Conversación tensa
No sé si les ha pasado a ustedes, que de tanto vivir empieza uno a querer vivir más lento. Quizá no sea "lento" el término correcto, quizá sea "con cuidado", "con paciencia", "más inteligentemente", a saber. La cuestión es que de tanto vivir, uno vive, una y otra vez muchos episodios, muchos finales y muchos principios. A mí me encantan los principios, soy adicto seguramente. Y con los finales soy romántico, contundentemente pasional, compulsivamente autodestructivo. Un día haré ese recuento siempre prematuro de finales. Hoy solo quiero iniciar un monólogo reflexivo, con cierto ánimo dramatico, sino dramatúrgico, sobre los amigos, esos seres fantasmales que nos rondan y tienen la mala costumbre de hacerse imprescindibles. La amistad, como el amor, es una abstración, una necesidad expresiva de la limitada autosuficiencia con que venimos dotados. Quizá un sucedáneo feliz de muchas experiencias vitales que necesitamos para que nuestro vivir tenga algo parecido al sentido. Así pues, me lanzo a este principio, con un paraguas por armadura, porque bien sabemos todos a lo que se expone aquel que escupe para arriba.
¿Qué hacer si sus peores enemigos
son infinitamente mejores que usted?
Eso no sería nada. El problema surge
cuando los mejores amigos
son peores que usted.
Lo peor es tener sólo enemigos.
No. Lo peor es tener sólo amigos.
Pero,
son infinitamente mejores que usted?
Eso no sería nada. El problema surge
cuando los mejores amigos
son peores que usted.
Lo peor es tener sólo enemigos.
No. Lo peor es tener sólo amigos.
Pero,
¿quién es el Enemigo?
¿usted o sus enemigos?
Hasta la vista, amigo.
¿usted o sus enemigos?
Hasta la vista, amigo.
Roque DaltonUn libro levemente odioso
No sé si les ha pasado a ustedes, que de tanto vivir empieza uno a querer vivir más lento. Quizá no sea "lento" el término correcto, quizá sea "con cuidado", "con paciencia", "más inteligentemente", a saber. La cuestión es que de tanto vivir, uno vive, una y otra vez muchos episodios, muchos finales y muchos principios. A mí me encantan los principios, soy adicto seguramente. Y con los finales soy romántico, contundentemente pasional, compulsivamente autodestructivo. Un día haré ese recuento siempre prematuro de finales. Hoy solo quiero iniciar un monólogo reflexivo, con cierto ánimo dramatico, sino dramatúrgico, sobre los amigos, esos seres fantasmales que nos rondan y tienen la mala costumbre de hacerse imprescindibles. La amistad, como el amor, es una abstración, una necesidad expresiva de la limitada autosuficiencia con que venimos dotados. Quizá un sucedáneo feliz de muchas experiencias vitales que necesitamos para que nuestro vivir tenga algo parecido al sentido. Así pues, me lanzo a este principio, con un paraguas por armadura, porque bien sabemos todos a lo que se expone aquel que escupe para arriba.
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