miércoles, diciembre 31, 2008

El mundo en inglés (sin subtítulos)

Yo sé inglés, pero no sé hablar inglés ―Do you know what i mean―, entiendo e intuyo palabras y sentidos, quizá descifre un 95% del contenido de una frase corta, y un 60% de un párrafo, siempre y cuando esté escrito, si es oral me va mucho peor, pero de algo me entero. Resulta que soy tímido ―timidísimo― para hablar en otro idioma, pero soy bueno escuchando y observando, y escuchando y observando sobrevivo en un mundo en inglés. Es interesante darse cuenta de todo lo que uno puede ver cuando no está tratando de entender lo que la gente dice y se dedica a percibir todo lo que acompaña a las palabras ―lo paralingüístico, es decir, todo lo que comunica que no es verbal, es decir, "cualidades no verbales y modificadores de la voz y sonidos y silencios independientes con que apoyamos o contradecimos las estructuras verbales y kinésicas simultáneas o alternantes", según F. Poyatos― y que completa cualquier mensaje.
Me parece que no entener un idioma a cabalidad es lo más parecido a no tener un sentido, que hace que todos los demás se agudicen. Los tonos de voz, los gestos, la mirada, las manos, las muecas de la boca, la posición del cuerpo, el juego con el espacio, la intensidad de la risa, y todo se da al mismo tiempo y se combina de manera infinita y expresar algo tan distinto como específico. Es maravilloso el mundo en inglés, así sin subtítulos, porque uno se obliga y se permite entender a los demás como casi nunca, en su versión orginal, en el idioma más primigenio. Get it?

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Esto no es una excusa para no retomar mis clases de inglés.

sábado, diciembre 27, 2008

Fin de temporada (I)

Uno está lejos

Uno está cerca

Uno no sabe
donde empieza
la cercanía
si en el tiempo
o en el espacio
o en la imaginación
o en la vigilia
o en la siesta

Con la lejanía es más fácil
se siente con todo el cuerpo
y a pesar de todo el vacío
no caben las dudas

jueves, diciembre 25, 2008

Fugaz

¿Por qué será que a veces me resisto a contar lo maravilloso? Tal vez no sea resistencia, solo incapacidad. El dolor, la tristeza, nostalgia y la angustia siempre han tenido mayor facilidad de expresión conmigo, la alegría es tan fugaz, como las sonrisas, que simplemente la vivo. Si no escribo tanto es quizá que sonrío mucho.

martes, diciembre 23, 2008

Años de soledad *



Tengo a mi lado, mientras escribo esto, un ejemplar de la 42.ª edición de Editorial Sudamericana de “Cien anos de soledad”, la gran novela de Gabriel García Márquez.

Esta edición fue impresa en buenos aires el año que yo nací, en 1974, y la descubrí en el pecho de mi papá cuando yo tenía 12 años, era 1986. En ese entonces mi papá vivía solo en el pueblo donde él, yo, mis hermanos y hermanas nacimos, en Guadalupe, San Vicente, en una esquina del Valle de Jiboa, al pie del volcán Chinchontepec.
A finales de 1984, la guerra golpeaba fuerte y las amenazas de ambos bandos comprometían gravemente nuestra seguridad. Ya mis hermanos mayores estudiaban y vivían en la capital, solo los dos hijos menores quedábamos en Guadalupe con mi papá y mi mamá. El 28 de diciembre de ese año mi hermana y yo fuimos notificados que en una semana nos mudábamos a la capital también, que mi mamá se nos uniría un poco después. Si yo hubiera sabido que era día de los inocentes hubiera pensado que era una broma cruel, pero no lo sabía y no era una broma.
Para no hacerle largo el post, mi papá se quedó en el pueblo viviendo solo, mi mamá se vino a San Salvador unos meses después que nosotros. El que más se resistió a la mudanza fui yo, que soy el hijo menor de 6 hermanos, y fui el más consentido por mi papá y por mi mamá, no quería separarme de ninguno, y luego la idea de que mi papá se quedara solo me afligía de manera especial, pero él debía seguir atendiendo los negocios y tierras de la familia para que nosotros pudiéramos vivir y estudiar cómodamente.
Los primeros años, cada viernes al salir de mis clases me iba directo a la Terminal de Oriente a tomar la ruta 501 para irme a Guadalupe, a estar con mi papá, mi abuela y mis amigos, y me regresaba en el último bus del domingo. Eso me duró lo que me duro el último tramo de infancia, y hasta que la adolescencia apareció con sus rebeldías y amarguras.
En una de esos fines de semana fue que descubrí “Cien años de soledad” en el pecho de mi papá. Recuerdo muy bien el cuarto de abobe con dos camas, las ventanas que daban a la calle las habían cerrado con más adobes porque podía entrar una bala perdida o dirigida. El cuarto era oscuro sin encender un foco, el techo de teja altísimo tenía una teja de vidrio por la que entraba un haz de luz perfecto lleno de partículas que cuestionaban mi concepto de vacío mientras atravesaba toda la habitación en la medida que, afuera, el sol se movía. El libro de pasta blanca con una trama de celdas azules con raros dibujos de soles, estrellas, calaveras, lunas, soles, campañas y gorros frígios llamó mi atención en las manos de mi papá que lo leía un par de minutos antes de quedarse dormido en su siesta de las tardes. Esa tarde yo intentaba dormir también una siesta, rara vez lo lograba. Cuando mi papá se quedó dormido con el libro en el pecho y los anteojos puestos, me acerqué a quitarle el libro y los anteojos, él medio despertó, me miró un poco asustado, y yo solo le dije que se quitara los anteojos, lo hizo y yo tomé el libro de su pecho. Luego me fui a mi cama a un lado y leí el título: “Cien años de soledad”, me estremecí por una inmensa tristeza.
Yo no sabía nada de esa novela, ni de su autor, ni del “boom”, ni del Nóbel, ni de literatura, ni nada de lo que ahora sé sobre esa novela. Pero el título me llenó de tristeza por mi papá, pensé en su soledad, y no tengo idea si él pensaba en su soledad con ese libro, tampoco supe como llegó ese libro a sus manos. Es probable que mi hermana mayo se lo haya dado porque tiene su nombre y el nombre del instituto donde cursó bachillerato. Tampoco supe si lo terminó de leer, aún está un separador en la página 155.
Yo la empecé a leer esa tarde, quizá buscando lo que mi papá sentía. Empecé y leí varias páginas. Hasta entonces yo no había leído una novela, solo leía cuentos y fábulas de “El libro de nuestros hijos”, una enciclopedia maravillosa de tres tomos muy gruesos que teníamos en la librera de la sala y llena del contenido más variado. La novela la leía cada fin de semana, siempre estaba en la mesa de noche de mi papá, pocas veces lo volví a ver con el libro en las manos o en el pecho.
Quizá tardé tres meses en terminarla, y solo al principio comenté con mi papá, que se confundía con los nombres, luego yo me adelanté y él no quería que le contara lo que seguía. Yo le conté cuando la terminé, y me dio que me esperara a que él la terminara. Sospechó que no la terminó. En ese entonces no entendí mucho de esa novela, la soledad no era la de mi papá me decía sin decírmelo, pero disfruté mucho leerla, y eso que yo era un enganchado a la televisión.
Aquel pueblo ya era un pueblo solo, lleno de gente mayor que siempre había estado a mi alrededor, gente muy distinta a la de la ciudad, con vidas e historias que a mí se me hacían cotidianas, pero que hoy, desde el tiempo, las veo dignas de contar en un libro o en varios. A lo mejor por eso, la novela de García Márquez no me perecía excesivamente mágica, ni ficción, salvo algunas cosas claro está, sin embargo, yo había oído, nunca visto, de cosas que pasaban o habían pasado en el pueblo tan mágicas como las del libro, y a veces más. Incluso llegué a contar alguna historia del libro cuando, por las noches los fines de semana, nos juntábamos a escuchar las historias que la Chayito nos contaba en la puerta con gradas de la casa de los Prieto. Y mis historias encajaban en las demás, sin que nadie sospechara que eran parte de un fenómeno literario que estaba alborotando al mundo entero.
Mi papá murió un día de paro al transporte impuesto por la guerrilla: el 5 de mayo, el quinto mes de 1988, a las 5:55 de la tarde en un hospital de la capital. Mi papá siempre compraba billetes de lotería que terminaban en 5, porque decía que era su número de suerte, las placas de los dos carros que teníamos terminaban en 5, y no sé que otras cosas justificaban su creencia. Lo cierto es que el 5 marco su muerte de manera casi mágica, pero sobre todo realista. Mi papá empezó a morir un mes antes en su soledad, en aquella casa que se derrumbó, junto con el pueblo entero, en aquel terremoto de febrero del 2001. Y eso que la realidad se escribe sola.
Unos años después me pidieron en el colegio leer “Cien años de soledad”, al principio dije “ya la leí”, pero las exigencias tan puntuales del control de lectura me hicieron volverla a leer, y fue otra experiencia con el mismo libro. Ya tenía otras herramientas para interpretarlo, y ya había leído otras novelas también, unas porque después de mi primer novela quedé con ganas de otras por iniciativa propia, y las demás por exigencias académicas. El año pasado estuve en Cartagena de Indias, en un taller de Crónicas periodísticas auspiciado por la fundación del Gabriel García Márquez, justo en medio de las celebraciones de sus 80 años, los 40 de “Cien años de soledad” y los 25 de haber recibido su Nóbel. Hubo todo tipo eventos, conferencias, homenajes y una edición conmemorativa de la Real Academia de la Lengua que me compré para releer el clásico y ver si terminaba de entenderlo ya con todo lo que había escuchado.
Entre la primera y la última vez que leí “Cien años de soledad” he leído cientos (ojala fueran miles) de novelas, cuentos, poemas, ensayos, textos periodísticos y académicos. No sé bien si ese momento en que tomé el libro del pecho de mi papá tuvo algo de mágico, lo cierto y real es que ahí empecé a ser el lector que soy, que es como decir el ser humano que soy. Y ahora escribo porque he leído, porque quizá un día logre hacer que usted lea sus propios años de soledad.

