lunes, octubre 31, 2011

Paraguay existe

Casi voy regresando de Asunción, de Paraguay. Y te cuento que sí existe, aunque no tenga mar, aunque sí tenga playas, playas del Paraná –ese río impertinente que cruza el sur del sur con sus aguas sin reputación–, playas de Ypacaraí, ese lago de vals criollo del folclor del romance universal. Agua no falta en Paraguay, se derrapa en las cataratas de Iguazú, con todo y presa, y, como si fuera poco, de repente, llueve como en mi trópico. Es caluroso, eso sí, mucho en estos días, y se pone peor cuando los del hemisferio norte nos helamos –en el trópico nos helamos con veinte grados–. Tanto existe que llegan de golpe decenas de presidentes –aunque algunos, como el mío, se quedarán con la duda–. Pero claro, antes hemos llegado periodistas a verificar aquella presunción de existencia, no vaya a ser. Y bueno, también tiene un presidente, el exobispoyahorapadre. Y ahí estuvimos que no lo podíamos creer, pero Paraguay existe, y tiene su Asunción, bajita, medio empedrada y rojiza, con sus shopping y paseo Carmelita, y también su minicentro y calle Palma y calle Tecuarí y su plaza tomada por dignos indígenas sin tierra en un camping indigno que a nadie indigna ya. Y uno puede andar, sabes, de noche y de día, y aunque no hay que confiarse ni abusar, se puede recorrer aquella existencia que se paga con guaraníes (cuatro mil y tantos por un dólar y cinco mil por un euro). Pues eso te cuento hoy, para que sepas un poco más –o un poco menos– de ese país con seis millones y medio de personas, la misma cantidad que hay en mi país 20 veces más pequeño. Paraguay sí existe, pese a Bastenier y sus frases de titular.

martes, octubre 04, 2011

Ruidos

El corazón es un tambor furioso y la respiración de uno solo es un huracán. La fuga del grifo suena a catarata y el mosquito entona un do de pecho. Que ruidosas son estas horas, como un coro de sordos en la mitad de una noche calurosa. Pasos furiosos que no acaban de llegar y la lluvia tintineando en las ventanas como imaginarias piedritas de felicidad. Y los manotazos del viento, y el luminoso escándalo del rayo, y el ronroneo de los muebles vecinos, y la charlas de amor entre los arbustos. Pero que ruidosa es esta soledad, y tan acostumbrado que estaba a tu silencio.

miércoles, septiembre 28, 2011

Incrédulo

La mitad del mundo es mentira, y la otra mitad es una duda. Así vivo. Así sobrevivo. Las verdades me espantan como deberían espantarme los fantasmas, pero los fantasmas no me espantan. Me espantan las verdades porque solo existen por descarte, casi por azar, y nunca, o casi nunca, se revelan. Yo miento cuando digo que no miento, pero lo que digo es que no digo mentiras, por eso soy tan callado. Me gusta preguntar porque he aprendido a disfrutar de las mentiras, de la creatividad conque se levantan, de la estética en que a veces se envuelven. Nunca creo nada, soy eso que los diccionarios definen como incrédulo, soy un incrédulo perfecto. No me gusta responder, porque no me gusta decir mentiras, y cada respuesta es eso, aunque no quiera, aunque no lo crea. Me llevo bien con muchos mentirosos, los disfruto, me divierten en su oficio. Oficiantes talentosos. Mienten con todo el cuerpo, con la mirada, con la intención. A veces mienten por placer, a veces por costumbre, a veces por necesidad, por supervivencia. Y se vale, a veces se vale. Conmigo se vale porque no me engañan, a menos que yo quiera. Es así, y no miento, aunque mienta, pero que no les importe, soy un mentiroso responsable, hasta socialmente responsable. Yo dudo, eso hago, dudar, porque dudar me hace responsable: me cuido, y cuido a los demás. Las dudas salvan de la culpa, de la propia culpa y de la culpa ajena. Soy incrédulo, y cada día quiero serlo un poco más, no hay otra forma, no hay otro modo, créanme.

lunes, septiembre 26, 2011

Acostumbrarse

Uno puede acostumbrarse a casi todo,
a los casi,
al buen encuentro,
y la anunciada despedida.
Uno sabe acostumbrarse a los adjetivos,
a las palabras nuevas,
al mal vino
y al mejor amigo.
Uno debe acostumbrarse a las obligaciones,
a lo imposible,
a la luz de la mañana,
y a los a veces.
Uno quiere acostumbrarse a los mismos versos,
a la buena compañía,
a la distancia del pasado,
y a la nostalgia.
Uno requiere acostumbrarse a lo fugaz,
a la ignominia,
a la otra almohada
y a las decisiones.
Uno busca acostumbrarse a los pasos,
a la voz de las paredes,
a la risa en la ventana,
y a los espejos.
Uno intenta acostumbrarse a los silencios,
a las medianas respuestas,
a las miradas,
y a la ignorancia.
Uno se acostumbra a la indolencia,
al sabor de cada olvido,
al color de la incerteza,
y a la mentira.

