sábado, enero 23, 2010

Chirajito de Verapaz

Publicado en ElFaro.net. Leer aquí.

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Mi infancia en el hoy tristemente célebre pueblo de Guadalupe, en San Vicente, tuvo siempre agendada una cita frente al televisor cada domingo. Creo que mi cita con el programa "Jardín Infantil" era compartida por la mayoría de la población de mi edad, al menos de los que tenían un televisor y acceso a la electricidad. Lo que para mí era especial era que el protagonista de "Jardín Infantil", es decir "Chirajito", tenía su casa en Verapaz, el pueblo vecino. Su familia tenía una tienda frente al parque central, y mi familia tenía una panadería que les proveía de pan francés todos las madrugadas. A veces yo iba con los repartidores a hacer la ruta, y siempre, desde que mi papá me dijo que esa casa era la de Chirajito, una ingenua emoción se apoderaba de mí cuando llegaba a dejar el pan. Alargaba mi cuello por sobre el mostrador tratando de ver en algún lado al payaso aquel que tanto admiraba.

Es que Chirajino no solo era un payaso: salía en la televisión, y entre los 70s y los 80s, Chirajito era parte fundamental del "star-system" salvadoreño. Nunca vi al payaso. De hecho, él vivía y trabajaba en San Salvador, y solo ocasionalmente llegaba a su casa de origen. Pero un día, que estaba con mi papá haciendo "mandados" por Verapaz, mi papá saludó a un señor moreno, vestido de pantalón azul y camisa cuadriculada en rojo y azul, si mi memoria no me está embaucando. Hablaron un rato y rieron. Yo, como me solía suceder, me desesperaba con las rutinas sociales de mi papá que saludaba a mucha gente y con cada una tenía siempre algo de qué hablar. Esa vez hice berrinche, muy usual en mí, para que nos fuéramos. Mi papá me veía con cara de "esperate que lleguemos a la casa", y como yo sabía que al llegar a la casa no pasaba nada malo, seguía impune haciendo lo propio.

Cuando nos subimos al carro, mi papá me dijo: "Por malcriado no te presenté a Chirajito". Y yo lo miré con cara de niño-incrédulo-sabelotodo, y no dije nada, y mi paciente padre apuntó: "Ese señor era Chirajito". Y yo: "Pero si ni se parece, ese no es, Chirajito no es así", y mi papá solo me dijo: "Vos pensás que anda pintado todo el tiempo, pero no, así es cuando no está pintado". Luego empezó una de las charlas más reveladoras -nunca creí en Santa Claus- en la que me explicó cosas que yo no quería saber, que los payasos son gente normal que se pinta la cara y usa esa ropa solo cuando trabaja, porque resulta que ser payaso es un trabajo y no una especie de humanoide. Claro, esas son mis palabras de hoy, porque no recuerdo las de ese momento. El punto es que según recuerdo, no quise creerle, era demasiado para mi mente tan proclive a la invención y a creer en payasadas.

Unos meses después, gracias a un tío que trabajaba como censor en Canal 2, mis papás pudieron meter una solicitud para asistir el programa de Chirajito, y hacer que se admitiera con mucha más rapidez que lo normal. Me anunciaron que iría a "Jardín Infantil" como con un mes de anticipación, y yo me emocioné tanto que empecé a presumir por donde podía que saldría en la televisión y que conocería a Chirajito -el mío, no ese que mi papá decía- y a Tío Periquito. Yo quería participar en el juego de boliche. Mi hermana, que ya vivía en la capital, me llevó un kit de "bolos" de plástico verde con su bola de boliche de plástico blaco, y así me la pasaba practicando en la sala de mi casa para asegurarme de salir campeón y ser una estrella instantánea de televisión.

