A veces, cuando voy a tomarme un café —a veces a solas y a veces no tanto— me siento afuera, en las mesas que están afuera. Hay una ventana enorme, una vitrina, que deja ver hacia adentro, adentro del café. Y me gusta ver a la parejas solas, y me gusta recordar a José Hierro apuntando vistas en su Cuaderno de Nueva York. Las parejas se me han hecho fáciles de reconocer, siempre son dos que se miran (o no) de manera delatora. A veces son parejas que hacen juego, que se ven bien juntos, sus cuerpos se contestan fisonómicamente, a veces no. Se hablan (o no) de manera particular. No los oigo, solo veo sus rostros y sus gestos, sus maneras y sus ojos, los pronunciamientos de sus cejas y los ligeros ademanes de sus labios. Entonces imagino. Suelo tratar de descubrir quién quiere más, quién necesita menos, quién no está en paz, quien ya no quiere. Hay parejas más expresivas que otras. Las peleas son las más obvias, se sabe fácil quién reclama y quién se defiende, y suelo tomar partido, dependediendo de lo que mi imaginativa intuición me dicta. Veo pláticas cotidianas también y, luego de un momento de observación, les voy dando consejos que no les digo: sé más tierno, sé menos demandante, sé más tolerante, sé menos racional, sé más delicada, sé más atento, dejalo hablar, sonreíle, hablá, dejalo. Nunca me propongo descifrar el contenido de las pláticas, me interesa más el género, la intensidad, el grado de definitivas que puedan tener. Y así paso viendo desde afuera, imaginando y reconstruyendo, novelando. Veo a las parejas y sus amores, amores que no son sentimientos, sino relaciones, porque creo haber descubierto, con un prudente márgen de error, que el amor de pareja no es un sentimiento, no es abstracto, no es romántico, no es mágico. El amor de pareja es concreto, es humano, son relaciones y necesidades, son deseos individuales, son prolongaciones, adivinanzas, apuestas, acuerdos, inconstancias. Sin embargo, solo veo las parejas ahí adentro, y paso el tiempo contemplando. Y cuando mi café se ha terminado y me traen la cuenta y me tengo que ir, anoto en ninguna parte una conclusión eterna. Ningún amor se entiende desde afuera.
sábado, julio 26, 2008
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3 comentarios:
A veces se ve desde fuera, de lejitos.
Otras veces se ve, siempre desde fuera, pero m'as cerca... as'i como pegadito al vidrio.
Eso no te hace entender, porque ciertamente "ning'un amor se entiende desde afuera"... pero s'i lo ves con otra perspectiva. Una m'as pr'oxima, casi invasiva. (jaja)
Abrazos.
No estoy apta para lecturas de "parejas".
El exceso de talento. Elexcesodetalento.Elexcesode.Elexceso.
Qué cierto y terrible es tu cierre. Porque tampoco ningún dolor se entiende desde afuera, cuando el amor se rompe.
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