martes, octubre 07, 2008

Fiestas


A veces voy a fiestas. Suelo salir huyendo. Las fiestas me recuerdan las misas de mi infancia de pueblo: rodeado de gente, de mucha gente, demasiada gente. Casi siempre perdía la conciencia y al recobrarla estaba en la entrada de la iglesia con mi tía Margo dándome aire con un diario, y poniéndome agua en la frente y las mejillas. "Te desvaneciste", me decía, "te dio ahogo el gentío". Nunca me diagnósticaron claustrofobia, pero poco a poco mi devota madre tuvo que dejar de llevarme a misa, y cuando me llevaba, ya viviendo en la capital, nos quedábamos en las bancas más cerca de la puerta, y casi siempre mediaba la promesa de ir a comer a la Pizza Boom, porque íbamos a Don Rúa. Comer pizza me gustaba, y la misa con puerta de salvación a dos metros era una experiencia menos asfixiante. Pero volviendo a las fiestas, también las fiestas me costaron siempre, las fiestas como tales, anónimas, sociables. Ir a discotecas con amigos lo llevo bien, una contradiccón que por un tiempo creí una cura, hasta que me vi en una fiesta de nuevo. Cuando digo fiestas me refiero a multitudes, con un buen porcentaje de desconocidos, o bien conocidos que no me interesan, música fuerte y mucha gente hablando más fuerte aún.

No puedo. No sé, no puedo. Ya no puedo. He podido, pero quizá ya no me interesa poder. Precisamente vengo de una fiesta. Salí huyendo. Llovía. Al llegar a mi casa, tomé agua mientras me comía una bolsa de congamix. Hoy no esperaba correo (igual no había). Me puse a escribir esto, y al mismo tiempo hablaba con uno de mis mejores amigos, al que le contaba sobre la agudización de mi insociabilidad. Él insistía en que yo no era insociable:

— Yo he visto como te llevas con la gente Elmer, y eso no es ser "insociable"... ay bueno eso puede ser, pero me parece que nada más andas apático y eso es normal en todos.
— Que más da.
— Ay, vamos Elmer, yo sé que no es que te interese menos ser sociable, ¿qué tenes?
— No creo tener "algo", es que soy más así, no sé, uno crece, y se va haciendo más como es.
— Ok... bueno, pues si te aceptás así yo también lo haré :) jejeje como que si me estuvieras diciendo que volviste a entrar al closet jejejeje.
— Jaja... a uno de los tantos closet que uno tiene en la vida.
— Sí, son varios, pero así pasa.... Mirá, cuando me pase la gastritis vamos de nuevo al Buffalo Wings, como la vez pasada.
Iremos. Supongo. Disfruto de su compañía, de la compañía, incluso me gustan las "reuniones", es decir, grupo moderado de gente platicando con música de fondo, alcohol, cigarros, risas, anécdotas, algún gracioso, algún vulgar, algún tonto. Claro, también las reuniones terminan fastidiándome cuando son la misma repetida. Entonces me ausento, y terminan ausentándome. Y todo tiende a empezar, para llegar inevitablemente a estas conclusiones. Supongo que por eso escribo, porque es una manera solitaria de existir, de comunicarse, de recrear el mundo a mi antojo, de inventarme a este que se confiesa como si fuera yo.

Hasta aquí mi discurso de hoy, este "after party" solemne y desganado, que hace que me guste tanto Marcel Proust cuando dice que
"todas las desdichas de los hombres derivan de su incapacidad de vivir aislados en una habitación".

6 comentarios:

Unknown dijo...

¿Y ese Proust tiene blog?

HuelveElena dijo...

No pueden haber cosas tan bonitas como los nombres de tus tías: Tía Margo, Tía Pilan -mi favorita y no sé por qué porque ni la conozco-.

Unknown dijo...

Mi tía también se llama Margo.

Y le digo Margotía.

É.L. Menjívar dijo...

Tan competitivo que sos Miguel!!!
Pues mi tía se llama(ba) Margarita (Quintanilla), pero le decíamos Margo, yo le decía Márgara Quintana cuando nos poníamos juguetones a abreviarnos, ella me decía "Saconcito".

Mario E. dijo...

y quejesto quescriben, diocuarde

Anónimo dijo...

...

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