverse por escenas como las de la Semana Santa. Yo jugaba a la Semana Santa durante todo el año, me sabía todo el guión; dirigía y protagonizaba varias escenas de Semana Santa con elencos formados por mis primas y amigos. También montaba misas recitando todo el ritual de memoria, incluso una vez oficié la misa de cuerpo presente de Chico, mi perico, que amaneció muerto una mañana y tuvo su entierro en una caja de zapatos al pie del árbol de granadas en el patio de mi abuela. También hice un novenario por Kaiser, mi pastor alemán que fue atropellado en mi presencia, hecho que me mantuvo teniendo febriles pesadillas por varias noches, cosa que asustó a mi madre de sobremanera, a tal grado que desmontó el altar del novenario canino y no dejó que siguiera encomendando la memoria del animal, porque según el cura eso lindaba con la herejía, ante lo cual yo respondía que Kaiser había sido bañado de agua bendita el sábado de gloria, como mandaba la tradición católica, y que por tanto, era una criatura del señor. Pero mis tempranas disertaciones teológicas no tuvieron mucho peso frente al miedo de mi madre de estar criando un hijo más delirante que santo varón.
Mi papá sí era uno de los Santos Varones, la cofradía responsable de la escena de la crucifixión y el descendimiento. No entendía yo por qué si eran tan santos aquellos varones eran quienes clavaban al nazareno con tanta rabia, y luego lo bajaban ya muerto poniendo cara de arrepentidos.
Ah, y el nazareno era también motivo de mi curiosidad extrema. Resultaba que el que ponían en la cárcel y sacaban en la procesión del silencio y el vía crucis era altísimo, y la verdad siempre lo recuerdo como una pieza de imaginería excepcional, una expresión facial extremadamente realista y sus ojos de vidrio de verdad que miraban, y qué decir de la sangre que goteaba desde su frente. Las dudas me asaltaban al ver que al llegar al calvario después del recorrido del vía crucis, lo entraban al templo y al salir de nuevo para subirlo y clavarlo en la cruz era mucho más pequeño. Mi tía Pilan, que siempre estaba ahí no solo para responder mis dudas, sino para proteger mi fe, me dijo una vez que lo que sucedía era que en el camino, como era tan sacrificado, se desgastaba un montón y se iba haciendo chiquito. Yo, como siempre, le creía, pero llegó el día que, con una especie de pase VIP para el backstage, entré al salón donde las solteronas del pueblo vestían a los santos, y vi que el alto nazareno no tenía pies, la forma humana de su cuerpo empezaba arriba de la cintura, y hacia abajo era una estructura de madera, como un banco, que siempre estaba cubierto por sus vestidos de tafetán. Al ver eso corrí donde mi tía Pilan a contarle la verdad, porque jamás se me cruzó por la mente que me mintiera, sino más bien que ella, equivocadamente, creía lo que me decía. Ella hizo cara de soprendida y luego me llevó a una urna de cristal en uno de los altares laterales de la iglesia, en donde estaba el cristo, es decir, el chiquito muerto de la cruz, y me dijo que entonces seguramente eran dos diferentes, porque el otro era muy grande para caber en esa urna. Me pareció razonabale aquella nueva explicación y quedé satisfecho de haber desentrañado, en complicidad con mi Tía Pilan, uno de los grandes misterios de la iglesia.
Creo que por influencias de mi madre, que donaba vestidos para los santos, y del santo varón de mi padre, cuando ya tenía 10 años me convocaron, sin audición previa, a ser parte de elenco de las escenas vivas que se montaban durante la Semana Santa del pueblo. Una era la noche del martes, en el monte de los olivos, yo era uno de los apóstoles, Juan (al año siguiente fui Pedro, porque no iba a aceptar ningún papel secundario). Esa escena consistía en dormir tirados en el decorado que simulaba un bosque y que tenía en el centro una gran piedra de papel donde el cura se hincaba a rezar. No decíamos nada, solo nos acomodaban en el suelo y nos decían que nos durmiéramos. Y como se hacía durante la noche y toda la madrugaba, la actuación de todos era sumamente natural. Tan así que yo despertaba en mi cama y ya sin mi túnica de tafetán y en pijamas, pero aún con la barba y el bigote de tile. La