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* Por sugerencia de Elena lo transcribí mejor, pero para leerlo en el blog de LPG haga clic aquí.

En otra parte (original diferido)*


“La vida está en otra parte”, de Milan Kundera, la leí durante un viaje a México, quizá en 1997 o 1998, no estoy seguro, y no tengo el libro a la mano para ver la fecha de lectura que siempre anoto en los libros que leo. Ahora mismo estoy en un avión, iniciando un corto viaje, es de noche, y hay ganas de oscuridad y silencio. Siempre que viajo me acuerdo de ese libro, no porque trate de viajes, sino porque cuando lo leí descubrí que existía el perfecto libro de viaje.

En aquellos años yo era un viajero compulsivo, iba y venía de un lugar a otro, a veces de un país a otro. Tuve la suerte de encontrar siempre algún medio para viajar, por visitas familiares, por trabajo, por estudios, por cariño de otros, y solo algunas veces viajaba con mis propios recursos. Un amigo muy cercano por aquellos días solía cuestionarme insistentemente muchos aspectos de mi vida, y en uno de aquellos emplazamientos se dedicó a cuestionar mis razones para viajar, y para mí viajar no necesitaba razones: todo el mundo quiere viajar. Él aseguraba que mi caso no era un caso genérico, que yo viajaba para huir, que él detectaba en mi entusiasmo por los viajes una atisbo de esperanza de encontrar en algún viaje algo que me urgía encontrar. De muchas maneras tenía razón este buen amigo, yo viajaba buscando demasiado: la vida, esa vida contundente y bien ponderada cuya idea no se ajustaba a la vida que yo vivía. Y fue justo antes de emprender un viaje luego de esta discusión que llegó a la librería donde yo trabajaba “La vida está en otra parte”, y el título me atrapó, y yo llevaba un par de años devorando a Kundera, como muchos de mi generación. Ya me había leído “La insoportable levedad del ser”, el momento cumbre, luego “La inmortalidad”, que no fue tan memorable, pero me di otro chance con “El libro de los amores ridículos”, que lo disfruté –¿cómo no?-, descansé con “La lentitud”, luego fue que apareció oportuno y seductor el título ya mencionado.

Este libro cuenta la historia de un poeta, solo eso. Su infancia, adolescencia y adultez temprana, sin más hechos que los que corresponden a un poeta: delirios, fundación del ego, algún grado de locura, su tragedia existencial y esas ganas de buscar la vida. No sé bien si este libro le pueda parecer tan bueno a alguien que no sea poeta, o si, en su defecto, a otros poetas les parecerá al menos interesante. Lo cierto es que a mí me dio ese vínculo con el mundo que andaba buscando.

De ese viaje no recuerdo nada más trascendental que esa lectura, y es difícil explicar por qué sin que suene pretensioso. Lo más importante fue que aprendí a aceptarme poeta, a reconocerme como tal, fue la primera de muchas aceptaciones vitales que vinieron con los años.

Es que ser poeta no era condición fácil de asumir para mí, yo quería ser científico, matemático, un hombre de datos exactos, no me gustaba la idea de escribir poemas y conmover a la gente, quería hacer cosas útiles e importantes. Pero no había podido evitar a la poesía, y es esos años que aquí evoco, pasaba por mi época más frenética de producción poética, y era, a veces, insoportable. Quienes me conocieron saben de qué hablo cuando digo insoportable.

Entonces Kundera llenó ese libro de frases que no sé que efecto me producirían en mis actuales circunstancias, pero en su momentos fueron un viaje intenso, y en cada viaje que hago repaso las sensaciones y la emoción de viajar solo para buscar, después de haber descubierto que es la búsqueda la que se disfruta, porque la vida siempre está en otra parte.


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Para leerlo en su ambiente natural haga clic aquí.

viernes, diciembre 19, 2008

En otros lares bloguerísticos

Resulta que soy bloguero invitado en el suplemento electrónico de La Prensa Gráfica sobre el concurso este de Letras Nuevas. Ahí he escrito un par de cosas pretenciosas y dizque serias, vayan ustedes a saber. Pero pues, si quiere leerme hagan clic en "leerme" anterior, y léanme como bloguero absorbido por el sistema. Como cosa curiosa, en ese blog con todo un sistema de edición y corrección aparecen mucho errores de dedo, así que me disculpo de antemano, y lo malo es que no puedo corregirlos yo mismo. Ni modo pues.

domingo, diciembre 14, 2008

Lecturas culposas (I)

Manuela Romo es autora de Psicología de la creatividad (Paidós) y profesora de la Universidad Autónoma de Madrid. Al investigar sobre el trabajo de los creadores, se encontró con que se trata de una actividad que exige "un enorme esfuerzo cognitivo y mental al que hay que dedicar cientos o miles de horas. Además, cuando hablamos de auténtica creación, de producir algo nuevo, la persona experimenta fases de gran incertidumbre, no sabe hacia adónde va exactamente, no hay nada definido, y, además, está desafiando paradigmas establecidos, lo que puede ocasionar rechazo o incomprensión. Por otra parte, el hecho de trabajar en soledad puede generar estrés", explica. Visto así, se parece bastante a una especie de tortura. Sin embargo, Romo subraya que nada de esto es capaz de quebrar, por sí solo, la voluntad de un artista, un científico o un compositor. "Es su vida. Una personalidad creativa ama su trabajo, en el que a veces tiene lo que la psicología llama 'la experiencia del fluir': un estado de total inmersión en una tarea, estar absorbido y perder por completo la noción del tiempo".
Esto lo estoy leyendo en un artículo de El País que me pareció especialmente atractivo para iniciar mis lecturas del domingo por la mañana dadas algunas de las angustias que hoy adornan mi culto personal. Querer saber si uno es o solo parece a veces es bochornoso por lo que puede tener de ridícula egolatría, y yo, cuando me siento de esos modos, me declaro culpable de inmediato, antes de que alguien por ahí se me adelante. Pero bueno, sigo leyendo, a ver si vuelvo por aquí con otro acto de constricción.

miércoles, diciembre 10, 2008

Cada diez de cada mes

Durante un año entero, cada de diez de cada mes fue un día difícil. Era mi día para buscar explicaciones, para sentirme estafado, para maldecir con el recuerdo, para sentirme perdidamente enamorado, para invadirme con ternura, para sentirme poca cosa, para sentirme mucha cosa, para quejarme de la perversión humana, para buscar sentidos, para perderlos, para encontrar más mentiras, para rescatar las pocas verdades, para arrepentirme, para llorar el tiempo perdido, para saborear los besos proscritos, para sentirme indefenso, para reconocerme violento, para dolerme violentado, para sentir vergüenza, para sentirme humano, tirano, un fulano cualquiera. Un año entero, cada diez de cada mes buscaba una razón, buscaba salvación y condenas. Pero no soy dios ni demonio, solo un hombre más que se pone triste y escribe por cada diez de cada mes de todo un año. Hoy supe que un año puede ser suficiente. Quizá nunca sepa si valió la pena, pero confío en ese verso de Bumbury que oigo obsesivamente en estos días: "El tiempo solo te sana lo que no importa ya".

Las siete menos cuarto

Esta tarde tiene de tarde lo que quizá tuvo aquella tarde en la que Roque Dalton escribió: "Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto como hoy. Siento deseos de reír o de matarme". Es una tarde lúdica y suicida, fresca eso sí -es diciembre-, oscura -es el trópico-, y solitaria -soy yo, supongo. Veo más de lo que quiero ver, y he pensado demasiado hoy. Crear a veces es un fastido, no se termina nunca la creación, aunque llegue el domingo y se descanse, siempre está el lunes a la vuelta, y este martes llegó sin dar tregua. Crear por un salario es gratificante, pero a veces le temo al desgaste creativo, no sé, cosas que hoy me ha dado por pensar. Por eso las escribo, para que salgan a la tarde y se diluyan, como me diluyo yo recordando poemas de tardes y suicidios, a la hora exacta de la decisión: he reído.

jueves, diciembre 04, 2008

Infidencias sobre Miguel


Me dijo Miguel, entre otras cosas, que yo me olvido del sentido de un blog, que según él es para escribir cualquier cosa sin la presión de escribir algo bueno. Esto a raíz de mis prolongadas ausencias de últimamente. Quizá Miguel tenga razón, aunque recientemente también me acusó (con un deje compresivo y tierno) de inseguro con motivo de mis comentarios faltos de sutileza en nuestra cotidiana amistad. Miguel siempre pone cara de duda conmigo, y a veces creo que de verdad duda de mí, y yo no estoy muy acostumbrado a la duda ajena aplicada a mí, y confieso que me afecta, pero lo tomo también con entusiasmo filosófico: las ideas solo crecen cuando se les aplica la duda. Yo no soy una idea ¿o sí?, pero las dudas me ponen a repensarme, y no siempre hay resultados complacientes, pero a a veces (solo a veces) creo que salgo más crecidito ¿será?
Ahora mismo me pongo a calcular qué dirá y qué pensará Miguel sobre este post, quizá le cause gracias, quizá se sienta atacado por mi inseguridad (y así le cause ternura), quizá lo enoje, quizá lo amargue, quizá lo endulce, quizá yo nunca sepa qué dirá ni qué pensará Miguel sobre este post, por eso calculo. Lo cierto es que, a fin de cuentas, un blog permite esto, decir cualquier cosa a un presunto inseguro como yo: gracias Miguel (y perdón por el abuso).

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infidencia.

(De in-2 y el lat. fidentĭa, confianza).

