jueves, julio 17, 2008

Innombrable (interrumpido)


"Yo no sé si pueda contarles. Lo que había afuera es innombrable, no hay palabras que puedan articularse y unirse a otra, en una segunda articulación, para dar sentido a una frase que, a su vez, pueda guardar coherencia y cohesión con la siguiente para armar un solo párrafo que lleve a otro y al siguiente con el fin de dar cuenta clara y con sentido de lo que hay afuera. Yo casi no quiero ni recordarlo. Ni siquiera sé decir si era espantoso, asqueroso, impúdico o bochornoso, fue tal mi impresión, mi total desconcierto, mi absoluta disonancia cognitiva —cómo me gusta esa expresión— que por poco dejó a mi inconciente a cargo de mí, cosa que no sería en lo absoluto fácil, dada la manía obsesiva de mi mí de estar a cargo de sí mismo todo el tiempo. La sorpresa ha jugado un papel importante en mi exaltación, porque uno anda por la vida sin imaginar siquiera que a la vuelta de la mirada uno se convierta en testigo presencial de semejante cosa. No, no, no. Y no hay modo de establecer comparación para que me entiendan, ni forzándolos a imaginar que al abrir su refrigerador descubren a un osito celeste de 9.8 libras y con corazón latiente ivernando en medio de las cajas tetrabrik de leche descremada y deslactosada. Pues ni esa sorpresa, que seguro lo sería para cualquiera, es parangón. Quiero empezar a contarlo, pero no puedo. Reconstruir mentalmente las imágenes para elaborar el relato ya me cuesta revivir el susto, y quizá sea demasiado. Pero bueno, tal vez contarlo sea bueno, me ayude, me haga superarlo y pueda salir de este trauma en dos años al menos, y con ayuda de un buen psicoanalista en unos meses menos —tan chic que es tener psicoanalista—, lo cual sería conveniente pues mis vacaciones en Ibiza son para dentro de dos años, y las vacaciones de un traumatizado no son reales vacaciones, son como terapia, y yo no estoy ahorrando para una terapia, sino para irme de reales vacaciones. En fin, voy a poner de mi parte, por eso quiero decirles lo que me ha pasado de una vez. Venía yo caminando, ya no recuerdo de dónde. Ah, sí, venía de mi carro, que lo tuve que estacionar a dos cuadras porque hoy empezaron a reparar esta calle, y ya era tiempo, porque con el invierno queda llena de huecos enormes y nadie le responde a uno por las averías que eso provoca en los carros. Es que aquí no es como en Estados Unidos, donde uno puede demandar a todo el mundo por lo que le pasa a uno causa de un mal servicio público, aquí no, aquí no hay modo, solo toca sacar la tarjeta y pagar uno mismo. A una tía mía, le dieron quince mil dólares porque se dobló un tobillo en una grieta que tenía en pavimento en un paso cebra, allá en Brooklyn. Bueno, pero por qué me acuerdo de mi tía si lo que quiero es desahogarme ahora mismo para evitarme el trauma y poder irme, dentro de dos años, a Ibiza en pleno uso de mi salud mental. Bueno, justo ahora que estaba en condiciones, me llama mi jefe para algo que se le ocurrió que sería interesante que yo hiciera. Ya vuelvo", dijo.

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