otra escena viva era el jueves por la mañana, el lavatorio de los pies, que era cuando el cura, en la iglesia, nos lavaba los pies a los apóstoles. Lavar es mucho decir, el cura apenas pasaba una esponja mojada por el empeine y ya. La que me lavaba los pies con verdadera pasión antes de la función era mi mamá, que con un paste nuevo me restregaba tan fuerte que yo me debatía entre la queja lloriquera y la risa cosquillera, todo para que el cura no se ofendiera tocando unos pies costrosos o mal olientes. Me ponía calcetines y sandalias, luego mi túnica de tafetán y mi barba de tile. Al llegar a la iglesia me quitaba los calcetines y me llevaban a sentarme a una de las bancas del presbiterio donde escuchaba adormitado toda la misa, y escuchaba en qué consistía la ceremonia de lavarle los pies a los apótoles y su significado. Al final, dos horas después, llegaba el cura, un jesuita regañón, con su acólito, con una bandeja con agua y la esponjita, se hincaba y nos pasaba suavecito la esponjita por el pie, y que nervios sentía cuando llegaba mi turno, no me fuera a dar cosquilla, o no se soltara algún olor desagradable a pesar de los esmeros maternos. Pero todo salía bien. Y ahí terminaba mi participación, el resto de escenas las preferían hacer con imágenes de madera subidas en andas que cargaban los que se habían anotado para pagar penitencias.
Las procesiones siempre me resultaron muy emotivas, las coreografías de los santos de madera sobre las andas, los motetes que rasgaban las gargantas de las cantoras y los oídos de los escuchas.
Había una procesión que me impresionaba especialmente, la Procesión del Silencio, el jueves por la noche, en la que el nazareno iba encadenado, de blanco y muy iluminado, y que solo lo acompañaban hombres con velas que cantaban por intervalos con voces graves que sonaban trágicas mientras sonaban cadenas que golpeaban contra el empedrado. Al final de la procesión sonaban los tambores solemnes de la banda de guerra de la escuela,  la cual era dirigida por mi Tía Pilan, y ella, por su papel, era una de las únicas cinco mujeres de carne y hueso en la procesión, y se cuidaba de no ser notada. Yo me iba cerca de ella un par de cuadras luego de pasar frente a mi casa, depués me regresaba porque el recorrido entero no me apetecía, y solo me iba a la esquina de la calle de subida, porque lo que me gustaba era verla pasar. Atrás también iba una mujer de madera subida en andas cargadas por las otras cuatro mujeres de carne y hueso. La mujer de madera era la imagen que más me conmovía, y aún ahora que la recuerdo me parece de las más desgarradoras, ejemplo máximo de sadismo católico. Era la imagen de La Dolorosa, la virgen María con su cara compungida y una lágrima en cada mejilla, vestida de negro, y con siete puñales clavados en su corazón. Los siete puñales eran siete puñales de verdad, no eran una evocación, sino una metáfora visual tan cruel como impresionante. No bastaba con uno, dos o tres, tenían que ser siete puñales, porque como dice el motete: "Madre con siete puñales, /Virgen con siete dolores/ haz que tus ojos de flores / laven mis culpas mortales". Aquella imagen provocaba en mi verdadera pasión, piedad, pero sobre todo culpa, porque claro, me pasaban diciendo que todas aquellas atrocidades pasaron por mis pecados, cosa que me tocaba aceptar como dogma porque no entendía qué culpa tenía yo si hace dos mil años yo no había nacido.
La Dolorosa salía de nuevo el sábado por la noche en la llamada pocesión de Dolores, coreografiada y musicalizada para que pareciera el andar tambaleante y desconsolado de una madre adolorida más allá de todo extremo humano, ahí solo iban mujeres cantanto los motetes más trágicos. Yo la contemplaba atónito al pasar frente a mi casa, luego me iba a cada esquina a verla pasar. Mis ojos se mantenían fijos en los siete puñales y el cuerpo se me revolvía inexplicablemente. Era una escena fascinantemente dolorosa, era la sensación que me quedaba siempre, ni la resurrección me la quitaba de la mente, incluso en navidad veía a la virgen del precario nacimiento pensando en que cuatro meses después otra vez, inevitablemente, siete puñales se le clavarían en el corazón.