1. f. Violación de la confianza y fe debida a alguien.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados



viernes, noviembre 28, 2008

Un palpo y la ataraxia

Sergio: Ya no tomés, ni fumés. Ya no amés, ni odiés. Ya no esperés, ni busqués. Ya no reporteés, ni verifiqués. Ya no cafeteés, ni sorbeteés. Ya no trasnochés, ni escandalicés. Ya no firmés, ni endosés. Ya no trasncribás, ni sinteticés. Ataraxia, Sergio, ataraxia.

martes, noviembre 25, 2008

Secretos

Los secretos entre dos son como esos rincones que uno busca para alejarse de los otros. Los secretos unen a dos personas con lacitos delicados y casi invisibles, y los involucran en la vida mutua de manera particular. Los secretos son una forma de comunicación que consiste precisamente en cortar la comunicación con el mundo para recrear un mundo íntimo y distinto a partir de la información exclusiva. Me gustan los secretos de dos, especialmente si soy uno de esos dos, y cuando no lo soy también me gustan, un gusto con color de envida, eso sí. Pero solo me gustan los secretos cuando son de dos, cuando hay más de dos, ya son otra cosa, una cosa vulgar, digo yo. Mi tía Margo y yo teníamos secretos. Yo no cumplía los 10 años. Me encantaba cuando me decía suavecito con su voz grave y su pelo en carrizos con olor a vaselina con olor "Le voy a contar un secreto". Yo abría los ojos así, me acercaba, y entonces ella me contaba un secreto -que por supuesto no voy a contar aquí, porque era un secreto de dos- y yo me sentía amarrado a mi Tía por una emoción intensa y por la complicidad que en ese entonces no llegaba a concepto en mi temprano entendimiento. No sé bien si en verdad eran secretos que solo me contaba a mí, pero en esos días yo estaba convencido de que así era, y no quiero creer ahora otra cosa. Yo nunca le contaba secretos, por mucho tiempo yo no sabía nada que pudiera llegar a la categoría de secreto, cuando ya tenía secretos, no tenía el valor de compartirlos, ni con mi Tía Margo. Así he sido con los secretos, de muy poco dar. Por eso quizá me importan tanto los secretos, los de dos, porque me llevan a otro por un camino que solo ese otro y yo conocemos. Pocas cosas me saben tanto a traición como cuando un secreto de dos se rompe con un tercero, ya el cuarto, quinto y los etcéteras son lo de menos. Es una copa que se rompe por el cuello, una mancha de aceite en los zapatos nuevos, una carcajada en un funeral. Me duele, pero ese dolor es mi secreto, pero un secreto solo de uno: mío. Mi Tía Margo entendería.

jueves, noviembre 20, 2008

Mi retiro

Ayer fue el miércoles de Postsía, ese invento de Elena y yo, y estuvo divertido, cómodo, amigable y sobre todo entre lectores y escritores. Hoy tuve un día largo y trabajoso, llegué a mi casa ya avanzada la noche y vi que tampoco Elena había escrito en su blog, entonces se me ocurrió proponerle a Elena que nos retiráramos so pretexto de haber triunfado la noche de anoche, y así emular a los grandes que se retiran en su apogeo. Nos hizo gracia la idea, pero solo eso. Y aquí estoy escribiendo esto para no creerme ningun retirado. Buenas noches.

martes, noviembre 18, 2008

lunes, noviembre 17, 2008

Cuando no se escribe

Cuando no se escribe da un poco de vergüenza dar la cara, porque uno lleva en el DUI como profesión y oficio "ESCRITOR", y para poder ponerlo ahí no me pidieron títulos universitarios ni certificaciones notariales, solo me creyeron con cara fruncida y haciendo consultas entre risas, me dejaron ponerme "ESCRITOR". Hace tres día fui a verificar mi reporte crediticio al tristemente célebre DICOM porque los señores de Telecom me estaban cuestionando porque los señores de DICOM me tenían reportado, y yo, aunque soy escritor, soy disciplinado con mis cuentas y sumamente sensible a los cuestionamientos materiales. Me atendió una señora muy amable y me mostró en una pantalla mi radiografía de deudor, no sin antes hacerme firmar un par de documentos en los que hacía yo constar que ellos eran amables y que no me cobraron por mostrarme mi reporte, aunque solo lo podía ver en la pantalla de su computadora, no dan el reporte impreso, pero sí dejan anotar. Me pidió mi NIT y mi DUI, y al revisar la información se rió y me miró con la cara fruncida y disimulando una risa, "No sabía que podía ponerse escritor en el DUI", a lo que yo respondí "¿Y por qué no, si escribiendo me gano la vida?", y ella dijo como con culpa, "Ah, no, yo le pregunto porque nunca había visto eso", y yo le pregunté "¿Y eso me afecta como sujeto de crédito?", y ella: "No, no, de hecho usted tiene clasificación A1, la mejor, solo tiene un reporte por 28 centavos que no ha pagado a ServiCredit, y quizá en eso se fijaron los de Telecom", me dijo. Y yo muy orgulloso de ser un escritor A1, le di las gracias y me fui, y me apresuré a pagar esos 28 centavos que quién sabe cómo quedaron en esa deuda. Luego releí un reportaje publicado hace unos años en Enfoques, donde yo fungía de Escritor/Periodista, donde se contaba que en la base de datos del Registro Nacional de Personas Naturales (RNPN) habíamos 52 escritores en todo el país, no sé si a la fecha habrá más que se animaron a ponerse semejante profesión u oficio.
Pero, y he aquí el motivo principal, que no era limpiar mi honra crediticia, tener "ESCRITOR" en el DUI como profesión u oficio no lo hace a uno ESCRITOR, por eso, hoy que amaneció el viento de nuevo gritando en mi ventana, me sentí un poco charlatán, porque hace ya demasiado tiempo no escribo como profesión u oficio. Incluso este blog, que me sirve de paliativo y pretexto, había sido abandonado por más días de los que me permito, y me pensé con vergüenza, y se me ocurrió denunciarme, burlarme de mí, desmentirme y acusarme en público: Cuando no se escribe no se puede llevar ESCRITOR escrito en el ego, ni en honra, ni en el DUI. He dicho.

martes, noviembre 11, 2008

Temblando

Tiembla antes de las 9 de la mañana. Yo estoy ya frente a mi computadora y me detengo a sentir, porque me gusta sentir como se mueve al mundo y me mueve a mí. Después de las 9 de la mañana tiembla otra vez, pero no es el mundo, sos vos allá donde te leo, donde te has ido, desde donde me escribís, desde donde me enfrentás con comas y pausas y citas estratégicas. Yo no me sé defender cuando soy lector, ni cuando me da miedo ser escritor. "I dont wanna talk if it makes you feel sad..." se me ocurre cantar en mi mal inglés, pero no sé cantar, ni sé inglés, y esto no es un musical. Pero hablemos y digamos lo que nos duele oir, y recetémosnos con urgencia una diálisis (o hemodiálisis) emocional para seguir viviendo entre letras y canciones, bailando como vos, mirando como yo. Sobreviviendo los dos. Temblando.

viernes, noviembre 07, 2008

Preguntas claves


¿El tiempo cura o simplemente hace que todo importe menos?

¿Existe la posibilidad de no perder cuando no se gana?

¿En guerra avisada no hay muertos?

¿Cuántas verdades se necesitan para la mentira perfecta?

¿Cuándo se llega a entender que ya no hay nada que buscar?

¿Por qué casi siempre se prefiere creer algo distinto a la verdad?

¿Los blog son un pretexto para no hablar de frente?

¿En qué momento la vida deja de ser una pregunta?

domingo, noviembre 02, 2008

Breve noviazgo de domingo (el simulacro)

Cocinamos. Trajo un par de ingredientes y la plática. Era el almuerzo. Pasta, aceitunas, albahaca, pan, mango. Luego la televisión, sin zapatos, en la cama, una serie. Después al cine, una de terror, sobresaltos, risas, no bajamos el brazo del asiento entre los dos, apenas nos tocamos. Al termina, afuera hacía frío, volvimos a la cama, sin zapatos, otro capítulo, dormitamos, apenas nos tocamos. Se hizo tarde, es domingo. "Buenas noches. Hablamos". Beso. En la mejilla. Mañana será otro día.

viernes, octubre 31, 2008

31 de octubre

Fue en una fiesta de disfraces
usted andaba de usted
y yo andaba de mí
y aún así nos reconocimos
yo lo retaba a descifrarme desde mi camisa
y usted lleva ya tres años
explicándome como soy

Yo supe todo de usted
con alevosía y ventaja
lo encontré casi anónimo
y usted solo respodió
un almuerzo italoamericano
luego una cena y un beso robado
y el prólogo empezó

Lo demás lo contamos a diario
como se cuentan la historias que hacen dos
y usted sigue de usted
y yo sigo de mí
tan distintos y tan iguales
y aún así nos reconocemos
diciéndonos usted en medio de todos
como código secreto de intimidad

jueves, octubre 30, 2008

30 de octubre

Hay ruido
como silbidos de gigantes
y no hay nada que se quede quieto
es frío en piel viva
en las cosas
y en los sueños
es el viento

El viento
es como vos
mi princesa lejana
que silbás desde el imperio
las canciones que te mando
y recorrés impertinente
y sin perderte
los vericuetos de mi memoria
desordenando todo
dejando como al descuido
tus joyas más preciosas
esparcidas en cualquier lugar
siempre olvidada
pero certera cuando se trata de encontrarme

El viento es como vos
amiga íntima de mi palabra
el Auryn de mi historia finita
que nos retrata eternos hasta que dure
como el ingenuo perfume de mandarinas
que buscaste ilusionada al cerrar el libro
que nos hizo entender que amar es devorarse
y ya no hubo vuelta atrás

El viento hoy es como vos
este 30 de octubre
de un año calquiera
que golpea mi vida completa
como queriendo poner el mundo en fiesta
y yo solo te pienso
y sonrío
y te escribo
amiga íntima de mi sonrisa

miércoles, octubre 29, 2008

29 de octubre

A veces quiero decirte quien sos
porque solo yo lo sé
porque yo te inventé
yo te puse cada gesto y cada urgencia
sin mí no estarías en cuentos ni poemas
yo te di cada milímetro de memoria
te instalé en la eternidad de mis catedrales
yo dibujé tus cicatrices como labios
y marqué ritmo a tus pasos
dispuse tus tropiezos y puse lágrimas en tus ojos
boceté tu boca y le indiqué como besar
diseñé tus defectos y tus miradas de rabia
yo te enseñé a mentir con el silencio
a no gastar palabras de amor
a plantarte con soberbia ante la duda
yo te enseñé como quererme
a permanecer ahí aquí antes y después
y a llegar puntual cada 29 de octubre a mi calendario

Y a veces quiero decirte quien soy
pero eso solo vos lo sabés
porque vos me inventaste

Transiciones

Son varias y distintas, con el agravante de ser simultáneas. Una transición es la "Acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto", dice la RAE. Yo digo que son momentos de pureza: uno se despoja de lo que piensa que es y se va de donde uno cree que está. Y así sin la propia mediación, uno es lo que de verdad es, pero no hay modo de darse cuenta.

