sábado, mayo 29, 2010

Sin título

Tendría que contarte todo,
desde el principio,
y ya no estoy seguro si todo esto alguna vez empezó.
Pero podría intentar volver a la escena de los hechos,
lo deshechos,
recurrir a un técnico forense, un psicoanalista, una medium,
implementar el método deductivo,
releer con atención "Los crímenes de la calle Morgue",
y repasar la Inconclusa de Dvorak.
Tengo una memoria criminal,
asesina en serie:
sepulta sus víctimas en rincones inhóspitos.
No preguntés.
No quiero que tengás nada que olvidar.

5 comentarios:

Guarnieri dijo...

Este post sin título y sin etiqueta debería llamarse: 'Cultura'. La cultura, para mí, es el camino más corto entre la barbarie y la barbarie; nada más y nada menos. La cultura, si hablara, bien podría decirnos: 'Tengo una memoria criminal, asesina en serie...'. La cultura es un bodrio.

Leí su artículo de opinión en El Faro. Esta muy bueno. En general me aburren sus escritos personales (too much methodological skepticism and pessimism!), no obstante los escribe inteligentemente. Durante casi doce años no leí nada en lengua castellana, y por casi dieciseis no escribí nada usando la misma. Pero una vez la retomé, como lector al menos, recuerdo haber topado en mis 'primeras de cambio' con las columnas que usted escribía en El Faro, pero esas que ya no están disponibles en línea. Una en particular sobre la obra de Gombrowicz, me llamó la atención. Me pareció algo plagiaria...Aunque tenía sus méritos. Muchos.

Este preámbulo con mis valoraciones baladí sobre su trabajo no es el motivo para escribirle. Su última columna en El Faro, sí lo es. Ese texto aprovecha significantes y propone significados, y viceversa; en resumen es su excusa para elucubrar con osadía panóptica (aunque ello sea imposible) sobre los intríngulis de la política cultural que quiere promover el estado salvadoreño.

Muchas cosas podrían re-plantearse a partir de sus especulaciones, pero me gustaría detenerme en una, y es, en que ese enfoque recién o no descubierto por el 'mandatario' Funes, sumado al del 'secretario' Samour, a mí juicico distan de coadyuvar por antagónicos. Claro está que los antagonismos no excluyen toda posibilidad de entendimiento, pero contribuir a la consecución de 'algo' requiere más que meros entendimientos. El accionar de Funes transmite un mensaje que, para decirlo con petulancia académica, me hace imaginar que leyó el libro de George Yúdice: 'The Expediency of Culture', aunque sólo rescatando de él después de dar muchas patadas de ahogado, la noción de cultura como un recurso; mientras que el de Samour está curtido (y lo digo por ese rollo extraño de la historización y la política como su jornalero) en los postulados de Miklós Szabolcsi, planteados en su libro: 'Szocialista Kultúráért'. Son pragmáticas diferentes, dos visiones utilitarias distintas. De verdad Elmer, me cuesta reconocer en la práctica, aunque quizá no tanto a nivel de panegíricos, esa coincidencia entre los planteamientos conceptuales de Samour y las veleidades de Funes respecto al imaginario cultural, y, que si no son ligerezas por parte de éste, se decantan por afinidad hacia esa noción de la cultura como industria para sacar valor y como recurso intermediario para resolver conflictos.

Guarnieri dijo...

A riesgo de parecer simplista, aunque lo sea, debo decir que para Samour la cultura es panacea no recurso.

¿Estar 'a la altura de su tiempo', es lo que ésta presidencia encuentra más adecuado para sus ambiciones? Esta pregunta es muy dificil de responder. Muchos piensan que el pensamiento ellacuriano posee mayor hondura epistemológica que la propalada por sus detractores, pero, ¿lo que él o sus discípulos entienden por ese estar 'a la altura de su tiempo', sintoniza con la frecuencia a la que vibra ésta colmena lúdicra u hostil que es nuestro tiempo? Funes luce o desluce su anhelo de estar un paso adelante de su tiempo, mientras que Samour un paso atrás. Si el primero da uno atrás y el segundo uno hacia adelante, talvez emerja algo interesante de todo esto. Si no, este derroche de energía culminará en resultados hartamente probados y poco seductores: inercia; categorizaciones dogmáticas; construcción de identidades problemáticas; trazos de imagenes superficiales para retratar eventos a partir de un modelo 'estático' basado en el tiempo de la coyuntura; etcétera.

La cultura debería ser el polisíndeton de nuestra expresión cotidiana, pero por el momento apenas irrumpe como mera epéntesis. Su escrito me suscita muchas reflexiones, Elmer. Un recuento somero de los últimos 100 años de historia nacional me induce a pensar que la rémora de nuestro desarrollo cultural obedece más a nuestras actuaciones, que a nuestras competencias (ambos términos los tomo prestados de la lingüistica). Pero los libertarios de antaño y presentes, y los liberacionistas de hoy, parecen más interesados en el talismán de las competencias que en el de las actuaciones. Pero como usted dice, éste es un momento en que sobran las preguntas; y sólo por esto, acuerdo con usted en su caracter inédito.

Saludos Elmer.

É.L. Menjívar dijo...