lunes, marzo 29, 2010

Es tiempo de pintar

Es tiempo de pintar las habitaciones vacías,
hechar nuevos colores sobre las paredes manchadas por la vida,
corregir las apariencias que tanto hemos salpicado de indecencias.

El tiempo es ese niño con un crayon en la mano
dispuesto a la emoción de contemplar
como su mano va trazando lo prohibido,
y a dibujar el histérico regaño de la calma.

Iluminemos de otro tono este silencio,
que la oscuridad no reconozca como suyo estos espacios;
basta renovar las intenciones de la misma escena,
basta la voluntad de una mano batiendo la brocha dócil,
basta creer que este mundo solo es un invento de la luz.

Es tiempo de pintar y de hacerle ceremonia a ese acto simple
de matar el tiempo cubriéndolo todo con espectros químicos,
como si fuera el acto más valiente que el destino nos reclama.

viernes, marzo 26, 2010

Insufrible

Esta ciudad es insufrible, su falta de racionalidad, producto de la irracionalidad de sus habitantes, la hace cruel y cínica. Aquí no hay calles suficientes para tantas máquinas de transporte, y como si eso no fuera suficiente, todas y todos somos amenazas letales al volante. Los buseros son caso muy aparte, ya son la muestra más estrambótica del salvaje urbano, no hay reglas ni noción de la otredad, y mucho menos del respeto mínimo de las leyes que pretenden que haya armonía vial. Lo peor es que todos terminamos pareciéndonos a los buseros, quizá como la única manera de sobrevivir y poder llegar a algún lado. Creo que de alguna manera envidiamos su facilidad para la impunidad y el uso de su tamaño y de nuestro miedo para imponer su reino de caos. Pero no son solo los buseros, también son los responsables de mantener la ciudad habitable. Esa manía de no hacer las cosas completas, de ponerse a cerrar calles para repararlas o levantar un poste que un bisero botó sin usar la señalética urbana necesaria para minimizar el inebitable caos. Los muy brillantes lo publican en los diarios ¿habrán revisado, solo por curiosidad, algún estudio de hábitos de lectura o la tasa de analfabetas funcionales que andan en mayoría por ahí? Es tan fácil odiar esta ciudad, solo basta ser mínimamente realista, verla sin ganas de quererla, solo basta poner los pies en sus exteriores, y sabiendo que es mortalmente peligroso poner literalmente los pies, para saber que queremos que todo sea diferente. No hay ciudad perfecta, claro está, pero si hay una ciudad plagada de imperfecciones, les juro que se llama San Salvador. Y ahí voy a sus fétidas fauces de nuevo, como cada día.

sábado, marzo 20, 2010

Culpables

Hoy, hace exactamente 1000 post, Miguel y Flor iniciaron Un Rao Dúo luego de creerme, en una plática en un lugar cuyo nombre prefiero no recordar, eso de que un blog ayuda a los escritores que están demasiado ocupados para escribir a que escriban. Porque, según yo, un post no debe representar presión profesional/artística, sino que debe tomarse como un divertimento literario en el que el bloguero simplemente se ejercita poniendo por escrito cualquier cosa y en cualquier momento. No sé si a estas alturas de la vida volvería a decirle esas cosas a alguien, aunque sí sé que con seguridad también me creería. Pero el caso es que Un Raro Dúo está lleva ya 1000 post, y esa ha sido la excusa/pretexto/artimaña/ocurrencia para hacer este Raro Recital, en el que de alguna manera me están diciendo que yo no tenía razón, y que un blog puede y quizá debe ser más que un divertimento, que cada post quizá deba merecer ser publicado y expuesto a los lectores, porque al final del día, si uno hace a alguien que nos lea, ese alguien merece leer algo que valga la pena ser leído. Quizá por eso estamos aquí, y por eso hablo como que estoy en una ceremonia académica muy importante, con ese tono ridículo de discurso de película de superación, pero por eso estoy aquí, porque me han querido echar la culpa de Un Raro Dúo, y que yo me declare culpable así como así. Por eso, en mi defensa, diré que yo no les dije que hicieran literatura, hacerla fue un acto alevoso y premeditado de Flor Aragón y Miguel Molina Tobar, cuyas mentes criminales han vomitado letras y frases que no solo pervierten el orden del curso normal de las ideas, sino que lesionan gravemente las emociones. Por eso, señores del jurado, pido que los declaren culpables del atroz crimen de la disidencia y la rebeldía que consiste en hacer en un blog literatura como la que ellos han hecho. Que no les quede ninguna duda razonable, ellos son culpables.