De un trabajo a un proyecto
De la lluvia al viento
De la pasión al dinero
De la voluntad al desconcierto
Del desvelo a más desvelo
De la paz a la guerra
Del desencanto a la indiferencia
Del desayuno a la vida
De la palabra al cenicero
De la soledad a la sonrisa
Del saludo al silencio
Del compañero al enemigo
Del amigo a la ausencia
De la distancia a lo imposible
Del talvez al nunca
De la ilusión al frío
De vos a mí
Del tango al miedo

domingo, octubre 26, 2008

45 minutos antes de mañana

Sigue siendo domingo, pero solo por 45 minutos más. No fue un día de muchas respuestas acertadas, pero como bien decía Scarlett O'Hara, "Mañana será otro día".

A quien interese: Playlist ampliada

Eso mismo: que he ampliado mi Playlist, al final encontrarán lo nuevo.
Disfrutémoslo, apaguémoslo, bajemosle el volumen, lo que gusten.

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PD1: Rafa, agregué Ni usa sola palabra. Clu, ya está por ahí Amiga mía. Jordeke, también puse Algo contigo.
PD2: No son dedicatorias actuales, conste. Valga la aclaración por aquello de las parejas y los parejos en extremo suspicaces.
PD3: Sospecho que no soy objeto de lectura de las parejas y parejos aludidos, pero no sabe uno los alcances de la suspicacia parejil.
PD4: Ningún parecido con la realidad es coincidencia.
PD5: Solamente.

sábado, octubre 25, 2008

Post de un domingo ¿cualquiera?


Es domingo, casi termina octubre, hace sol, dicen que hoy empieza el verano, es decir, aquí en Centroamérica, donde el verano es un ficción absurda. Es que aquí no tenemos verano, ni invierno, ni otoño y menos primavera. Tenemos Estación Seca y Estación Lluviosa, que se distribuyen en el año cada vez más caprichosamente: calentamiento global. Pero sí tenemos domingos, casi todos son como este, lleno de horas prometedoras, pero demagógicas. Un buen domingo siempre amanece con preguntas que se van despertando con un buen café y una alemanita Lido: ¿Hay que llamar o no hay que llamar a quién te llamó de madrugada para tomarse un par de tragos más? ¿Hiciste bien en tomártelos? ¿Qué fue exactamente lo que siguió a los dos tragos más? ¿Debo seguir mi vida como que no hubo llamada, ni dos tragos más, ni lo que siguió? ¿Podría?
Es domingo, y me da por entender con lucidez divina que, si existiera un dios, parar un domingo la creación para descansar eternamente era la mejor opción posible.

jueves, octubre 23, 2008

La gota


Que me vaya de aquí, me decís.
Pero no me llevás.
Que no estás, me decís.
Pero no te vas.

Es como cuando llueve (ahora) y oigo llover, pero está oscuro y la lluvia no se ve, pero llueve, porque juro que oigo llover.

Que me vaya de aquí, me decís.

Es como cuando llueve (ahora), que quiero ser la gota del otro lado del cristal.

Que me vaya de aquí, me decís.
Y yo me quiero ir.

martes, octubre 21, 2008

Mi vida no es tan fácil como se lee

Hoy lo dije (escribí): "Mi vida no es tan fácil como se lee". Cosas que uno dice (escribe) por pura gana de resultar ingenioso, pero algo pasa en algún rincón de los sesos con el ingenio que frases como esta van adquiriendo fuerza de realidad. Es cierto, mi vida no es tan fácil como se lee, porque resulta que al escribir episodios de mi vida, nunca es mi vida, se parece, eso sí, me tomo la libertad de hacer ficción, inspirada en mí, pero ficción, y resulta fácil lo que se lee, al menos eso creo. Quizá creo eso porque yo sé como es mi vida, y es mucho más dificil de lo que leo que escribí. Quizá escribo por eso, para aligerar. A veces escribo compulsivamente, divirtiéndome, desahogándome, martirizándome, y no me puedo contener (quizá sea yo un hipocondriaco: leí sobre la hipergrafía y ya estoy creyéndome Dostoievsky). Conciente soy de que estas líneas, ni otras por aquí cerca, no pasarán a la historia de la literatura, con suerte pasan ante los ojos de quien se toma el rato de leerme, y a veces me pregunto "¿por qué me lee quien me lee?", y las respuestas no son claras, entonces sigo escribiendo, me es fácil, aunque a veces me haga daño, o haga daño. Lo más dificil de mi vida quizá sea este embrollo de la vida misma desde mí mismo, no siempre estoy bajo la sombra, y el sol me quema o la lluvia me ahoga, duermo poco y suelo estar solo. Estar solo ya no me molesta tanto, me alivia la incomprensión, me la evita, también me evita la frustración de buscar compañía. Quizá por eso escribo, porque al menos quiero ser un solitario profesional, porque según Gabriel García Márquez “escribir es el trabajo más solitario del mundo”, entonces quizá “escribo porque para mí no hay otro destino”, como decía Jorge Luis Borges, aunque mi destino y el de Borges no tengan absolutamente nada en común, y sea yo solo un delirante egocéntrico con la autoestima venida a más, “hay que ser un neurótico para dedicarse a esta tontería", le dice un amigo por teléfono a Augusto Monterroso refiriéndose a la angustia de escribir. Escribo y mi vida se lee fácil, pero eso es porque escribo, pero mi vida no es tan fácil como se lee. Créanme, aunque me lean.

lunes, octubre 20, 2008

"Contra los bloggers"

Por favor pulsen aquí y lean.

Bueno, lean la revista entera que no tiene desperdicio.

Solamente.

Excluyentes


Somos excluyentes. De alguna manera todos somos excluyentes cuando nos sentimos incluidos, cuando nos sentimos parte, indentificados, gregarios, nosotros frente a ellos. Excluimos, a veces, sin intención, otras con alevosía. Apartar a los otros es una manera de saltar en medio de la fila, de procurarnos atención cuando somos fuertes, cuando somos plural. La exclusión es simbólica: hablar en otro idioma que los demás no entienden, hablar en códigos de vida en común, hablar de temas de incunbencia limitada, gritar en grupo, hablar en secreto, dar la espalda, no hablar, hablar sin dirigirse a los demás, son muchas formas en que se puede ser excluyente, y quizás son más abundantes que las de ser incluyente. Somos excluyente y es hermoso ver, a veces, a los excluyentes defendiendo su derecho a construir su nosotros, sin nosotros, y es difícil no caer en la tentación de decírselos así, aunque no nos importe, solo para pintar la raya. Ustedes nos sabrán disculpar.


miércoles, octubre 15, 2008

Él

Él tiene un discurso. Detallado, específico, egoista, descarado y demoledor. Él no se gusta, pero se admira así. Inaccesible, frío, utilitario, insensible, calculador y perturbante. Así es especial. Así exhibe su temple inquebrantable. Él no es feliz, pero prefiere no ser uno más. Él es así, un solitario desdichado, y sufre, pero se admira así, y es lo que más necesita, mucho más que ser uno del montón que necesita verse en la mirada de otro. Él.

A veces


A veces, sin saber por qué, es de madrugada. Es de madrugada y empiezo a pensar. A pensar en alguien que no conozco, que nuca he visto, pero sé su nombre, su talla de pantalón, la marca de su champú y el color exacto de sus ojos. Sus ojos es lo primero que veo, que me ven, que no están ahí, pero que lo saben todo. Saben todo lo que pienso y lo que voy a pensar, que no quiero volver, que no quiero salir otra vez sin querer ir donde voy. Donde voy siempre hay preguntas y tareas confusas. Confusas también son las ideas que se levantan sin gravedad de mi teclado, que flotan por ahí como si fueran importantes. Importantes digo, y no sé lo que digo, solo a veces.

Perdido y encontrado


Peor que sentirse perdido es sentirse encontrado. Ahí donde todos saben donde está uno, y uno sin moverse, sin hacer muecas demás como esperando que le tomen la foto, la foto no, que lo retrate un pintor calvo con bigote, con ojos chiquitos y manos regordetas: quieto, no se mueva que no va a quedar bien. Antes, cuando tenía esa facilidad para sentirme perdido, también me sentía libre y reía a gusto, no por nervios. Es que era lindo sentirse un tal Jesús de 13 años, hijo de dios, vagando libre de los ojos del padre putativo y la madre virgen, era lindo andar perdido en el templo hablando y sorprendiendo a los maestros de la ley que preguntan cosas —quién sabe qué cosas— que no se le preguntan a un niño de 13 años, aunque este niño sea el hijo de dios, era lindo sentirse perdido así, en pleno uso del bendito albedrío. No era tan lindo estar y ser encontrado, regañado, vilipendiado y, por sobre todo, incomprendido, borrado y vuelto a encontrar ya con 33 y ya para matarlo —¡vaya guionista!.
Ahora, precisamente ahora, por todo esto es que digo que peor que sentirse perdido es sentirse encontrado.

lunes, octubre 13, 2008

¿Qué será?