Uno se acostumbra a casi todo,
menos a tener que acostumbrarse.

viernes, septiembre 16, 2011

Argentina se oye

Argentina se oye. No hace falta abrir los ojos. El acento inconfundible, la pronunciación absurda y la dicción arrastrada de esta gente es definitiva, no hay ninguna otra opción que estar en Argentina cuando los escuchas. Y el tango no falla. En los taxis y los paseos turísticos, pero también en las pláticas y en los diarios. El bandoneón y las caprichosas y heterodoxas fusiones se hacen oír, se imponen, incluso a la mirada. Si sos turista, te lo venden a cada paso, en cenas, teatros, hasta en la calle por pocos pesos. Ah, los pesos, para uno que 'pesos' solo es un apodo, aquí es el nombre propio de una moneda otrora tan soberbia, y hoy multiplicada. En este país los gobernantes también resuenan, y se escucha la agudeza de Alfonsín y Perón, y grave Kirchner y Duhalde, el estacato De la Rua, y trágico Videla, Junta, cana. También suenan sus calles, y perdonen los lugares comunes, en las canciones vagabundas de Gardel, de Fito y Charly y Gieco, y la provincia retumba en la garganta de Mercedes Sosa, y Atahualpa. Se oye hasta el silencio de Cerati. Suena la pregunta implacable en la Plaza de Mayo "¿Dónde están?", y sin palabras un Piazzolla me conversa confundido entre leones marinos. A mí me suena todo, no todo me suena bien, pero aquí ando, tratando de aprender a escuchar.

martes, agosto 23, 2011

4:48 a.m.

Y empecé mis 37 con insomnio. Mala señal: yo que ya duermo poco, quizá voy a empezar a dormir menos. O tal vez solo sea que dormí demasiado ayer, y mi cuerpo lo sabe, y solo (que solo se ve el solo sin la tilde que le quitó la Real Academia) se desquita las horas que perdió abandonado en la inercia del inconciente. Entonces leo 29 páginas del El ruido de las cosas al caer, porque en unos días entrevisto al autor, y resulta que me gusta la novela, pero dormito y me ilusiono con que voy a dormir. Pero no, quizá no tenga caso. Y con los ojos cerrados se me viene la frase Y empecé mis 37 con insomnio, y ya cualquier intento de dormirme será inútil. Este estado es propicio para retomar tareas inconclusas, historias inconclusas, sobre todo cuando uno es tan inconcluso, y mejor dejémoslo así y que nadie saque conclusiones... Voy por agua, y no sé si vuelva por aca, así que pasen un bonito día.

miércoles, agosto 10, 2011

Pornografía de biblioteca

Depende de quien lea, así será lo leído. En las páginas de los Trópicos de Henry Miller se esconden compendios de explícitas escenas de sexo, en ellas el lector puede ejercer la imaginación hasta lograr imágenes únicas en su excitante animalidad, o bien, tiernas manifestaciones corpóreas del amor.

Pero la palabra terrible es pornografía, intolerable y criminal. Honesta diría yo, pero esa palabra también está demasiado desnuda. Las conciencias débiles siempre han condenado la honestidad y dictan sendos y amenazantes preceptos; moral lo llaman, y en su nombre viven ellos y matan a los otros.
Charles Baudelaire insistía en que imagináramos todo, con especial atención en lo prohibido. [Tuitea la frase]
En este país se condena la pornografía por dogma. Sin duda, existen muchas dificultades para verla como algo más que depravación; pero, en este sentido, no es la pornografía la única que sufre persecución. Sin embargo, en la historia han sido perseguidas infinidad de manifestaciones humanas que a los ojos de los grupos hegemónicos resultan impresentables.

En cada caso vemos un cuadro bastante similar, vemos como se delinean dos grupos: unos conservadores y otros progresistas. Los primeros son los inquisidores e intolerantes; los que dictan y castigan, y que, por lo general, tienen el poder necesario para "conservar" el mundo a su imagen y semejanza. Los segundos son las víctimas, los incomprendidos, perseguidos y castigados; sin recursos, ni materiales ni sociales, para defenderse. Los primeros son los que tiran siempre hacia el pasado, que es querer hacer, contra el discurso del tiempo, eterno su presente. Los segundos son las semillas del mal, los que no quieren sumarse, los que tiran sus piedras hacia el futuro, pero más allá de donde la vista alcanza.

Todo esto es caricatura. Ni unos ni los otros son siempre así. En verdad ambos se creen, de alguna manera, "los buenos". Siempre parece que los conservadores radican su bondad en negar el cambio que no surge de sus presupuestos. Los progresistas no deberían verse buenos a sí mismos, porque verían malos a otros y eso no es progresista: hay que estar más allá, como sermoneaba Nietzsche, para ser verdad. Y sigue la caricatura.

En medio, está "el público". Los recreadores. Al final es el grupo que se impone, pues por efectos de la masificación es más longevo. El perseguidor muere un día, al igual que el perseguido, pero ambos en distintas circunstancias. Quedará, con suerte, la obra, que es paciente, y el tiempo, si en verdad la obra tiene alguno, le llegará.