Quizá para todo el mundo, pero para un niño en especial, ir al set de un programa de televisión es un poco traumático: todo es falso, pequeño, ensayado, pregrabado y un poco estresante porque siempre hay alguno que no resiste tanta decepción y llora, y luego otro lo escucha, se conmueve y lo acompaña en su dolor, y deben abandonar el set. Yo me quedé, un poco intimidado, pero resistiendo las ganas de llorar, con lo bueno que era haciéndolo. De pronto apareció Chirajito, y todos aplaudimos, estábamos felices, él nos hacía payasadas, nos ponía apodos, se burlaba, todo esto fuera del aire, solo para romper el hielo. Ensayamos aquello de que él decía "¡Chibolaaaa!" y nosotros respondíamos a gritos "¡O nadaaaa!", y luego la canción de Bacaolinita.

Él era todo alegría, gritos y chistes. Ya en persona se notaba que su cara no era naturalmente blanca con esas pecas tan marcadas y que su nariz roja era de plástico. Estaba, pese a mi incipiente orgullo, a punto de creer lo que mi papá decía. Luego empezó la grabación. Nos decían que teníamos que estar en silencio, y luego que teníamos que gritar. Anunciaban que iban los anuncios y los programas de caricaturas, pero no pasaba nada ahí en el set, y seguíamos, sin interrupción, con los juegos. Para mi decepción no fui seleccionado para jugar boliche, sino para reventar globos con la panza abrazando a otro niño. Digamos que me pareció humillante semejante participación, sobre todo después de haber anunciado a todo el pueblo que iría por el campeonato de boliche, pero bueno, pasé por "Jardín Infantil" y conocí a Chirajito.

Muchos años después, cuando mi papá ya había muerto, volví a ver a Chirajito en un Congreso de payasos; yo era periodista de cultura en La Prensa Gráfica y le pedí declaraciones. Tuve ganas de contarle que yo era de Guadalupe, que era hijo de mi papá, que conocía su casa, que era un héroe de mi infancia, que fui a su programa -cancelado hace ya varios años-, pero no, solo le pregunté sobre sus reivindicaciones gremiales y alguna otra cosa de esas que preguntamos los periodistas.

Luego lo volví a ver cuando se metió en política para las pasadas elecciones municipales. Esa fue la única vez, después de aquel encuentro, que lo vi sin maquillaje. No quiero describirlo, no quiero ni escribir el nombre legal. Otros con seguridad van a decir quién era y cómo era el ser humano. Yo prefiero contar cómo era mi Chirajito, el de mi imaginario, el que recordaré. No sé si se parecerá al de alguien más, ojalá que sí, porque a mí me hizo reír y de alguna manera quererlo.

De lo estrictamente biográfico solo quiero resaltar que él era Chirajito de Verapaz, de ese pueblo tan golpeado por la naturaleza y que hoy recibe otro golpecito, que yo sé que se suma al dolor tan grande que ya tiene. Chirajito de Verapaz, este es un homenaje -tardío como todos- del niño-incrédulo-sabeloto, dícese de un marachito que sobrevive paupérrimo en algún jardín dentro de mí, y de más de alguno que me lee.

5 comentarios:

Alada, fuerte y azul dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alada, fuerte y azul dijo...

Me encantó lo de "Chibolaaaaa" lo había olvidado, todo lo tenía olvidado y me lo recordó. Definitivamente, uno es de donde fué su infancia. Saludos

La Flor dijo...

... lindo.

La Flor dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Tan sinceras son tus palabras que este niño quiere llorar de recordar al hilo conductor de su infancia. Dan cólera algunas verdades. Dan risas ciertas realidades. Todas, todas las que acompañan a la vieja guardia de los artistas salvadoreños que nos precedieron. ¿Cómo le explicas a los niños de hoy que antes los payasos esos han sido la columna vertebral de lo que hoy representamos? ¿Que ellos eran la laguna mental que todos usabamos en aquellos días para evadir las balas que zumbaban sobre nuestras cabezas? ¿Cómo explicar a cualquiera que se puede aprender a querer a alguien sin conocerle más allá de una pantalla de cristal?

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