viernes, marzo 26, 2010

Insufrible

Esta ciudad es insufrible, su falta de racionalidad, producto de la irracionalidad de sus habitantes, la hace cruel y cínica. Aquí no hay calles suficientes para tantas máquinas de transporte, y como si eso no fuera suficiente, todas y todos somos amenazas letales al volante. Los buseros son caso muy aparte, ya son la muestra más estrambótica del salvaje urbano, no hay reglas ni noción de la otredad, y mucho menos del respeto mínimo de las leyes que pretenden que haya armonía vial. Lo peor es que todos terminamos pareciéndonos a los buseros, quizá como la única manera de sobrevivir y poder llegar a algún lado. Creo que de alguna manera envidiamos su facilidad para la impunidad y el uso de su tamaño y de nuestro miedo para imponer su reino de caos. Pero no son solo los buseros, también son los responsables de mantener la ciudad habitable. Esa manía de no hacer las cosas completas, de ponerse a cerrar calles para repararlas o levantar un poste que un bisero botó sin usar la señalética urbana necesaria para minimizar el inebitable caos. Los muy brillantes lo publican en los diarios ¿habrán revisado, solo por curiosidad, algún estudio de hábitos de lectura o la tasa de analfabetas funcionales que andan en mayoría por ahí? Es tan fácil odiar esta ciudad, solo basta ser mínimamente realista, verla sin ganas de quererla, solo basta poner los pies en sus exteriores, y sabiendo que es mortalmente peligroso poner literalmente los pies, para saber que queremos que todo sea diferente. No hay ciudad perfecta, claro está, pero si hay una ciudad plagada de imperfecciones, les juro que se llama San Salvador. Y ahí voy a sus fétidas fauces de nuevo, como cada día.

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