Y pasa. Pasa que después de cien años la corona inglesa lamenta haber condenado a Oscar Wilde por degenerado. Pasa que Verlaine y Rimbaud fueron encumbrados como genios cuando la muerte los hizo inofensivos y sus penes, botones negros, tetas, felaciones y cunilingus literarios ya no asaltarían las inocencia de la imaginación sexual. Y pasa más, mucho más, pero menos notorio, más doméstico. La purga social es constante, institucional y, quizá, tristemente necesaria.

Unos dirán que el público salva o condena según la circunstancia que vive. Muchas veces es el que forma y deforma. Lo pornográfico de cada obra tiene cuna dudosa. A veces está en el creador y otras en el receptor. Vladimir Nabokov escribió Lolita con un ánimo lejano, no por eso contrario al que los lectores encontraron, sin embargo, y a pesar del morbo inexcusable, ninguna biblioteca podría prescindir de esta obra polivalente alegando perversidad sin que la sensatez le mire feo.

Hay verdades que ofenden más que una secuencia ginecológica. El snobismo hoy en día es salvoconducto generoso, citemos entonces a sus íconos. Sade sentenciaba "Lo más sucio, lo más infame y lo más prohibido es el mejor estímulo para la mente. Es lo que hace que nos corramos de la manera más deliciosa". Charles Baudelaire insistía en que imagináramos todo, con especial atención en lo prohibido, para librarnos de las ataduras de la ignorancia.

Estos son libros, es decir papel y tinta, letras formando palabras, palabras formando cuerpos en el deseo. Han sido aceptados como huéspedes de las bibliotecas más puritanas, todas las de este país, porque las imágenes de la mente son invisibles a los otros. Pero no vaya uno a dibujar, a filmar, a hacer sonar. No vaya un desconocido sin premios ni editorial a usar la palabra impúdica, porque entonces los doctores se le abalanzarán con todo el peso del poder que legitima la imposición de la soberbia.

El sexo es un tema tabú todavía. Todo parece indicar que es un género disidente, emancipador, no tanto por su nula esencia ideológica (salvo por la obra de Sade y otros) como por su vocación develadora de realidades íntimas y estrictamente humanas. Además de evocar deseos y obsesiones humanas, este género es un excelente pretexto para estimular la creatividad orientada al placer de los sentidos, placer por demás vilipendiado.

Yo invito aquí a visitar los pasillos de las bibliotecas para encontrar y no encontrar los Pájaros de fuego de Anais Nin, el Decamerón de Bocaccio, algún cuento de Xaviera Hollander, indagar los archivos de David H. Lawrence o Gary Jennings. Marguerite Duras, Sor Juana Inés de la Cruz, García Lorca, Neruda, Yukio Mishima, Vargas Llosa; busquemos también a Melitón Barba, algunos versos de Matilde Elena López, Silvia Elena Regalado, escritos de Roque Dalton, Otoniel Guevara, Salvador Canjura; todos estos y miles más, han podido ser tachados de pornógrafos por una palabra, una frase o una novela entera. Todos son símbolos de buena lectura y de cultismo. Nos es que haya sido el sexo en su obra lo que los valida, pero tampoco ha sido motivo de desdén ni de rechazo, y menos de castigo. Hay otros que intentan a diario mostrarse y son lapidados. Y pierden todos, los que tiraron la primera piedra, el que la recibió y los que vimos todo sin verlo. Perdió también la cultura y la tolerancia. Perdimos también los de "el público", nos agravan los prejuicios y la ignorancia. Pero el tiempo pasará, o tal vez no.

¿Por qué están unos y no otros en los catálogos? ¿Quién decide qué es bueno y que es malo leer, ver o escuchar? ¿Por qué? Las respuestas, por desgracia, las conozco. Aún nos vigilan, nos prohiben y castigan por salirnos de la sombra. Las bibliotecas, que podrían ser la torres en que los lenguajes pudieran convivir sin entender prejuicios, nos traicionan. Si no velan por nosotros los que deben, entonces ¿Quién? ¿Qué podemos hacer desde la palabra? Demasiado poco. Eso es lo que a mí me da vergüenza.

sábado, agosto 06, 2011

Los dramas de un hombre culto (en 11 frases protorrománticas)


1) ¿Estará uno en riesgo de enamorarse si quiere invitar a jugar Scrabble a la persona con quien acaba de tener sexo?

2) El problema no sos vos, soy yo que aún no termino las obras completas de Kafka.

3) No sé distinguir entre engañar al otro y la fidelidad a mí mismo. ¿Necesitaré otra maestría?

4) ¿Todas las verdades son a prueba del paso del tiempo? Te llamo en un año, a ver si aún nos queremos.

5) Si no has leído a Kundera, lo nuestro no va a funcionar.

6) ¿Soy una buena persona que a veces hace cosas malas, o soy una mala persona que a veces hace cosas buenas?

7) Podríamos seguir si al menos supieras que tu pobre cultura general te impide disfrutar más del 5 % del humor de Los Simpsons.

8) Desde que me regalaste un libro que ya tengo me di cuenta que no has logrado conocerme.

9) Lo malo no es que te sientas intelectualmente inferior, lo malo es que sabiendo que lo eras, hayas permitido que me enamorara.

10) Siempre me inquietó tu belleza prerrafaelista, sólo espero que tu moral no se corresponda.