Los buenos publicistas quisieran ser artistas,

pero los verdaderos artistas no quieren ser publicistas.

viernes, octubre 10, 2008

La escritura, el lenguaje, los ausentes y Sigmud Freud


"La escritura es el lenguaje del ausente", frase bendita de Sigmud Freud (no tiene blog Miguel), este señor sospechoso que nos metió la desconfianza en el espejo, dejó escrita esta frase en "El malestar de la cultura", quizá uno de mis textos favorito, al que le dediqué algún ejercicio académico en mis momentos de pseudosesudo intelectual estudiante de filosofía y si le hacen clic a la parte coloreada podrán leerlo tal cual fue digno de un 10.
Pero bueno, el punto no es mi 10, es que la frase en cuestión la tiene mi amiga histórica (histérica, estoica) es su nick. Dicha amiga, es mi amiga desde hace 22 años, es mi primer amor, 9 años de novios desde los 13 años. Es decir, nos hicimos uno al otro, porque no había nadie más que los dos en esos años de tribulaciones adolescenciales. Fue la primera novia y amiga que se fue del país. Se fue así, derepente, y durante un año más seguimos como novios distanciados, y otro más como ex conflictuados (y distanciados) saboteándonos a control remoto todo intento de relacion amorosa. Al final supimos ser los amigos que siempre fuimos, y ahí estamos, siempre escribiendo. El cuento viene a que con ella empecé a escribir y recibir cartas, escritas a mano, sobre papel y enviadas por correo que tardaban unos 12 días en llegar. Del primer año tengo 36 cartas, del siguiente unas 20, cartas largas, llenas de historias, de distancia y de ausencia. Ella es psicóloga, de escuela psicoanalítica, y Freud siempre fue un tema recurrente. Nos hacía gracia como el índice de sus obras completas nos describía. Nos escribíamos así, casi obsesivamente, hasta que un buen día apareció el Internet y el email. Dejamos el papel y el lapicero, y nos dedicamos a teclear. Algo pasó. Antes, acumulábamos la vivencia de 15 días en una carta, con el email, podíamos enviar y recibir a diario nuestras historias, pero dejaron de ser las eran. A veces eran forzadas, como escritas porque había que escribir. La posibilidad diaria de comunicarnos nos rompió el encanto de la correspondencia, de la distancia, de la ausencia. Nos fuimos haciendo otros, muy parecidos, pero distintos a los que nos hicimos en tinta y papel, que ya eran distintos a los de carne y hueso. Cuano vi su nick el otro día, tuvimos una breve comunicación:

Elmer: yo soy un ausente pues :D
Alicia: un ausente? ah.... sí
Elmer: porque uso la escritura pues
Alicia: a poco no está lindo?... y muy cierto
Elmer: sí
Alicia: en aquellos tiempos
Elmer: sin messenger
Alicia: sí, eso nos pasó a perjudicar y le da a Freud la razón... del engaño de la tecnología
Elmer: cree?... no, no es un engaño
Alicia: sí, nos hace creer más cerca, pero finalemnte nos comunicamos menos no? entonces no acorta la distancia sino la comunicación... me refiero en el engaño a la tecnología, no a la escritura
Elmer: ...
Alicia: ...
Y sí, algo tienen de razón Freud y Alicia. Y buscando escontré a otro señorm, M. Escola (tampoco tiene blog Miguel), diciendo cosas que le ponen un poco de orden a las ideas estas:
La “autenticidad” de una carta/letra, lo que constituye su valor, reside en esa distancia, que quiere (en mi lugar) que diga siempre más de lo que “yo” quería inicialmente. El “Yo” se deja allí desbordar. Por eso precisamente la palabra epistolar no puede ser un sustituto del intercambio oral: lejos de ser inmediata, la expresión de sí misma que pretende está poderosamente mediatizada por la ausencia del otro y el ritmo mismo de la escritura. ¿Por qué debería mi práctica epistolar obedecer a convenciones tan immutables, sino para conjurar el vértigo de ese desborde?
Lo cierto es que escribir una carta, un email, en el msn, un post, un blog entero, nos declara ausentes ¿Adictos a la ausencia?


jueves, octubre 09, 2008

Apenas un poema

Apenas lloramos, apenas volamos,
apenas volvemos, apenas silbamos,
apenas goteamos, apenas ingerimos,
apenas tenemos, apenas transgredimos,
apenas decantamos, apenas penetramos,
apenas descendemos, apenas martillamos,
apenas amortizamos, apenas descontamos,
apenas parecemos, apenas intrigamos,
apenas elucubramos, apenas resplandecemos,
apenas ocultamos, apenas ofendemos,
apenas insistimos, apenas palidecemos,
apenas horneamos, apenas pulimos,
apenas sublimamos, apenas masticamos,
apenas deletreamos, apenas dividimos,
apenas recordamos, apenas hostigamos,
apenas dispensamos, apenas recorremos,
apenas coloreamos, apenas apretamos,
apenas barnizamos, apenas adoramos,
apenas destornillamos, apenas surcamos,
apenas condenamos, apenas enhebramos,
apenas invertimos, apenas fornicamos,
apenas fraguamos, apenas enamoramos,
apenas comprendemos, apenas curamos,
apenas vilipendiamos, apenas capturamos,
apenas zurcimos, apenas compadecemos,
apenas contentamos, apenas esmerilamos,
apenas posteamos, apenas, apenas, apenas.

Sueño sin soñar

Tengo todo el sueño del mundo,
pero no consigo dormir,
ni soñar
todos los sueños que tengo.

martes, octubre 07, 2008

Fiestas


A veces voy a fiestas. Suelo salir huyendo. Las fiestas me recuerdan las misas de mi infancia de pueblo: rodeado de gente, de mucha gente, demasiada gente. Casi siempre perdía la conciencia y al recobrarla estaba en la entrada de la iglesia con mi tía Margo dándome aire con un diario, y poniéndome agua en la frente y las mejillas. "Te desvaneciste", me decía, "te dio ahogo el gentío". Nunca me diagnósticaron claustrofobia, pero poco a poco mi devota madre tuvo que dejar de llevarme a misa, y cuando me llevaba, ya viviendo en la capital, nos quedábamos en las bancas más cerca de la puerta, y casi siempre mediaba la promesa de ir a comer a la Pizza Boom, porque íbamos a Don Rúa. Comer pizza me gustaba, y la misa con puerta de salvación a dos metros era una experiencia menos asfixiante. Pero volviendo a las fiestas, también las fiestas me costaron siempre, las fiestas como tales, anónimas, sociables. Ir a discotecas con amigos lo llevo bien, una contradiccón que por un tiempo creí una cura, hasta que me vi en una fiesta de nuevo. Cuando digo fiestas me refiero a multitudes, con un buen porcentaje de desconocidos, o bien conocidos que no me interesan, música fuerte y mucha gente hablando más fuerte aún.

No puedo. No sé, no puedo. Ya no puedo. He podido, pero quizá ya no me interesa poder. Precisamente vengo de una fiesta. Salí huyendo. Llovía. Al llegar a mi casa, tomé agua mientras me comía una bolsa de congamix. Hoy no esperaba correo (igual no había). Me puse a escribir esto, y al mismo tiempo hablaba con uno de mis mejores amigos, al que le contaba sobre la agudización de mi insociabilidad. Él insistía en que yo no era insociable:

— Yo he visto como te llevas con la gente Elmer, y eso no es ser "insociable"... ay bueno eso puede ser, pero me parece que nada más andas apático y eso es normal en todos.
— Que más da.
— Ay, vamos Elmer, yo sé que no es que te interese menos ser sociable, ¿qué tenes?
— No creo tener "algo", es que soy más así, no sé, uno crece, y se va haciendo más como es.
— Ok... bueno, pues si te aceptás así yo también lo haré :) jejeje como que si me estuvieras diciendo que volviste a entrar al closet jejejeje.
— Jaja... a uno de los tantos closet que uno tiene en la vida.
— Sí, son varios, pero así pasa.... Mirá, cuando me pase la gastritis vamos de nuevo al Buffalo Wings, como la vez pasada.
Iremos. Supongo. Disfruto de su compañía, de la compañía, incluso me gustan las "reuniones", es decir, grupo moderado de gente platicando con música de fondo, alcohol, cigarros, risas, anécdotas, algún gracioso, algún vulgar, algún tonto. Claro, también las reuniones terminan fastidiándome cuando son la misma repetida. Entonces me ausento, y terminan ausentándome. Y todo tiende a empezar, para llegar inevitablemente a estas conclusiones. Supongo que por eso escribo, porque es una manera solitaria de existir, de comunicarse, de recrear el mundo a mi antojo, de inventarme a este que se confiesa como si fuera yo.

Hasta aquí mi discurso de hoy, este "after party" solemne y desganado, que hace que me guste tanto Marcel Proust cuando dice que
"todas las desdichas de los hombres derivan de su incapacidad de vivir aislados en una habitación".