Y para terminar y dejarlos seguir impunemente con sus prácticas delictivas, como prueba 1 presento al acusado uno. Y como prueba 2, a la acusada 2 en mi propia versión de los hechos en la misma escena del crimen.

Esas madrugadas

Esas madrugadas en las que el alcohol es la guía del camino, y generalmente nos lleva a lugares que la sobriedad prohibe. Claro, siempre está ahí (aquí) el mejor amigo, y así, juntos, pretendemos cuidarnos, sobre todo de nosotros mismos. Claro, a veces es una misión fallida. Esas madrugadas nos sacan la indecencia y varias verdades insolentes. Sacan lágrimas y deseos, y alguno que otro portazo, y suelen dejar alguna herida en la mirada, algún te quiero en la garganta, o una insoportable sensación de insuficiencia. En esas madrugadas somos vulnerables y quejumbrosos. Quizá hasta seamos más sinceros, si eso, acaso, es posible. En esas madrugadas nos comprendemos de otra forma y de otra forma nos necesitamos. A veces soy yo, y a veces es él, quien necesita esos paseos oscuros por el escenario sórdido del despropósito. Algo encontramos, algo perdemos, y luego volvemos, en otra madrugada, a tratar de recordar quiénes fuimos aquella madrugada. Me gusta que seamos los mejores amigos de esas madrugadas.

lunes, marzo 15, 2010

Pregunta capciosa

¿Y si un día,
tu rostro no llegara a la cita en el espejo,
tus manos no tuvieran un milagro que contarte
y tu boca decidiera no volver a pecar?

domingo, marzo 14, 2010

Equivocados

Ella tenía razón. Él debió ser un poco más alto, menos necio, ojos miel y moreno, pero la genética es caprichosa. Ella lo decía con la mejor intención, porque sabía que de haber sido así, ella no tendría ningún problema en amarlo con locura, y, de ese modo, corresponder al loco amor que le estaba confesando. Ella era así, racional como pocas mujeres, como pocas personas. Casi era cínica, pero el cinismo requiere cierta intención, y eso ella no lo tenía. Era superficial y vanidosa, quería un hombre guapo, de buen porte, con suficiente dinero para atenderla bien. Ella tuvo razón siempre, desde el principio hasta el final. El equivocado siempre fue él, desde el principio hasta el final. A veces, una larga historia comienza así, por pura equivocación.

lunes, marzo 01, 2010

Ideas en jabón

Hace un rato, mientras me bañaba, justo en la parte en que estoy enjabonado y dejo el agua caliente caer sin necesidad, tuve un súbito remordimiento por el desperdicio de energía que estaba provocando al mantener el calentador eléctrico encendido en un día caluroso. Entonces puse en OFF el calentador, y el agua, obviamente, cayó helada. Cuando el agua cayó helada no me gustó sentirla y apagué la ducha. Y me di cuenta que el agua helada en la ducha en una buena idea para ahorrar energía eléctrica y agua, porque uno solo mantiene la ducha abierta con agua helada mientras es necesario. No sé si alguien en este mundo funcionará como funciono yo, pero compartir esta idea me pareció un buen pretexto para escribir un post, aunque la verdad, pensé que sería un texto más divertido. Ojalá esto le sirva a alguien, de momento a mí me gusta la idea de que, por haberme leído, alguien piense en mí mientras se ducha y se apresure a poner el agua helada.

viernes, febrero 19, 2010

¿La mitad?