11) Jamás, óyelo bien, jamás te voy a perdonar que haya visto una película de Woody Allen con otro.

Bonus Track: Obviamente, no vas a entender este post ¿Ves que no hay arreglo posible?

martes, julio 05, 2011

Prioridades

Es la receta infalible. Poner lo que va antes de lo que va después. La cuestión es que no solo se trata de orden y de tiempo, se supone que se trata de importancia. Importancia no quiere decir, necesariamente, necesidad, y necesidad no quiere decir urgencia. Aunque urja correr por correr y desperdiciar la horas en vivir por vivir, para, simplemente, ponerse a contar cuentos, sin hacer tantas cuentas. Pero no, no, y no: hay prioridades, y no son la mías, porque para gente como uno no hay prioridades, hay ganas (o no), y las ganas son así, solo de uno, bueno, de gente como uno. Y entonces amanece con las prioridades ajenas, y yo, emulando disciplina ejecutiva, pretendo ordenar mis horas próximas, y entonces abro mi MacBook Pro, abro una nota de tareas de hoy, y escribo, con solemnidad y lleno de orgullo por mi talante, "Prioridades".

jueves, junio 30, 2011

El burócrata sentimental

Seguir al autor en @Petchy19. Ver publicación original haciendo clic en la imagen

—Este es el horario– Le dijo, extendiéndole una hoja de papel con rayas en las que se distribuían unas series de horas precisas.
—¿Horario?– Preguntó con la cara llena de extrañeza, mientras tomaba con curiosidad la hoja de papel y trataba de entender el significado de esas series de horas.
—Sí– le dijo en tono seco y firme —El horario para querernos– y le soltó una sonrisa amable.
—¿De qué hablás?– Interrogó un poco confundido —¿Horario para querernos?
—Leé, ahí está todo detallado, y claro, si querés agregar algo o algo no te queda claro podés mandarme un correo y lo discutimos en la sobremesa del jueves, que es cuando más tiempo tendremos. Por favor revisa tu email en un par de horas, estoy terminando los términos de referencia para el sexo.