El playlist


Si usted es observador y escuchador, habrá notado, querido lector, querida lectora, que hace unos días agregué allá abajo de este mi blog un playlist (¿una playlist?) con la intención de presumir mi gusto musical, del que estoy orgulloso como de un hijo triste. Pero lo hice también con la intención de compartir. Soy de los que de pronto detiene a la gente y le pone una canción y exige plena atención. No todos me toman en serio, hacen como que oyen, pero no les importa, y yo me doy cuenta, y ellos me importan menos. Mis amigos reniegan burlones de mi iPod: "¡deprimente!" me acusan con su felicidad de top 10, mientras yo casi me alegro de aburrirlos con mis canciones. Es que mis canciones y yo tenemos algo entre manos, quizá un plan de suicidio a plazos, o un largo viaje de contado, una confesión escandalosa, o simplemente ganas de vivir atormentándonos los días. Mis canciones se repiten y repiten y repiten, y de pronto se me olvidan, quedan ahí sonando para nadie, hasta que las reencuentro maravillado. Pues eso, mis canciones, una cuantas, suenan en mi playlist, así que escúchelas por vafor, como si usted de verdad me quisiera.

lunes, octubre 06, 2008

La importancia

Un día, no muy lejano, en un lugar, demasiado cercano, pensé que podía prescindir de la importancia. Importar y que me importen. Pero quizá me falta saturar mis prioridades hasta eliminar por completo esas ganas locas de ganar. Talvez un buen día pase, pero ya no va a importar.


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RAE:
Importancia: 1. Cualidad de lo importante, de lo que es muy conveniente o interesante, o de mucha entidad o consecuencia. 2. Representación de alguien por su dignidad o cualidades.

sábado, octubre 04, 2008

Capsulitas


Hoy me dijo un doctor que estoy sano, que solo tengo una glándula retorcida, que mi dolor se cura con capsulitas. Creo que me puse contento porque no me gusta el dolor, pero también no me puse contento porque no me gustan las capsulitas. Luego empezó a llover, llegué a mi casa y busqué ese correo que no va a llegar. Entonces me acordé de las capsulitas y me tomé una. Uno de los dolores se me quitó.

miércoles, octubre 01, 2008

El viento


El viento tiene fama —fundamentada— de llevarse cosas. Se las lleva, sí, a veces de forma sutil y hasta poética, y a veces de forma desatrosa y cruel. El viento es lo más parecido al tiempo: no lo vemos, siempre está ahí, pero lo sentimos, aunque no lo pensemos. Dice la Real Academia de la Lengua que viento es "Corriente de aire producida en la atmósfera por causas naturales", y también dice once acepciones más, y entre ellas dice "Cosa que mueve o agita el ánimo con violencia o variedad". Quien decía del viento también era Juan Rulfo, en "Luvina" quizá es cuando más dijo, quizá lo dijo todo. Eso pensé anoche que lei "Luvina" de nuevo, quizá deba decir hoy porque ya había pasado la media noche, y ya era octubre y octubre trae el viento a la mente, aunque el clima se empeñe en no odebeder tradiciones, y menos a literatos. Estoy resistiendo la tentación de contar —o inventarme— anécdotas con piscuchas y de citar a Alfredo Espino, pero es demasiado fácil ser costumbrista para conmover sin esforzar la creatividad. Quizá prefiera al viento provocando turbulencias en los aviones, o retrasos de tres horas volando —en avión, claro está— de Madrid a Miami, lo prefiero llevándose a Rhett Butler, en las o tildadas de Pessoa, en Campo de Criptana, desde el mar, y sobre todo insolente en mi ventana, gritando y golpeando como si supiera las cosas que pasan adentro.

viernes, septiembre 26, 2008

Nuncamuerto

Yo no quiero darte flores, mientras vivas, ni padecerte como virgen lujuriosa, siempreviva. Quizá tampoco quiera ser tan libre como para desafiar permisos, ni vestirme para circos, y menos postrarme en sillones familiares a devorar telenovelas en horas muertas de la vergüenza.
Lo del negocio propio, querida mía, es tan impropio para novios como yo, tan dados a soltarse de las manos en medio de las tiendas de buen vestir, agencias de viajes y estantes llenos de papel impreso.
Me ofrezco sin dudas a saltar con vos de cama en cama, sin apellidos, ni revuelos, ni venias, sin darte los buenos días, siempre y cuando empecemos de nuevo cada jueves santo. Yo no quiero ser nunca necesario, pero quiero necesitarte a mi antojo. Yo no quiero ser suficiente, ni aunque me veás juntando ramitos rosados para llevarlos tempranito cada dos de noviembre de cada año que te sobreviva.


Para más señas: Siempreviva.

lunes, septiembre 22, 2008

Desayuno sucedáneo


Este lunes amaneció como yo. Insistente, gris y frío. Pesado también. Hoy no hubo desayuno, y con la más descarada intención de evadir al lunes en cuestión, llegué a mi trabajo y me puse a leer blog y periódicos. Los blog que leo a veces y los periódicos que leo siempre estaban hoy confabulados en mi causa. El post de fin de verano de Xavier Velasco me dio compañía, una especie de abrazo comprensivo, llenó esa necesidad de "sentirme parte de" que tanto mencionaba mi dedicado psicólogo mientra yo pensaba entre risas mentales "lo que necesito es 'sentirme todo' querido psicólogo". Con Velasco convercé durante su gira promocional como Premio Alfaguara, con "El Diablo Guardián", y me pareció el que parece ser, por eso la confianza. Luego pasé a la política foránea en las crónicas decisivas de Héctor Feliciano, que recién volvió luego de varios meses de ausencia para hablar de Obama, McCain, Clinton, Palin, votos, encuestas desde su oficio de observador y cronista, siempre sereno, informado e informándose mientras se pasea en el múltiple lobby literario y periodístico de Nueva York. Me gusta su estilo, fue mi maestro, valga la presunción. Y como a mí me gusta saber cosas, sobre todo entender, la lectura me hizo sentir importante, creo que mi psicólogo mencionaba algo así como "compensar un déficit atencional", mientras yo lo veía con mucha atención como anotaba y anotaba y seguía anotando en su libreta sin mirarme nunca. Después me fui al recién inaugurado Cuaderno de Saramago, donde el señor se pone duro y dice de todos, y bueno, me divierte el intelecto, por decirlo de alguna manera, y me da esa ridícula sensación de viejo conocido, no solo por haberlo leído bastante, sino porque —¡ay, presumido de mí!— lo entrevisté hace un par de años. Enojón y cándido, don José es de esos tipos luminosos, como abuelo (que lugar común, pero ni modo), como para recordarlo hablando y moviendo los brazos afanadamente cuando uno lo lee. Y ahí paré esas imaginarias visitas a esas amistades imaginarias, porque, aunque ellos son reales, amigos no somos, si acaso conocidos por puro oficio, pero hoy, tal cual, me supieron decir alguna cosa, y crear, pantalla de por medio, esa intimidad reconfortante de un desayuno , que de otra manera, hoy no pudo ser.

domingo, septiembre 07, 2008

Llamadas

Dicen que las madrugadas se prestan a las llamadas prohibidas. Sobre todo cuando la madrugada lo pone a uno tan libre y la conciencia lo deja a uno ahí, suelto, valiente, irresponsable e irreverente. No sé bien si el alcohol tiene algo que ver, yo sé bien que todos dirán que sí, pero yo no le echaría la culpa. Por mucho alcohol que tenga la madrugada, uno no llama si no hay alguien a quien llamar, si no hay algo que decir, si no hay alguien a quien golpear. Uno sabe que no contestarán, y por eso no tiene ningún discurso que encumbrar. Es como cuando los perros salen corriendo y landrando ferozmente tras los carros que pasan ¿Qué harían los perros con los carros si los alcanzarán?
Y al amanecer, a veces, las llamadas las recibe uno, y en las mañanas después de esas madrugadas, uno está ya indefenso, con sueño, apenas lúcido, y quizá avergonzado. Entonces uno solo quiere dormir. Dicen.

martes, agosto 26, 2008

"Desde mi vida se ve el mar" ("Vida con vistas", el poema)

Vida con vistas

Desde mi vida se ve el mar
con su imposible betún plateado
y la huella de último creyente
perturbándolo desafiante
y se ve la plaza imaginaria
en esta ciudad desplazada
se ve como rebotan las golondrinas en las ventanas del viento
y esa fuente marchita
donde caen recuerdos que nadie tiene
se ve el sol que no se pone
y las montañas sin fe que las mueva
el camino del hombre
y la mueca de la risa del desgraciado
se ve el tintero y las ganas de amar del asesino
se ve tan claro el tiempo
y sus tabiques de historia
la muralla flotante de la utopía y el absurdo
se ve tan lejos el suelo
y la mujer que llega
se ven los bosques del pintor
el niño que mira alto
y el baile torpe de un hipopótamo
y la mirada del indolente insomne
que está allá
desde su vida
viendo como se ve el mar
con su imposible betún plateado

domingo, agosto 24, 2008

"Desde mi vida se ve el mar" (la foto)


Así vi, desde mi vida, el mar el día de mi cumpleaños.

domingo, agosto 17, 2008

A caballo




A caballo. Así anduve hace unos días, en medio de unos parajes otrora inhóspitos, y hoy turísticos. Guazapa. El cerro ese que dicen que parece una mujer dormida, y que no se despertó ni con la guerra que tuvo en las entrañas. Yo tuve un caballo de niño, un caballo blanco que se llamaba, si mal no recuerdo, Ángel Blanco, porque era blanco, y porque mi abuelo se llamaba Ángel, y mi hermano mayor se llama así también y la finca familiar se llama El Angelito. Escribo esto y empiezo a dudar de la veracidad de mis recuerdos, pero bueno, tómenlo por el lado literario y con el único objetivo de entretenerlos con una historia más interesante que cualquiera de mi vida verificable, o no sé. De mi caballo recuerdo su lengua sobre la palma de mi mano comiendo lo que le daba, a las vacas les daba sal, al caballo no recuerdo bien. También me recuerdo en overoles azules montado en el caballo, primero con mi papá o con don Lencho, el señor que pastoreaba las vacas a caballo. También recuerdo cuando estuve solo yo sobre el Ángel Blanco, y que aprendí a llevarlo, o él aprendió a llevarme. De pronto mis recuerdos se truncan, y no tengo modo de saber que pasó con el caballo, y hasta el cierre de este post mi mamá no me contesta el celular, ni el fijo, así que ahí les cuento después. Sí recuerdo que las vacas se las robaron, eran los ochenta, y eso era así. Pero volviendo a caballo a Guazapa, comprobé que andar a caballo es como andar en bicicleta, que no se olvida, pero que tampoco es que se recuerde lo suficiente. Pero por ahí anduve a caballo, con una sensación animal y ajeno del suelo. Como a veces me pasa, recurrí a mi teléfono y su cámara de apenas 2.2 mega píxeles y grabé unos segundos de mi travesía , y aquí está por si alguno o alguna quiera ver como se ve la vida a galope de caballo.