¿Por qué la humanidad está obsesionada con creer que cada uno solo es la mitad?

jueves, febrero 18, 2010

Matemáticas

Parece
que
vos + yo
no suma nada ya
ni la mitad de dos

factorizamos sonrisas
como rutina
somos incógnitas
de una fórmula algebráica
que no sirve para resolver nada

hemos corregido tanto
nuestro resultado
y aumentado al infinito
nuestras cautelas
que dar es una cuestión de restas

lo que queda demostrado
es que nos dividimos demasiado
que ya no nos conocemos

de tanto multiplicar velocidad y tiempo
se nos hizo insuperable la distancia

las matemáticas
no mienten
no son como nosotros

--------------------------------------------
PD: Así escribía yo en 1996.

miércoles, febrero 17, 2010

Cenizas

Llevabas ceniza en la frente y eras un violador, o un ladrón, o un mentiroso, o un homicida, o un explotador, o un tratante de personas.

martes, febrero 16, 2010

Alterno

Usted está ahí: escrito, bien puntuado, tildado, entrópico y literal. Al fin se dejó encontrar. No creí que fuera posible sentirlo más cerca. Usted sabe.

sábado, febrero 13, 2010

Contra el amor

El amor es un dogma, una idea que la mayoría de gente acepta como una realidad existente, y conduce su vida bajo su inspiración y sus reglas. Insinuar que no existe una realidad equiparable a la idea del amor es causa de lapidaciones morales, burlas, acusaciones y sandeces propias de los que defienden el equilibro de su mundo a puras abstracciones. Debo confesar que la idea del amor me gusta, aunque no la crea, como me gusta la idea de dios, más concretamente me gusta la idea de ser dios. Porque son ideas que evitan muchos inconvenientes radicales, aunque traen consigo muchos inconvenientes contingentes.
Ya le costó mucho a mi "primer amor" -y a los que le siguienron- lidiar con estas mis ideas que ya hace 23 años me alejaban del gran público, mucho le cuesta a la gente que se mantiene cerca mío, y no es que se queden porque algo de lo que yo argumente cale el dogma, sino porque me ubican en alguna categoría que les ayude a soportarme: excéntrico, bohemio, amargado, charlatán, sardónico y similares. Yo trato de no pontificar -a veces no lo consigo- porque no quiero adeptos, ni militantes combativos contra el amor, sé bien que no es una postura cómoda para vivir en sociedad.
A nadie le gusta enterarse de que sus relaciones son construcciones sociales con más componentes e intereres materiales que sentimentales. Que una pareja no se mantiene unida por la hermosa abstracción que es el amor, sino por conveniencia social, económica, institucional y, sobre todo, por el legítimo y simple temor a la soledad, y más concretamente, a la vejez en soledad. Todo deviene en una convergencia de patologías que encontramos en el índice de cualquier tomo de psicológía clínica y psiquiatría: ansiedad producto de la baja autoestima, o de inseguridades, o de paranoias, o de un sin fin de traumas y complejos. También desfilan la codependencia, baja tolerancia a la frustración, dependencias de todo tipo, entre otras más. Y sin duda, la parte hormonal (bioquímica) también hace lo suyo, provocando incluso afecciones y dolencias médicas.

Ante lo complejo que puede ser todo esto comprendo a la perfección que se prefiera y se defienda tan aguerridamente al amor como algo real y posible. Es infinitamente más fácil vivir contando con el dogma romántico, al menos es más fácil sobrellevar los episodios más patéticos de nuestra vida, y difrutar los más alegres, creyendo que obedecen al destino que los dogmas nos imponen. Basta enterarse porque se escogió a Valentín, obispo de Interamna Nahartium, en el año 270, como la isignia religiosa de los enamorados: Era un médico romano que se hizo sacerdote y casaba soldados: se dedicaba a casar en secreto a parejas que quisieran formar una familia. Esto le valió la cárcel bajo el mandato de Aureliano, sucesor de Claudio, quien ordenó su decapitaciñon un 14 de febrero de 270. La idea del amor, justifica casi todo, y los seres humanos vivimos para eso, para justificar y justificarnos.