miércoles, junio 22, 2011

La seño Cristy y la seño Pilan

Mi mamá, Cristy, y mi tía, Pilan, son maestras: profesoras: docentes. Mi mamá es maestra graduada de la legendaria Escuela Normal de Chinameca de a mediados de los años 50 del siglo pasado. Mi tía estudió en la también legendaria Escuela Normal de Cojutepeque, casi por la misma época que mi mamá. Maestras de aquellas, de candelitas de yeso y pizarrón de madera pintada con pintura verde para pizarrón, borrador felpa y metro de madera amarilla. Mi mamá tuvo que cruzarse el Lempa para su primer nombramiento, y así fue que llegó al pueblo donde vivía el que sería mi papá. Mi tía Pilan, hermana del que fue mi papá, fue primero amiga de mi mamá porque su mamá, mi abuela, era vecina y amiga de la niña Paquita, dueña de la casa donde mi mamá llegó de pupila. En algún momento apareció mi papá, pero ese momento no lo voy a contar hoy.
Pasaron los años de ejercicio docente, y luego de muchas peripecias, exilios, huelgas y 21 de julio, mi mamá y mi tía gobernaron juntas la escuela del pueblo, mi mamá como directora y mi tía como subdirectora. Pero, pese a lo que usted, mi estimado lector pensará, no era fácil para mí estudiar bajo ese gobierno. No crean ustedes que tuve privilegio alguno por mi linaje, al contrario, ambas, mi mamá y mi tía, regidas por un sentido ético incomprensible para un niño como yo, tan consentido por mi mamá y por mi tía en el hogar. En la escuela mi mamá no era "mami" –¡diocuarde!– era la "Seño", y mi tía no era mi tía Pilan –¡diocuarde!– era la otra "Seño".
A pesar de siempre haber sido pacifista, siempre hubo algunos compañeritos-mala-gente que se empeñaban en acosarme por una especie de odio de clases (sic), no me dejaban jugar con ellos, y cuando me dejaban era para agarrarme a pelotazos. Pero esto no es un relato de la prehistoria del bullying, porque no era ni tan a menudo, ni tan exagerado, y yo lo recuerdo con humor, sobre todo porque siempre he sido paciente para la venganza. Claro, en esos años me parecía que aquello no podía ser peor, pero sí lo fue: El día que se me ocurrió, por puro instinto de hijo, ir a quejarme con mi mami por un pelotazo en mi cara, pero mi otrora mamá no estaba por ningún lado en el rostro de la "Seño", quien fue implacable, pero contra mí, y me recetó un sermón sobre cómo debe uno forjarse el carácter y cómo debe uno aprender a jugar para eso, que si no estaba dispuesto a aguantar pelotazos que no jugara más y que buscara otra cosa que hacer, pero que no llegara a la dirección a quejarme por cada vez que me golpeaba jugando, que así nunca me iban a respetar a mí, y a ella tampoco. Fue entonces que decidí hacerme músico y quise entrar a la banda de guerra, donde mandaba la que extramuros era mi tía Pilan, intramuros la subdirectora. Y resultó que tampoco, es decir, que ya estaba completa la planilla, y cada plaza libre que quedaba era muy codiciada y había larga lista de espera, y que no se me ocurriera pensar que habría consideración alguna para el sobrino extramuros, no. Me quedó entonces la estudiantina, una especie de orquesta estudiantil que dirigía don Sabas, el maestro de música, sin ningún parentesco conmigo, menos mal. Pude entrar. Yo soñaba con aprender a tocar la guitarra, el acordeón, hasta el melodión, que eran los instrumentos de cabecera. Mi hermana mayor tocaba la melódica. Pero resulta que el único instrumento disponible para mí era la marimba, una marimba digna de un kiosco en Esquipulas, enorme y pesada, tan pesada que nunca salía de la bodega donde se guardaban los instrumentos y, por tanto, mientras los demás aprendían a interpretar y ensamblarse en el salón grande, yo aprendía en la soledad de la bodega de instrumentos. Sospechaba que si ni para los ensayos la marimba salía de ahí, menos iba a salir para los actos públicos de la escuela y peor para los que se realizaban en otra escuelas. Fui, entonces, el marimbista solitario. Pero me aprendí la escala musical y algunos solos para marimba sin orquesta. De vez en cuando llegaba don Sabas a supervisar y a enseñarme otra pieza, hasta que una tarde, antes del ensayo solitario, me ganó la frustración y no fui más, y me dediqué a aprender con la melódica de mi hermana en casa. Para mis padres era una muestra más de mi inconstancia de hijo consentido, varias veces demostrada a los largo de los larguísimos nueve años de mi vida.
Con los demás maestros la cosa a veces era más fácil, es decir, me apreciaban con voluntad política, y me calificaban por lo que demostraba saber, al menos eso creía yo. Obtuve el primer lugar de segundo a quinto grado. Cuando se mencionaba mi nombre en la clausura del año, se oían siempre murmureos en el público. Claro, todos decían, o pensaban, "si es el hijo de la directora". En este caso mi mamá y mi tía se mostraban sinceramente contentas y orgullosas, sabían que ellas no tenían ninguna influencia en esos resultados, que todo era por mi rendimiento. Claro, sabían que en casa tenía una mamá y una tía que me hicieron leer desde los tres años, que me leían de todo desde antes, y que me proveían de juegos para contar, sumar y multiplicar. Yo no hice primer grado porque el año que hice preparatoria (hoy kinder 4 o 5, no sé) en el Kinder por la mañana, por las tardes mi mamá me llevaba a la escuela y me metía en el curso de primer grado de "oyente", y yo ya leía de corrido y escribía y sumaba y restaba y multiplicaba (dividir era mi punto débil, pero para eso estaba tercer grado). Cuando, al año siguiente, tocaba inscribirme formalmente en primer grado, la niña Carmencita le dijo a mi mami, perdón, a la Seño, que me matriculara de una vez en segundo grado porque ya sabía todo lo que ella enseñaba en primer grado y que me iba a indisciplinar por aburrimiento. La directora le encontró lógica al asunto, y entré a segundo grado de una vez, y luego fui pasando de grado en aquella escuela que una guerra me hizo dejar. 
Los años bajo el gobierno pedagógico de la seño Cristy y la seño Pilan me enseñaron todo lo que siempre he necesitado para aprender: sentirme contento y orgulloso de ser hijo y sobrino de dos mujeres maravillosas que siempre me esperaban fuera de la escuela para seguir malcriándome y dejándo que yo las educara en las oscuras artes de comprenderme. Y, en el día de la maestra, este es mi homenaje.

miércoles, junio 08, 2011

Enemigos imaginarios

No, que va, ustedes no son mis enemigos. La palabra enemigo es demasiado real y demasiado grave. Ya no los quiero, pero no los odio. Los quise. Luego los odié, pero fue porque me dolieron, pero fue porque los quise. Y para el bien de la humanidad, mis odios son temporales, nunca me sobreviven lo suficiente. Indiferentes, eso sí me son, indiferentes. Ya me puedo reír de ustedes y de mí con ustedes. Ya puedo verlos circular mi periferia y permanecer así, indiferente, tal cual. Claro, a veces los extraño, después de todo eran buenos enemigos. Los enemigos perfectos, se podría decir: mediocres de talante, incapaces de reconocerse traidores, primitivos en sus instintos, solitarios desesperados, ignorantes de sí mismos. Así da gusto tener enemigos. Siempre inferiores. Siempre imaginarios.

viernes, mayo 27, 2011

El crítico y la actriz

Ella quería morir actuando. Él quería vivir para verla actuar. Y, claro, él lo sabía todo. Y, claro, ella no sabía que creer. Después de nueve giros, siente saltos y alguna copa de más, ella pudo preguntar. Antes de las copas, él nunca sabe responder. Ella, claro, agradece. Él, claro, le dice que no hay nada que agradecer. Ella sopla caricias sobre su ego, y él solo así se deja acariciar. Ella, tres veces, se retira saltando. Él, con los pies en la tierra, se queda a mirar. A la tercera se despiden, sin telones, sin luces, ni aplausos de pie. Él la sigue mirando sin  poderla ver. Ella quizá no recuerde bien esa escena tan al revés: aquella oscuridad, aquella luz para bailar, aquella música, aquel montón de cuerpos, aquel ritmo de hoy. Él hubiera querido ser otro, quizá también un actor infalible, para poderla retener.