Gracias Guarnieri por detenerse y elaborar a partir de mis escritos, los aburridos y los otros, sobre todo por abrir debate, que al final del día es a lo único que podemos aspirar los que publicamos lo que creemos saber. A usted ya lo había leido comentando otros blog y lo conozco como referencia de polemista. Es usted ya un personaje que suscita curiosidad en la blogósfera, por el anonimato -asumimos que Guarnieri es un pseudónimo- y por la evidente y exquisita formación académica que exhibe. En todo caso, bienvenido por este rumbo.
Sobre la materia que comenta, voy a considerar ponerle título a este post, y por lo demás, me parece muy enriquecedora su reflexión, quizá un poco ambiciosa respecto al transfondo académico que pueda tener el Presidente en su pensamiento sobre la Cultura. Yo creo que se trata más de inteligencia e intuición política, adobada por consejeros y ejemplos prácticos. Al partir de eso, veo más una feliz coincidencia. Usando la figura que usted usa sobre el paso adelante y el paso atrás, creo que Funes y Samour podrían aprender a dominar perfectamente los pasos del danzón. Dejo esto acá por falta de tiempo, no por falta de interés. Pero quería dar este acuse de recibo, aunque fuera a medias. Saludos.

Anónimo Guarnieri dijo...

Gracias por recibirme y valorar mi comentario. Por otra parte, el danzón es metonímico de la clave que señala el orden de los pasos en un baile. Imaginarlos bailando, a Samour y Funes, es una imagen poderosa Elmer. Además, me gusta porque el danzón equidista de la rumba y del tango, pero sintetizando lo mejor de ambos, creo.

Je, je, je. En una gerrilla de exhibicionistas, su comandante siempre es un charlatán o un polemista. Lastima que a veces la polémica equivale a las cargas de profundidad soltadas desde un acorazado para minar la trayectoria del enemigo: esa reflexión valiosa que busca emerger de éste mar de saberes redolentes para visibilizar lo sumergido. La polémica es un kamikaze.

Hoy recordé otra cosa que me agradó de su trabajo Elmer, y fue una serie (publicada en un periódico local y que un amigo colectó para mí) sobre fotógrafos: todos o casi todos, geniales. Y éste interés suyo, esta implícito en sus poemas, es decir, el impulso de transcribir en verso el señuelo fotográfico y, por un instante, convertirlo en negativo de la imagen que busca ser revelada por un lector. Fotoalquimia, zum y poesía. Vaya mezcla. Y es que tiene sus bemoles. Por eso me gusta.

Mi primer maestra de violín no podía creer que mi apellido fuera Guarnieri. Le parecía demasiado pírrico mi talento como para que el gran 'Del Gesú' compartiera su apellido conmigo. No puedo decir que era una mujer 'chévere', de hecho era una bruja redomada. Pero me enseñó, y eso se lo agradeceré siempre. Tenía cuatro años cuando me tomó a su cargo. 'Chocolate dulce' fue mi primer gran interpretación. En realidad soy un interprete mediocre, pero maldita sea, vaya que amo ese instrumento. Algún día tocaré dignamente una de las sonatas para violín solo, de Bach. Guarnieri no es mi pseudónimo. Qué charro soy, tanta paja sólo para decir que puedo tocar violín...tsch,tsch,tsch.

Anónimo Guarnieri dijo...

Me hubiera gustado contestarle ayer, pero quería conocer Cinquera e Ilobasco, y esto hice entre la mañana de ayer y la noche de hoy. La cultura salvadoreña (o uno de sus apéndices) es una vara de cohete; en ocasiones exaspera, en otras, produce sorpresa puntual acompañada de estruendo. Pueblo y puertas afuera ésta cultura se compone de: el aspaviento a la sordina de las hermandades cristianas en sus asambleas; el tupido intercambio comercial; el tráfago (en sus dos acepciones); el mal uso de los expendios de aguardiente: que producen zombis alcoholizados que luego van quedando tumbados por la ciudad u organizando cofradías maltrechas, con el único fin de dispersar su inconfundible fragancia; de 'forced fashions'; de amores súbitos, ansiedades, frenesí y necesidades humanas; de violencia acre; de simpática crueldad; de insalubridad; de ingenio; de apuestas culinarias; de postales de la conquista: familias de rostros aindiados caminando descalzos por la calle a mediodía en punto, mientras los caciques blancos del pueblo pasan a su lado montados en sus ridículos 'todoterreno'; de prostitución; del preciosismo de las ONG; de grafitis ociosos (sin embargo hoy vi un gran grafiti, y aunque su composición es básica le sobra creatividad. Es un pingüino con pico de tucán que mira a una niña arder en llamas, y que a nivel estético fusiona el trazo de la línea en el anime de Yōichi Kotabe con el de las 'buluquitas' de Fernando Llort); de pendejos que nos quedamos mirando TODO esto y creemos saber. Seguramente también pasaron, ¡cosas buenas!, pero hoy me hizo falta 'benevolencia' para lograr verlas.

Cuando me pongo romántico (y siempre que ocurre le expropio frases al Tao Te King), sostengo con agrado que la cultura redunda al 'inutilizar todos los utensilios que multiplican la fuerza del hambre'. Pero paso seguido me entra un bajón y recuerdo a Friedrich Nietzsche y su libro, 'Die Geburt der Tragödie aus dem Geiste der Musik'. Después de Nietzche ya no podemos asumir demencia, y hay que aceptar que cualquier noción de cultura está salpicada de ironías fundamentales.

Pronto sabremos si las felices coincidencias que acompañan éste proceso, alcanzan para figurar un proyecto y calendarizar un programa coherente.

Estoy despierto todavía porque no me gusta dormir antes de subirme a un avión. Perdón por la logorrea.

Un abrazo.

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