Hay días tan pequeñitos

Hay días tan pequeñitos que se les pierden a los calendarios. A uno le toca andar preguntándole a los gatos, y en caso extremo a las ardillas –que son expertas en buscar y encontrar– para poder gastarse las pequeñitas horas que conforman esos días tan pequeñitos. Son días, además de pequeñitos, repletos de estampitas de colección, unas de colores sin nombre y otras con acordes para guitarras desafinadas. También hay ahí estampitas con fotografías de bodegones en los que posan desnudas las emociones unas encima de otras, de lado, de frente, de costado e iluminadas por la luz de aquella estrella que estaba allá ¿la ves?, no, esa no, aquella, sí, justo esa. La cuestión es que si uno, por fortuna de las plegarias de los otros –esas que se quedan flotando porque no llegaron a ninguna parte– dan con el camino violeta boreal que lleva a uno de esos días, entonces uno debe de darse por enterado de que la vida le está dando a uno pistas porque hay algo que debemos averiguar. Entonces ayuda mucho examinar detenidamente esos instante que lleva uno en la bolsa izquierda del pantalón, ahí, seguro, habrá otra pista que conduzca a la entrada misma del laberinto de paredes risueñas que se ríen de los perdidos. Uno debe de dejar las alas en la entrada y quitarse los zapatos para poder sentir los besos que los rojos labios de la alfombra dan en cada paso. Si uno mira hacia arriba cuando se ha andado lo suficiente, justo sobre nuestra cabeza, y justo debajo de aquella estrella, estará puntual un colibrí transparente recitando en colibriano los poemas del tiempo. Entonces uno sabe que tiene que desnudarse desde adentro y tenderse pacientemente sobre la hierba para escuchar hasta entender exactamente esos balbuceos felices que emanan en el parto de las palabras maravillosas. Ahí estuve yo, y fue entonces, solo luego de trescientas veintisiete horas, con trece minutos y en el segundo 59, que por fin se reveló contundente en mis oídos el secreto de la vida: escuché tu nombre.

miércoles, agosto 13, 2008

Sobre emoticons, emos, ventanitas y otras importantes trivialidades

En mi oficina uso el Meebo cuando quiero comunicarme con mis contactos de MSN Messenger, porque en mi oficina no nos dejan usar el MSN Messenger no sé por qué razones de esas que razonan los técnicos-todopoderosos-informáticos, y que secundan los de recursos humanos, y que avalan los gerentes y así, hasta que joden al pueblo del Señor. Pero la cuestión es que en ese sitio encontré unas estadísticas para nada importantes, pero sí interesantes, o al menos motivantes para un humilde post. Publicaban los del Meebo un ranking de los emoticons más utilizados entre sus usuarios. Luego de preguntarme cómo diablos saben que emoticons usamos los incautos usuarios, decidí no alimentar mi paranoia, y dejar pasar a la curiosidad, confiado en que no soy gato.

Según estos señores (o señoras) del Meebo, este es el ranking de sus emoticons, que son muy similares a los que todos conocemos en el MNS Mesenger salvo unas variantes.

Besos - 14.2 %
Cara alegre - 12.5 %
Carcajadas - 8.5 %
Guiños de ojo - 7.7 %
Sonrisa - 6.3 %
Lengua - 4.7 %
Llorar de la risa - 4.5 %
Triste - 4.0 %
Lengua con guiño de ojo - 3.4 %
Amor y paz - 3.3 %
Emo - 1.5%

Un intento de conclusión que sacan es que los usuarios de meebo son, en su mayoría, gente enamorada y feliz. También destacan el hecho de que el menos usado es el emoticons que representa a un Emo (que ellos se inventaron recientemente). No sé si este ranking solo era una pieza más de la inusitada campaña contra los Emos que se ha soltado por todos lados, probablemente sí. La intolerancia que han despertado estos jovencitos (los Emos ) en una parte de la humanidad me pareció digna de atención desde que tuve noticias de las persecuciones, golpizas, asesinatos y disparates que se dicen por uno y otro medio. A mí por lo general me gusta no estar de acuerdo, y quizá por eso me caen bien los Emos, incluso me divierto provocando a los Antiemos comparando a los Emos con los Hippies, ante lo cual, los exhippies, neohippies, yuppies, gruppies y demás herederos de aquellos Emos sesenteros, hacen gestos ácidos y sueltan frases llenas de indignación, acusándome casi inmediatamente de ignorante. Yo me río. También me asombro. Todo el mundo habla de los Emos, pero nadie quiere saber sobre ellos, solo quieren opinar desde ese odio que despierta lo que no se entiende, o no se quiere enteneder.

Las conclusiones de Meebo respecto a la felicidad y el amor en sus usuarios a partir del ranking de los emoticons me hacen pensar también que puede ser que la gente en efecto se enamore y sea feliz en Meebo, y solo ahí. Estas ventanitas en las pantallas de las computadoras —patrocinadas por MSN, Yahoo!, Google, y demás— han creado una forma de relacionarse única y nunca antes vista en la historia de la humanidad. Frente a estas ventanitas y escribiendo en ellas todos podemos ser comunicativos, encantadores, sexys, divertidos, románticos, trágicos, emocionales, guapos, interesantes, y también mezquinos, cínicos, vulgares, degenerados. Podemos ser todo esto solo ahí, frente a las ventanitas, con los emoticons apoyándonos para expresarnos y volviéndos tiernos y ocurrentes. Hay amores que surgen de ahí, que se quedan ahí, porque ahí, por ejemplo, somos siempre solteros si queremos, y estamos protegidos e impunes, ahí somos dueños absolutos de nuestra imagen, y lo mejor, es que contamos con que todos los usuarios están al tanto de como funciona la cosa, por lo tanto nos sentimos exculpados, y que el más tonto se joda. Y todo esto es comunicación, y siempre se ha dicho que la comunicación es lo más importante para las buenas relaciones humanas, pero ¿qué pasa cuando solo hay comunicación y falta todo lo demás?

Ya me puse serio y así no me gusto tanto. Además ¿cómo es que me tomé tan en serio un ranking de emoticons? Mejor me voy a engañar a alguien a la otra ventanita.

sábado, agosto 09, 2008

Ni es cielo ni es azul

Junto a mi cama hay una ventana. Una ventana franca. Uno se acuesta —solo o acompañado— con la espalda sobre el edredón negro y con la cabeza junto a la ventana y ve hacia arriba y lo que ve es el cielo, y uno, ingenuamente, se conmueve, y lo primero que uno —si ese Uno se atreve a ser yo— recuerda son unos versos endecasílabos del siglo XVI:

"Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul.
¡Lástima grande que no sea verdad tanta belleza!"

Lo escribió Lupercio Leonardo de Argensola, que vivió en España desde 1559, y murió en Nápoles, en 1613. Luego, uno se pregunta si Lupercio trataba de solidarizarse estéticamente con Copérnico y Kepler, que, con la ciencia bajo el brazo, recién un siglo atrás habían demostrado que el sol no gira alrededor de la tierra y que el cielo no es azul, deshabilitando para siempre dos ideas de fe basadas en afirmaciones bellas y de fácil comprobación, en apariencia, pero equivocadas. Después de la pregunta, uno se siente un poco tonto. No, Lupercio, se sentía como uno hoy mirando al cielo: engañado.

Con esta dramática conclusión, uno toma su teléfono con cámara digital de apenas 2.2 megapixeles y apunta al acusado. Y ahí está el cielo y una gran historia entre una nube pequeñita y una gigantesca que uno nunca lograría contar. Pero si ustedes se toman dos minutos para ver este remedo de instalación en video, verán como las dos nubes, de manera maravillosamente imperceptible, se van acercando románticamente para deformarse y borrar la escena sin dejar un solo rastro. Detuve la grabación dos minutos después y vi la escena en la pantalla de mi teléfono, y cuando volví la vista nuevamente al cielo solo había ese azul que no es. Me dio algo como un miedo triste. Y uno desea que Lupercio sea científico y no poeta.

lunes, agosto 04, 2008

Aviones

Pocas máquinas enorgullecen tanto a la humanidad como los aviones. Vuelan. Los humanos no. Pero los aviones nos separan de la tierra, nos elevan por encima de nosotros y nos hacen transitar el espacio y el tiempo en condiciones que no nos son propias como especie, pero que conseguimos utilizando una capacidad propia de nuestra especie: somos creadores. O quizá solo imitamos —la epistemología, la metafísica, la antropología, la ciencia, la teología, la poesía han dicho mucho sobre las posibilidades, posibles e imposibles, según el ánimo de la época.