viernes, abril 29, 2011

Pequeños fracasos de la vida docente

Uno enseña, a pesar de que tiene serias dudas de que lo que realmente vale la pena pueda enseñarse. Pero uno se para al frente de una clase con gente que se supone quiere aprender. Y sí, siempre hay algunos y algunas que quieren y hay otros y otras que no. Eso es lo que aprende uno. Creo que fue John F. Kenedy el que dijo que con uno que esté escuchando entre la multitud ya vale la pena decir lo que uno tiene para decir. En fin, uno enseña lo enseñable que ha aprendido: la técnica, las reglas, las formas probadas, las herramientas necesarias, y uno aspira a que le gente desarrolle criterio, que se vaya formando como un ente pensante, intelectualmente decente y firme, que separe el creer del saber. Lo peor es que uno cree que lo está haciendo bien, porque uno enseña lo que le gusta y lo que le apasiona, porque el arte sino apasiona no gusta. Uno cree que está ayudando a que haya mejores universitarios, personas capaces de discernir y estudiar lo que se tiene que estudiar desde lo académico. Claro, uno lo va creyendo porque ve resultados. Pero llega el día en que se da cuenta de que sus enseñanzas han caído en algunos sacos rotos, en gente que se niega a ser profesional porque le incomoda su objeto de estudio, porque se niega a ver tras el tamiz del morbo lo más excepcional del arte, la honestidad de la creación y a ejercer el juicio. Entonces uno se siente fracasado y dan ganas de abandonar la tarea. Menos mal que uno recurre pronto a la parte llena del vaso y pronto se recupera, pero siente que debe exorcisarse haciendo insignificantes denuncias públicas en su propio e inútil rincón. Pero uno lamenta vivir en una sociedad tan castrante, tan miope y limitada, que limita a las mentes mas jóvenes. Lo bueno es que uno recuerda a los y las que crecen y que llevan en la mirada menos velos y en la vida más oportunidades de plenitud, y es por ellos y ellas que no piensa detenerse.

lunes, abril 25, 2011

Absurdo

A veces creo que es demasiado tarde, y otra veces que falta demasiado. Hoy no me importa ni lo uno ni lo otro, porque no hay tiempo correcto, solo ganas de arriesgarse, ganas de perder eso que tanto se quiere pero que tanto pesa, atrasa, arrastra. Dejarse envolver por el frío de futuro (porque ha de hacer frío en el futuro) y desandar el pasado (porque ni el pasado está escrito en piedra). Que absurdo se pone uno cuando la salud es buena, se cree uno con licencias para ilusionar y con excusas para perder el tiempo, el pudor y el respeto. Eso es lo que hay, y lo que hay es lo que se bebe, y no hay alcohol, solo noche y notas a madera que no se saben olvidar. Que absurdo es el impulso de llegar vivo a la inmortalidad. Que absurdo me vuelvo a veces.

jueves, abril 21, 2011

Entre nos

Yo sé que vos y yo nos vamos a encontrar, no habrá manera de evitarlo, como no hay manera de saber cuándo, ni donde, ni para qué. A veces me hablás y yo no te entiendo, porque me hablás como que no supieras que yo solo entiendo este mi idioma. Un día, en alguna de esas horas voluntariosas, te vas a unir en un ente único, tangile, patente, y vas a ser como yo, pero más vos: solitario, pero alegre, ambíguo, pero decidido, incrédulo, pero valiente, poeta, pero sobreviviente, profeta, pero realista. Un día tendrás espejos en los ojos y tormenta en la garganta. Un día yo voy a quererte como me quiero, y será fácil la vida porque la vas a vivir por mí. Así, entre nos, te siento llegar con cada menguante, como esa sombra que sobra al universo, y es cuando corro hacia mí mismo, donde no vas a saber como encontrarme. Entonces te vuelves a ir al horizonte y solo dejas una nota, que nunca leo, debajo de la puerta.

martes, abril 19, 2011

La Santa Traición

A veces me siento en mi vida y espero las noticias. Esta es una semana de besos de traición y pasiones y dolores. Yo que no creo, creo en la causa y en el efecto, en que la vida no se repite, pero sí se repiten a sí mismos los que no tienen suficiente novedad para llenar el ánfora de sus vidas. Y se repite la ilusión que se manifiesta desilusionante, y me repito yo que confieso esta disposición suicida a creer en lo distinto ante algo que se comporta como más de lo mismo. Hoy es martes, y la cuarta luna llena del año alumbra el mito de un beso, el de Judas, en un huerto, después del cáliz, antes de que el dolor se hiciera condición para salvarse. Vendrá el silencio -esa mentira de los cobardes- por su vereda nocturna, entre antorchas lascivas a dejarme su conocida baba entre los labios.

