viernes, octubre 10, 2008

La escritura, el lenguaje, los ausentes y Sigmud Freud


"La escritura es el lenguaje del ausente", frase bendita de Sigmud Freud (no tiene blog Miguel), este señor sospechoso que nos metió la desconfianza en el espejo, dejó escrita esta frase en "El malestar de la cultura", quizá uno de mis textos favorito, al que le dediqué algún ejercicio académico en mis momentos de pseudosesudo intelectual estudiante de filosofía y si le hacen clic a la parte coloreada podrán leerlo tal cual fue digno de un 10.
Pero bueno, el punto no es mi 10, es que la frase en cuestión la tiene mi amiga histórica (histérica, estoica) es su nick. Dicha amiga, es mi amiga desde hace 22 años, es mi primer amor, 9 años de novios desde los 13 años. Es decir, nos hicimos uno al otro, porque no había nadie más que los dos en esos años de tribulaciones adolescenciales. Fue la primera novia y amiga que se fue del país. Se fue así, derepente, y durante un año más seguimos como novios distanciados, y otro más como ex conflictuados (y distanciados) saboteándonos a control remoto todo intento de relacion amorosa. Al final supimos ser los amigos que siempre fuimos, y ahí estamos, siempre escribiendo. El cuento viene a que con ella empecé a escribir y recibir cartas, escritas a mano, sobre papel y enviadas por correo que tardaban unos 12 días en llegar. Del primer año tengo 36 cartas, del siguiente unas 20, cartas largas, llenas de historias, de distancia y de ausencia. Ella es psicóloga, de escuela psicoanalítica, y Freud siempre fue un tema recurrente. Nos hacía gracia como el índice de sus obras completas nos describía. Nos escribíamos así, casi obsesivamente, hasta que un buen día apareció el Internet y el email. Dejamos el papel y el lapicero, y nos dedicamos a teclear. Algo pasó. Antes, acumulábamos la vivencia de 15 días en una carta, con el email, podíamos enviar y recibir a diario nuestras historias, pero dejaron de ser las eran. A veces eran forzadas, como escritas porque había que escribir. La posibilidad diaria de comunicarnos nos rompió el encanto de la correspondencia, de la distancia, de la ausencia. Nos fuimos haciendo otros, muy parecidos, pero distintos a los que nos hicimos en tinta y papel, que ya eran distintos a los de carne y hueso. Cuano vi su nick el otro día, tuvimos una breve comunicación:

Elmer: yo soy un ausente pues :D
Alicia: un ausente? ah.... sí
Elmer: porque uso la escritura pues
Alicia: a poco no está lindo?... y muy cierto
Elmer: sí
Alicia: en aquellos tiempos
Elmer: sin messenger
Alicia: sí, eso nos pasó a perjudicar y le da a Freud la razón... del engaño de la tecnología
Elmer: cree?... no, no es un engaño
Alicia: sí, nos hace creer más cerca, pero finalemnte nos comunicamos menos no? entonces no acorta la distancia sino la comunicación... me refiero en el engaño a la tecnología, no a la escritura
Elmer: ...
Alicia: ...
Y sí, algo tienen de razón Freud y Alicia. Y buscando escontré a otro señorm, M. Escola (tampoco tiene blog Miguel), diciendo cosas que le ponen un poco de orden a las ideas estas:
La “autenticidad” de una carta/letra, lo que constituye su valor, reside en esa distancia, que quiere (en mi lugar) que diga siempre más de lo que “yo” quería inicialmente. El “Yo” se deja allí desbordar. Por eso precisamente la palabra epistolar no puede ser un sustituto del intercambio oral: lejos de ser inmediata, la expresión de sí misma que pretende está poderosamente mediatizada por la ausencia del otro y el ritmo mismo de la escritura. ¿Por qué debería mi práctica epistolar obedecer a convenciones tan immutables, sino para conjurar el vértigo de ese desborde?
Lo cierto es que escribir una carta, un email, en el msn, un post, un blog entero, nos declara ausentes ¿Adictos a la ausencia?


1 comentario:

Alada, fuerte y azul dijo...

Cada que paso por aquí me hace cosquillitas la nostalgia. Es risa rica, como de mañana fresca. Es lindo recordar

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