Mi mamá hace cubrecamas. Hace cualquier cosa con tela e hilos. Tiene montones de telas que compra compulsivamente desde hace décadas, no lo puede evitar, dice. En gustos no coincidimos mucho, a mí no me gustan los estampados, menos los de flores, y a ella le encantan, porque dice que las telas sin estampados (sin flores) son tristes. Sin embargo, a veces uso un cubrecama estampado, cuando tengo que lavar el edredón negro que mantengo, uno de flores en tonos de azul y con ribete. A mi mamá no le gusta mi edredón negro, le asusta, dice.
Creo que me gusta ese cubrecamas estampado con flores en tonos azules, y es muy suave ya, y tiene su juego de sábanas y forro de colchón, también obra de mi mamá, y son las sábanas más suaves que tengo. Hoy mientras lo ponía —creo que siempre que lo pongo— pensaba en mi mamá. Dura puesto dos o tres días, mientras el edredón negro vuelve de la lavandería. También cuando pongo de nuevo el edredón negro pienso en mi mamá, pienso en que, a pesar de que no le gusta, me hizo el forro y las sábanas. Por supuesto que no las hizo negras, pero las hizo sin estampado. Siempre ha sido así, un canje permanente de tolerancia y amor floral.
1 comentario:
Este es el post más hermoso que te he leído.
Ay, la legítima suegra...
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