domingo, abril 03, 2011

En día que decidí volver

Hoy decidí volver aquí. Lo raro es que nunca decidí irme. Han pasado muchas cosas desde que me fuí ("han pasado muchas cosas" digo y pienso durante lo escribo que las "cosas" no pueden pasar, pero no tengo el ánimo dispuesto para buscar maneras correctas de soslayar estos escollos expresivos), tantas cosas han pasado que mejor escribo como si no ha pasado nada. Es domingo y estoy un poco lejos, hace calor y prefiero no moverme. El día está dudoso, en un punto a medias entre sepia y gris. En el fondo del silencio suena la vida superflua en televisión y una conversación telefónica muy seria. Tengo ganas de dormir, pero yo apenas puedo dormir. Me tomo esta pausa a la que no tengo derecho, porque al hacerlo soy un mal hijo, un mal amigo, un mal hermano, pero hoy no quiero ser malo conmigo, y por eso he vuelto aquí, a escribir un poco sobre nada, sobre todo porque aquí todo se perdona, incluso el abandono.

martes, marzo 01, 2011

Esperanza

Asomarse a una ventana cerrada.

lunes, febrero 28, 2011

Anécdota

Dícese de una intensidad sin pasado ni futuro.

sábado, febrero 26, 2011

Melomanía

Hay historias que sólo son bonitas en canciones.

viernes, febrero 25, 2011

Paradoja

Me sos más extraño desde que te conozco.

Armisticio

Dejemos aquí esta guerra que no empezó.

jueves, febrero 17, 2011

Riámonos ¡carajo! *

Si te voy a extrañar,
voy a extrañarte bien,
con ganas de reir de tanta gana de volar,
con elegancia matinal
y garbo de señor.
Voy a extrañarte con albur,
como quien aprendió a reirse del dolor,
con cinismo demencial
y eufórico candor.
Te extrañaré así sin más,
por pura gana de incordiar,
faltándole el respeto a la ciudad
como arquitecto colonial.
Para extrañar con libertad,
voy a olvidar la seriedad,
lanzando risas de alquitrán
como payaso terminal.
Extrañarte será un placer,
como un masaje pero sin piel,
el último trago de un tinto infiel
en copa rota como aquel.
Para extrañarte tengo que rimar,
sentirme diametral, un clásico local,
septentrional sino boreal,
un constante delirar, una risa sin final,
una burla de matar, una histeria,
una forma insana de burlar...
Pero riámonos ¡carajo!
que no quiero llorar.



* Por favor lea: Cuento, de Carilda Oliver Labra

lunes, febrero 14, 2011

Sexo triste

Es una variedad que suele usarse en ocasiones de despedida. Suele ser inconcluso, porque uno no quiere que nada termine; suele ser distraído, porque uno quiere olvidar que es la última vez; suele ser rabioso, porque uno suele hacerse el fuerte; suele ser insistente, porque uno no se resigna; suele ser con música, porque uno no sabe qué decir; suele ser gracioso, porque a uno le gusta su risa; suele ser sin ventilador, porque uno no está para discutir; suele ser con sueño, porque uno se tiene que despertar; suele ser indiscreto, porque uno lo quiere gritar; suele ser sin reliquias, porque uno algo tiene que olvidar; suele ser a oscuras, porque así se aprende a extrañar; suele ser honesto, porque más no se puede perder; el sexo en ocasiones de despedida suele ser triste, porque uno al menos quiere escribir, porque uno quiere sobrevivir.

domingo, febrero 06, 2011

La última cama

Como tenía que ser. Blanca, maderas de origen, con mosquitero, grande, sobre todo grande, cabíamos sin abrazarnos, pero nos abrazamos para que soltarmos fuera un acto y no solo un concepto. La última cama debe ser así, con el precipicio lejos y los límites negociados, con tres fronteras por medio y suficientes horas de viaje como para no remontar por un impulso desahuciado de la nostalgia estafadora. Bueno, salta, apaga la luz y nunca olvides.

lunes, enero 31, 2011

Este no soy yo

Este no soy yo. Yo no voy por ahí articulando en palabras los escondrijos de mi vida. Nunca he sido bueno lidiando con las burocracias de la intimidad. Yo no comparto mis teorías vitales ni dejo en evidencia mi plan de sobrevivencia. Yo no confío en nadie. Quien me conoce sabe que no me conoce. Mi plática es un horizonte que no ofrece más allá. Yo soy silencio y huída. Nube. Molino. Pregunta. Este no soy yo. Para que lo sepás.

