Yo no califico para buen consejero, no tengo ejemplos exitosos que pregonar, y he sido muy necio a la hora de escuchar. Pienso demasiado en las mismas cosas, muchas veces al mismo tiempo, lo que no me permite asimilar una enseñanza precisa, de esas infalibles, que les valen millones a quienes encuentran una editoral que se las publique y que a su vez encuentra millones de lectores desesperados que se las compren. Pero aunque no califique para buen consejero, hoy quiero darte un consejo, sí, a vos que ojalá te reconozcas aquí, y si no, al que crea que le sirva, y conste que su uso es de exclusiva responsabilidad del que lo siga: no te creás el mesías de nadie, ni tan especial como para poder arrancarle las obsesiones a quien te obsesiona; alejate cuando es posible sin haber acumular motivos para el dolor; reconsiderá las bondades de estar a solas con el mundo, del silencio eterno y de la distancia prudente; no insistás en volverte estación de paso recurrente, nadie te lo va a agradecer, al final cada quien elige lo más seguro, lo que puede conocer, lo que entiende, lo que le hace daño, lo que les hace sentirse cómodo con su insuficiencia; ni vos ni yo calificamos para ser, en esa perspectiva, la mejor elección.
Ese es mi consejo.
¡Suerte!
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1 comentario:
¿Sugiere desistir de aquellas personas a las que ni siquiera nuestro amor es capaz de cambiar? Puede que haga falta más que amor para que ese ser ceda a la metamorfosis, pero, en ese sentido, si fuésemos su elección, su insuficiencia también sería nuestra culpa...
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