He dicho.

lunes, febrero 08, 2010

Herido

Pero no del corazón, sino del dedo índice de mi mano derecha. Un vaso en la mesa. No encendí la luz. Lo tiré. Se quebró. Me corté. Sangré. Sobreviviré. A esto también.

viernes, febrero 05, 2010

La fuga

"Sin el temor al castigo, no existe el placer de la fuga". Por esa frase que el japonés Kōbō Abe usa de epígrafe en su novela "La mujer de la arena", fue que leí ese libro, de eso hace ya unos 13 años. La novela vale la pena, tanto por su discurso como por su forma: llena de imágenes tan limpias, claras y directas, como impresionantes. Hay una versión cinematográfica, también de un japonés, Hiroshi Teshigahara, que reinterpreta esta historia y entrega una pieza rara e inquietante, que también vale la pena ver. Pero yo aquí se supone que no hago críticas artísticas sino que hago... ¿qué hago?
El caso es que hoy he tenido la mentada frase en mi cabeza durante todo el día, no sé bien por qué, pero sospecho que mi subconsciente me está mandando mensajes, y como no tiene Facebook ni Twitter, utiliza el muro de mi memoria literaria para poner sus "status". Creo que "fuga" es la palabra clave. Creo que mi subconsciente me está diciendo que otra vez estoy en ese momento existencial en que me quiero fugar.
Es que sí. Cuando mis días empiezan a cuadricularse, mis noches a hacerse predecibles y la gente empieza a parecerme indigna de confianza, sé que ni mi aquí ni mi ahora son buena tierra para mí. No es que sea yo el más digno de los seres humanos, pero bien dicen que lo que uno exige a los demás es lo que a uno le hace falta. El colmo es cuando ya no me gusta ni lo que escribo, y eso quizás sea porque no me gusta lo que pienso.

Es viernes, son las 5:55 p.m., estoy a punto de salir de la agencia para irme a mi otro trabajo. No fue un buen día entre las jerarquías... Por lo menos hoy se estrena una buena película, y esa es la fuga posible por ahora. Pasen bonito resto del día.

sábado, enero 30, 2010

Yo extraño en silencio

Quiero que lo sepa:
hace 23 años yo era así,
callado,
íntimo,
desolado,
esquivo,
egoista,
voluntarioso.
A pesar de eso,
la escuché,
la deje entrar,
la acompañé,
le di todas las pistas para encontrarme,
le compartí,
la amé.
Hoy, 23 años después,
la extraño como el que siempre fui.
No se sorprenda,
no dude,
no me pierda,
no busque palabras que yo no encontré.

sábado, enero 23, 2010

Chirajito de Verapaz

Publicado en ElFaro.net. Leer aquí.

-----------------------

Mi infancia en el hoy tristemente célebre pueblo de Guadalupe, en San Vicente, tuvo siempre agendada una cita frente al televisor cada domingo. Creo que mi cita con el programa "Jardín Infantil" era compartida por la mayoría de la población de mi edad, al menos de los que tenían un televisor y acceso a la electricidad. Lo que para mí era especial era que el protagonista de "Jardín Infantil", es decir "Chirajito", tenía su casa en Verapaz, el pueblo vecino. Su familia tenía una tienda frente al parque central, y mi familia tenía una panadería que les proveía de pan francés todos las madrugadas. A veces yo iba con los repartidores a hacer la ruta, y siempre, desde que mi papá me dijo que esa casa era la de Chirajito, una ingenua emoción se apoderaba de mí cuando llegaba a dejar el pan. Alargaba mi cuello por sobre el mostrador tratando de ver en algún lado al payaso aquel que tanto admiraba.