domingo, enero 23, 2011

Obsesiones

Es ridículamente pueril identificarse con personajes de series de televisión, pero me pasa. Yo no soy un médico genio para diagnosticar enfermedades rarísimas, ni tampoco soy un genial asesino en serie de asesinos en serie. Ni siquiera tengo el genio de los guionistas del caso. Es decir, no me identifico con la genialidad, sino con la angustia del genio que retratan las series que me gustas y que me obsesionan. Porque lo que soy es un obsesivo, un obsesivo discreto, tímido quizá. Y no soy un obsesivo fiel, es decir, el objeto de mis obsesiones no se mantiene constante, quizá por el afán mismo de no delatarme y no volverme predecible. Recuerdo muchas batallas contra obsesiones que se estaban volviendo fijas, como lavarme las manos unas 50 veces al día, o ver la hora 40 veces por hora. Uso crema de manos y dejé de usar reloj. Aún me como las uñas, bueno no, ahora, desde que me hago la manicura, ya solo me como una uña, y solo cuando estoy ansioso, y ultimamente suelo estar ansioso gran parte del tiempo. Las redes sociales quizás sean una obsesión vigente, pero como es compartida por muchas personas, no resulta en lo absoluto delatadora (aunque hay ciertas personas que superan el umbral de la salud mental). Ya no me obsesiono con mi memoria, me volví olvidadizo a fuerza de distracciones obligadas. Claro, tengo lapsus, como ahora que mi cuarto se ha llenado de cables, conexiones y aparatos (gadget le llaman ahora) que me ayudan a atrincherarme viendo una y otra vez a los personajes de las series que me obsesionan, o escuchar en mi intimidad las mismas canciones que mis amigos tachan de feas. Son los personajes de televisión la compañía suficiente en esta renovada obsesión por estar solo, que a lo mejor solo sea reconocer que me asustan los demás y mis decepciones. Me obsesiona la mentira que es mi verdad y el soliloquio de mis razones. Y hoy escribo contra mí y confesando, tratando de que otra vez la letra espante esta creciente obsesión por el silencio.

viernes, enero 14, 2011

Mama Chinda

Mama Chinda es mi abuela, la mamá de mi papá. Celebrábamos su cumpleaños los 13 de enero y no sé cuántos estamos celebrando hoy, y ella ya no está para preguntárselo. Yo tenía 13 años cuando su corazón dio su último latido. Su muerte fue mi primera tristeza profunda y desde entonces supe que toda muerte es injusta.
Pero hoy quiero recordarla con justicia, y eso no podría hacerlo solo, por eso he plagiado sin permiso las memorias de mi familia, que sabe recordar de manera más confiable que yo. Cito sin citar, para hablar de la mujer que marcó a cada uno nuestras vidas, esa que nos mimaba, que nos consentía, pero que nos corregía. Aprendimos tantas cosas, a no gritar, a comer, hablar suave, a ser correctos, a tomar cafecito a las tres de la tarde y con marquezote o mieluda, también a comer turrón del huacal con el molinillo, en los huevitos, a hacer las huellitas en las salporas, a entrarle los pantes de leña jugando, a rezar el Ángel de la Guarda, a decir el "Dios quede en esta casa", a atender al que visitaba y a darle lo mejor, a comer nances borrachos, a conocer qué es el amor eterno (por su Angelito), siempre hablaba de él como que  ayer se había muerto. Nos enseñó a curarnos, a tener templanza. También acordémonos de la aguita del tabaco que todos le robabamos, que buena que era, y por supuesto el rompope del día de navidad. Nos compraba trastes de barro en las romerías y nos encendía fuego para hacer tortillitas en los comalitos, nos daba un poquito de frijoles salcochados y queso duro para jugar, con tal que no le arruinaramos las plantas para simular hacer comida, y siempre se las arruinábamos. La recuerdo sentada haciendo puros, cortando granadas, caminando hacia misa con su mantilla negra y regando los camarones, las orejas de ratón, las verdolagas, las colas de ratón, las colas de ardilla, el breso, los tréboles, los rosales, claveles y otras plantas de ese jardín imposible, inmeso para cualquier infancia. María Gumercinda Henríquez viuda de Menjívar, recuerdo las siete cuadras repletas de gente que siguieron tu funeral, el ejército de mujeres al rededor de decenas de ollas tamaleras durante los tres días de tu vela. Criaste a tantos hombres y mujeres, tanta gente te debía favores que no querías cobrar nunca, tanta gente te quería como se quiere un símbolo de todo lo que una persona debe ser. Y aquí estamos nosotros, tratando de aferrarnos a tu presencia en nosotros, recordándote.



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*Gracias Yany, Nelly y Rosy por sus recuerdos.

lunes, enero 10, 2011

Fantasmas

Me voy a liberar de los fantasmas. Empecemos por extirpar cualquier alusión al miedo a mi concepto de fantasma. Los fantasmas de los que escribo no me dan miedo, pero provocan esa nostalgia incómoda por la ausencia de lo presente. Entonces, lo que pretendo es liberarme de esas ausencias presentes. Para ser más didáctico (y ojalá que nadie aprenda nada aquí) la comparación más acertada para entender a mis fantasmas serían esos contactos de los messenger que siempre aparecen "ausentes" y con quienes ya no se tiene una auténtica comunicación, y ni los saludos ocasionales provocan una mediana conversación. Claro que no estoy hablando de una purga de mis redes sociales, estoy hablando de la vida a la vieja usanza, de liberarme de la gente cuya presencia, física o no, ha sido relevante en la cotidianidad, pero que ahora su presencia inerte solo hace evidente su ausencia vital. Es que esta ausencia cínica me genera frustraciones innecesarias, me cansa el ánimo y me desgasta el juicio. Es que al verlos ahí uno los cuenta en su contabilidad existencial pero en cada balance se siente siempre que se va perdiendo más. Al liberarme yo, los libero a ellos, que suelo generar inquina es represalia por el abandono. "El que no está, no hace falta", decía Lucho, y cuánta verdad decía.
Pues eso, a liberarme de fantasmas: un poco más solo, un poco más libre.

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