Les cuento. Desde hace algún tiempo, para mí, compartir el desvelo era la ecuación inequívoca de una exacta amistad. La noche procuraba esa intimidad única, en la que la vulnerabilidad es una prebenda y el supuesto sacrificio del desvelo era prueba inefable de lealtad e interés sin mediastintas. Yo buscaba en la noche a mis amigos y a mis amigas, y solía encontrarlos. Eran días de noche, a veces de estudios varios, y a veces de confesiones programadas. Luego se fueron haciendo noches de ebriedad, de Baudelare. Después las noches se volvieron pareja, cama, y películas hermosas y somnolientas. Luego de la ruptura empezaron las noches de fiesta, de alcohol, de búsqueda y encuentro, de puntos suspensivos y rostros para olvidar. Poco a poco llegaron los lugares comunes, algunos más comunes que otros, unos más poblados que otros, y la misma charla, el mismo ron y la repetición se hizo regla. Lo cierto es que hoy que he empezado a tomarle gusto al desvelo a solas, me pregunto alarmado qué parte de la ecuación se volvió prescindible.
domingo, junio 15, 2008
Variaciones sobre una conversación tensa (II de X)
Desvelos
Les cuento. Desde hace algún tiempo, para mí, compartir el desvelo era la ecuación inequívoca de una exacta amistad. La noche procuraba esa intimidad única, en la que la vulnerabilidad es una prebenda y el supuesto sacrificio del desvelo era prueba inefable de lealtad e interés sin mediastintas. Yo buscaba en la noche a mis amigos y a mis amigas, y solía encontrarlos. Eran días de noche, a veces de estudios varios, y a veces de confesiones programadas. Luego se fueron haciendo noches de ebriedad, de Baudelare. Después las noches se volvieron pareja, cama, y películas hermosas y somnolientas. Luego de la ruptura empezaron las noches de fiesta, de alcohol, de búsqueda y encuentro, de puntos suspensivos y rostros para olvidar. Poco a poco llegaron los lugares comunes, algunos más comunes que otros, unos más poblados que otros, y la misma charla, el mismo ron y la repetición se hizo regla. Lo cierto es que hoy que he empezado a tomarle gusto al desvelo a solas, me pregunto alarmado qué parte de la ecuación se volvió prescindible.
Les cuento. Desde hace algún tiempo, para mí, compartir el desvelo era la ecuación inequívoca de una exacta amistad. La noche procuraba esa intimidad única, en la que la vulnerabilidad es una prebenda y el supuesto sacrificio del desvelo era prueba inefable de lealtad e interés sin mediastintas. Yo buscaba en la noche a mis amigos y a mis amigas, y solía encontrarlos. Eran días de noche, a veces de estudios varios, y a veces de confesiones programadas. Luego se fueron haciendo noches de ebriedad, de Baudelare. Después las noches se volvieron pareja, cama, y películas hermosas y somnolientas. Luego de la ruptura empezaron las noches de fiesta, de alcohol, de búsqueda y encuentro, de puntos suspensivos y rostros para olvidar. Poco a poco llegaron los lugares comunes, algunos más comunes que otros, unos más poblados que otros, y la misma charla, el mismo ron y la repetición se hizo regla. Lo cierto es que hoy que he empezado a tomarle gusto al desvelo a solas, me pregunto alarmado qué parte de la ecuación se volvió prescindible.
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1 comentario:
Mientras no seás vos ese elemento prescindible estás, y estamos, a salvo
Bienvenido a tu nueva temporada, y disfrutala sin medias tintas
Sabés que se te (re)quiere siempre y en cualquier parte del mundo, pero entre más cerca siempre ha sido mejor
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