Es que Chirajino no solo era un payaso: salía en la televisión, y entre los 70s y los 80s, Chirajito era parte fundamental del "star-system" salvadoreño. Nunca vi al payaso. De hecho, él vivía y trabajaba en San Salvador, y solo ocasionalmente llegaba a su casa de origen. Pero un día, que estaba con mi papá haciendo "mandados" por Verapaz, mi papá saludó a un señor moreno, vestido de pantalón azul y camisa cuadriculada en rojo y azul, si mi memoria no me está embaucando. Hablaron un rato y rieron. Yo, como me solía suceder, me desesperaba con las rutinas sociales de mi papá que saludaba a mucha gente y con cada una tenía siempre algo de qué hablar. Esa vez hice berrinche, muy usual en mí, para que nos fuéramos. Mi papá me veía con cara de "esperate que lleguemos a la casa", y como yo sabía que al llegar a la casa no pasaba nada malo, seguía impune haciendo lo propio.

Cuando nos subimos al carro, mi papá me dijo: "Por malcriado no te presenté a Chirajito". Y yo lo miré con cara de niño-incrédulo-sabelotodo, y no dije nada, y mi paciente padre apuntó: "Ese señor era Chirajito". Y yo: "Pero si ni se parece, ese no es, Chirajito no es así", y mi papá solo me dijo: "Vos pensás que anda pintado todo el tiempo, pero no, así es cuando no está pintado". Luego empezó una de las charlas más reveladoras -nunca creí en Santa Claus- en la que me explicó cosas que yo no quería saber, que los payasos son gente normal que se pinta la cara y usa esa ropa solo cuando trabaja, porque resulta que ser payaso es un trabajo y no una especie de humanoide. Claro, esas son mis palabras de hoy, porque no recuerdo las de ese momento. El punto es que según recuerdo, no quise creerle, era demasiado para mi mente tan proclive a la invención y a creer en payasadas.

Unos meses después, gracias a un tío que trabajaba como censor en Canal 2, mis papás pudieron meter una solicitud para asistir el programa de Chirajito, y hacer que se admitiera con mucha más rapidez que lo normal. Me anunciaron que iría a "Jardín Infantil" como con un mes de anticipación, y yo me emocioné tanto que empecé a presumir por donde podía que saldría en la televisión y que conocería a Chirajito -el mío, no ese que mi papá decía- y a Tío Periquito. Yo quería participar en el juego de boliche. Mi hermana, que ya vivía en la capital, me llevó un kit de "bolos" de plástico verde con su bola de boliche de plástico blaco, y así me la pasaba practicando en la sala de mi casa para asegurarme de salir campeón y ser una estrella instantánea de televisión.

Quizá para todo el mundo, pero para un niño en especial, ir al set de un programa de televisión es un poco traumático: todo es falso, pequeño, ensayado, pregrabado y un poco estresante porque siempre hay alguno que no resiste tanta decepción y llora, y luego otro lo escucha, se conmueve y lo acompaña en su dolor, y deben abandonar el set. Yo me quedé, un poco intimidado, pero resistiendo las ganas de llorar, con lo bueno que era haciéndolo. De pronto apareció Chirajito, y todos aplaudimos, estábamos felices, él nos hacía payasadas, nos ponía apodos, se burlaba, todo esto fuera del aire, solo para romper el hielo. Ensayamos aquello de que él decía "¡Chibolaaaa!" y nosotros respondíamos a gritos "¡O nadaaaa!", y luego la canción de Bacaolinita.

Él era todo alegría, gritos y chistes. Ya en persona se notaba que su cara no era naturalmente blanca con esas pecas tan marcadas y que su nariz roja era de plástico. Estaba, pese a mi incipiente orgullo, a punto de creer lo que mi papá decía. Luego empezó la grabación. Nos decían que teníamos que estar en silencio, y luego que teníamos que gritar. Anunciaban que iban los anuncios y los programas de caricaturas, pero no pasaba nada ahí en el set, y seguíamos, sin interrupción, con los juegos. Para mi decepción no fui seleccionado para jugar boliche, sino para reventar globos con la panza abrazando a otro niño. Digamos que me pareció humillante semejante participación, sobre todo después de haber anunciado a todo el pueblo que iría por el campeonato de boliche, pero bueno, pasé por "Jardín Infantil" y conocí a Chirajito.