¿Alguno de ustedes ha deseado tocar la cola de un avión? Yo nunca antes de que alguien que lo hizo me lo contó. Ahora lo deseo. Pero esos son otros vuelos. Pero los aviones son así, se involucran en la vida de uno de maneras incalculables. Cuando yo era un niño de 4 años, cada vez que pasaba un avión por el cielo del pueblo me decían "Julio se fue en un avión como ese", Julio era un primo mío, que nunca conocí, porque se fue en un avión, presuntamente a Brasil, pero en realidad se fue a otro lado y nunca regresó. Durante mucho tiempo, cada vez que veía un avión alzaba los brazos saludando a mi primo Julio, y los aviones empezaron a significar algo muy humano, yo recuerdo sentir cariño por los aviones, que era la imagen que tenía de mi primo Julio. Cuando tenía 6 años mi hermano mayor, que sí conozco, también se fue en un avión, y desde entonces saludaba a los aviones por partida doble. A los 11 años subí por primera vez a un avión, y descubrí que ni mi primo ni mi hermano estaban dentro de ese avión, y asumí que tampoco dentro de ninguno de los que había saludado antes. Los aviones perdieron todo mi afecto. Desde entonces he ido y venido muchísimas veces en aviones, y mi relación con ellos ha sido eminentemente utilitaria, con una excepción. La excepción fue viajando a La Habana, que me dio por sentirlos cómplices de mi huida, huía de un dolor.

Los aviones, ya sea abordo o no, nos separan de la tierra, nos alejan, nos disuelven, nos cambian. Los aviones se han llevado a mucha de mi gente, a veces la traen de regreso, pero también se la vuelven a llevar, y uno se acostumbra.

Hace una cuantas horas hablaba por teléfono con vos, Claudia, y me dijiste que nunca había escrito aquí de vos. Vos te fuiste en un avión, y volvés, a veces, y te volvés a ir, siempre, y siempre que hablamos, vos allá y yo acá, recién te has vuelto a ir en un avión, siempre te pregunto "¿Cómo va el aterrizaje?", y empezamos a hablar como aviones, sintiendo el golpe del tren de aterrizaje sobre la pista, la mortal fricción de las llantas, el estremecimiento, la angustia, las decisiones, la vida en tierra, la lejanía, lo bueno, lo duro. "Y vos", me preguntás, "¿Cómo te quedás?", y nunca sé qué decirte, y solo te digo "Pues así, quedándome". Luego nos reconocemos. La llamada se cortó, y ni vos ni yo volvimos a marcar. El aterrizaje se completa.

Yo ya no saludo a los aviones.

jueves, julio 31, 2008

De parte de un escritor equivocado

"El periodista es un hombre que se ha equivocado de carrera". Frase del bueno de Otto Von Bismarck. Más que gustarme la frase, me golpea, y eso es parte de su encanto. Pues yo me equivoqué, y es un hecho de todos conocido. Ahora bien, me puse a buscar un significado preciso para mi equivocación, y, como buena costumbre, recurrí al diccionario de la Real Academia, y ahora les cuento como me fue:
equivocación.
(Del lat. aequivocatĭo, -ōnis).
1. f. Acción y efecto de equivocar.
2. f. Cosa hecha con desacierto.
Bueno, dije, vamos por el desacierto:
desacierto.
1. m. Acción de desacertar.
2. m. Dicho o hecho desacertado.
Obvio, los verbos entonces:
equivocar.
(De equívoco).
1. tr. Tener o tomar algo por otra cosa, juzgando u obrando desacertadamente. U. m. c. prnl.
2. prnl. Dicho de dos o más cosas: Semejarse mucho y parecer una misma. Ese muro se equivoca con la fachada.

desacertar.
(De des- y acertar).
1. intr. errar (‖ no acertar).
Otro verbo:
errar.
(Del lat. errāre).
1. tr. No acertar. Errar el blanco, la vocación. U. t. c. intr. Errar en la respuesta. Era u. t. c. prnl.2. tr. desus. Faltar, no cumplir con lo que se debe. Disculpáronse los vasallos, si en algo habían errado a su señor.
3. intr. Andar vagando de una parte a otra.
4. intr. Dicho del pensamiento, de la imaginación o de la atención: divagar.
Entonces:
divagar.
(Del lat. divagāri).
1. intr. vagar.
2. intr. Separarse del asunto de que se trata.
3. intr. Hablar o escribir sin concierto ni propósito fijo y determinado.
Y para terminar:
vagar.
(Del lat. vagāri).
1. intr. Andar por varias partes sin determinación a sitio o lugar, o sin especial detención en ninguno.
2. intr. Andar por un sitio sin hallar camino o lo que se busca.
3. intr. Dicho de una cosa: Andar libre y suelta, o sin el orden y disposición que regularmente debe tener.
Así pues, hoy que es día del periodista el diccionario me lleva por caminos inesperados para un homenaje de parte de un escritor equivocado a los muchos y muy queridos amigos periodistas, y como bien dice Hugo Ojetti, "El periodista es sólo un escritor que cuando toma la pluma, no espera la inmortalidad". A saber.

sábado, julio 26, 2008

Afuera


A veces, cuando voy a tomarme un café —a veces a solas y a veces no tanto— me siento afuera, en las mesas que están afuera. Hay una ventana enorme, una vitrina, que deja ver hacia adentro, adentro del café. Y me gusta ver a la parejas solas, y me gusta recordar a José Hierro apuntando vistas en su Cuaderno de Nueva York. Las parejas se me han hecho fáciles de reconocer, siempre son dos que se miran (o no) de manera delatora. A veces son parejas que hacen juego, que se ven bien juntos, sus cuerpos se contestan fisonómicamente, a veces no. Se hablan (o no) de manera particular. No los oigo, solo veo sus rostros y sus gestos, sus maneras y sus ojos, los pronunciamientos de sus cejas y los ligeros ademanes de sus labios. Entonces imagino. Suelo tratar de descubrir quién quiere más, quién necesita menos, quién no está en paz, quien ya no quiere. Hay parejas más expresivas que otras. Las peleas son las más obvias, se sabe fácil quién reclama y quién se defiende, y suelo tomar partido, dependediendo de lo que mi imaginativa intuición me dicta. Veo pláticas cotidianas también y, luego de un momento de observación, les voy dando consejos que no les digo: sé más tierno, sé menos demandante, sé más tolerante, sé menos racional, sé más delicada, sé más atento, dejalo hablar, sonreíle, hablá, dejalo. Nunca me propongo descifrar el contenido de las pláticas, me interesa más el género, la intensidad, el grado de definitivas que puedan tener. Y así paso viendo desde afuera, imaginando y reconstruyendo, novelando. Veo a las parejas y sus amores, amores que no son sentimientos, sino relaciones, porque creo haber descubierto, con un prudente márgen de error, que el amor de pareja no es un sentimiento, no es abstracto, no es romántico, no es mágico. El amor de pareja es concreto, es humano, son relaciones y necesidades, son deseos individuales, son prolongaciones, adivinanzas, apuestas, acuerdos, inconstancias. Sin embargo, solo veo las parejas ahí adentro, y paso el tiempo contemplando. Y cuando mi café se ha terminado y me traen la cuenta y me tengo que ir, anoto en ninguna parte una conclusión eterna. Ningún amor se entiende desde afuera.

jueves, julio 24, 2008

Coincidamos


Cristina Peri Rossi llegó a mi noche, la trajo Elena, desde Huelva, llegó con Habitación de hotel, y en una sábana venía Noche de insomnio:

No me digas tampoco
que tendría que hacer algo contra el insomnio
porque no me quedan muchos años de vida
de modo que cada noche que duerma
será una noche menos de vida
y no es cuestión de estar echando por la borda
(dobra)
estas ganas locas que tengo
de estar despierta
de no dormir
de no envejecer jamás.
Una vez perdí una guerra
perdí un ciudad
perdí un país
perdí una casa
perdí cinco mil libros
perdí a mis amigos
perdí un amor.
No es cosa de ahora, a los cincuenta,
de perder también el insomnio
que me da la vida.

Sergio lo encontró un día en el asiento de atrás de mi carro, y nos lo leyó a Elena y a mí que veníamos en los asientos de adelante. Todos con ganas de ser insomnes, quizá no de cincuenta, pero insomnes. Mario me escribió anoche en mi muro: "[...} ok ok ya estoy desvariando. Tengo suenio pero no me puedo dormir, que raro. Escriba un blog al respecto.jajaja [...]". Hoy algunos insomnes se durmieron, y yo, un presunto rehabilitado, estoy despierto leyendo en mi cama Habitación de hotel, de Cristina Peri Rossi, y en la sábana 47 encontré de nuevo Noche de insomnio. Me siento y tecleo "Coincidamos". Lo demás ya lo leyeron.

sábado, julio 19, 2008

Cubrecamas de mamá


Mi mamá hace cubrecamas. Hace cualquier cosa con tela e hilos. Tiene montones de telas que compra compulsivamente desde hace décadas, no lo puede evitar, dice. En gustos no coincidimos mucho, a mí no me gustan los estampados, menos los de flores, y a ella le encantan, porque dice que las telas sin estampados (sin flores) son tristes. Sin embargo, a veces uso un cubrecama estampado, cuando tengo que lavar el edredón negro que mantengo, uno de flores en tonos de azul y con ribete. A mi mamá no le gusta mi edredón negro, le asusta, dice.

Creo que me gusta ese cubrecamas estampado con flores en tonos azules, y es muy suave ya, y tiene su juego de sábanas y forro de colchón, también obra de mi mamá, y son las sábanas más suaves que tengo. Hoy mientras lo ponía —creo que siempre que lo pongo— pensaba en mi mamá. Dura puesto dos o tres días, mientras el edredón negro vuelve de la lavandería. También cuando pongo de nuevo el edredón negro pienso en mi mamá, pienso en que, a pesar de que no le gusta, me hizo el forro y las sábanas. Por supuesto que no las hizo negras, pero las hizo sin estampado. Siempre ha sido así, un canje permanente de tolerancia y amor floral.

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