Muchos años después, cuando mi papá ya había muerto, volví a ver a Chirajito en un Congreso de payasos; yo era periodista de cultura en La Prensa Gráfica y le pedí declaraciones. Tuve ganas de contarle que yo era de Guadalupe, que era hijo de mi papá, que conocía su casa, que era un héroe de mi infancia, que fui a su programa -cancelado hace ya varios años-, pero no, solo le pregunté sobre sus reivindicaciones gremiales y alguna otra cosa de esas que preguntamos los periodistas.

Luego lo volví a ver cuando se metió en política para las pasadas elecciones municipales. Esa fue la única vez, después de aquel encuentro, que lo vi sin maquillaje. No quiero describirlo, no quiero ni escribir el nombre legal. Otros con seguridad van a decir quién era y cómo era el ser humano. Yo prefiero contar cómo era mi Chirajito, el de mi imaginario, el que recordaré. No sé si se parecerá al de alguien más, ojalá que sí, porque a mí me hizo reír y de alguna manera quererlo.

De lo estrictamente biográfico solo quiero resaltar que él era Chirajito de Verapaz, de ese pueblo tan golpeado por la naturaleza y que hoy recibe otro golpecito, que yo sé que se suma al dolor tan grande que ya tiene. Chirajito de Verapaz, este es un homenaje -tardío como todos- del niño-incrédulo-sabeloto, dícese de un marachito que sobrevive paupérrimo en algún jardín dentro de mí, y de más de alguno que me lee.

martes, enero 12, 2010

Extraños

Dos viejos amanecen,
se saben.
Allá en su banco eterno
de aquel parque calculado,
cuentan sus migas y reparten.
Una mano tiembla,
el ojo llora
y no hay voz en qué reconocerse.

sábado, enero 09, 2010

¿Longevidad?

¿Quién quiere, debe, aguanta, resiste, aspira, merece vivir 100 años?

miércoles, enero 06, 2010

El pasado

El pasado es una cosa extraña, nunca es lo que uno piensa, y mucho menos lo que uno cree. A veces es un lugar, a veces es una persona, o un sonido -que bien pudiera ser una canción-, o un olor, o un sabor. A veces te lo podés encontrar en plena discoteca el primer día del año, o en la gaveta superior de tu mesa de noche, si es que no lo viste en el súpermercado o haciendo fila en la taquilla del cine. Tan raro el pasado, tan extraño a veces, ajeno, como que fuera el pasado de otra persona ¿Qué será?

sábado, enero 02, 2010

Propósitos de año nuevo *

Me propongo exagerarme un poco,
afilar mejor mis puntos de vista,
me propongo ser apostol de las verdades que duelen,
por ende, resignarme a tener menos amigos,
y cada día demostrarle a los que se queden que vale la pena.

Me propongo merecerme algunos adjetivos:
difícil, cínico, mordaz, leal, puntual, incrédulo, consecuente.
Me propongo ser más uraño e intolerante con el vacío,
no pretender ser la monedita de oro,
ni regalar mi tiempo a los halagos.
Me propongo cuidarme más de tontos, frívolos y similares,
y aprender más a ser un poco tonto, un poco frívolo y poco similar.

Me propongo dejar claro que he cambiado,
aunque nunca se sepa cuanto.

Me propongo, ser más autocrítico para defenderme de la sinrazón.
Ser más justo con el amor y sus etiquetas.
Me propongo ser más escritor y menos copywriter,
ser más lector que autodidacta,
ordenar mis propias reglas,
saborear mejor cada café,
aferrarme nuevamente a la pantalla grande, aunque sea en una más chiquita.

Me propongo exagerarme un poco,
como ya dije,
quizá sea repetirme,
cansar a la audiencia,
parecer un agotado y conservador del mí-mismo,
y me propongo que no me importe.

Eso me propongo.
Quedan advertidos.



--------------------
* Sujeto a ediciones, correcciones, ampliaciones, actualizaciones, sugerencias y arrepentimientos.

Copyright

© ® Todos los derechos reservados. Todos los textos, contextos, y pretextos, a menos que se indique lo contrario, son de la autoría del bloguero en cuestión. Su uso está condicionado a citar la fuente y este blog.