lunes, agosto 10, 2009

Cielos a la antigua

Me pasaba siempre con los cielos, antes, cuando viajaba solo, y miraba al cielo en Guadalajara, en Panamá, en la Habana, en el Mediterráneo, en Cartagena de Indias, en Caracas, en Guatemala, me pasaba siempre que veía el cielo distinto, con otra luz, no sé, como más alto, no sé, como más bajo, no sé, siempre raro, distinto, siempre otro cielo, ni más ajeno, ni más mío, simplemente otro. Entonces teorizaba: el cielo también tiene fronteras, y cada país tiene un cielo propio y distinto, y esto ayuda a que los ciudadanos sepan ubicarse dentro o fuera de su país solo con mirar al cielo. Lo curioso es que yo era el único ciudadano que notaba esta diferencia, y, con el agravante de ser poeta (sic), cada vez que se lo mencionaba a alguien, ese alguien en cuestión me miraban con esa mirada de lástima, no sé, o de admiración, no sé, o de respeto, no sé, o de burla, no sé. Entonces lo dejé de mencionar y me sentí dueño de un secreto maravilloso que solo yo conocía, que solo yo comprendía. Pero resulta que por alguna razón que aún no conozco, dejé de mirar tanto al cielo cuando viajaba: creo que pasé un viaje entero por Bogotá sin ver el cielo, porque no recuerdo el cielo de por ahí, tampoco recuerdo el cielo de Frankfurt, ni recuerdo el de Nueva York, aunque ese sí lo vi porque tenía que ver como lo rascaban los edificios, pero el cielo fue entonces solo el fondo, no la forma. Así pasaron otros viajes, sin cielos extraños que recordar, hasta mi más reciente viaje a Guatemala, a la Antigua Guatemala, donde me volví a encontrar con otro cielo extraño, extranjero si quieren.




No era por las nubes oscuras, ni por los volcanes, era otra vez ese no-sé-qué que me hacía sentir lejos, extraño, extranjero si quieren, con cierta libertad, con cierta desconfianza, con cierta felicidad y cierta nostalgia.





Lo cierto es que fue un reencuentro con esa parte del cielo que me corresponde, y no hablo de religión, sino de helio, espacio e inmensidad, de un delirio de mi ego, de ese cielo que quizá esté adentro, no sé, o demasiado afuera, no sé.




No pude, ni quise, evitar el recuerdo del poema de Mario Benedetti que copio a continuación, porque explica, en la medida que esto es explicable, algo de esos otros cielos, que por lo visto acosan a algunos por ahí.

No existe esponja para lavar el cielo
pero aunque pudieras enjabonarlo
y luego echarle baldes y baldes de mar
y colgarlo al sol para que se seque
siempre faltaría el pájaro en silencio

no existen métodos para tocar el cielo
pero aunque te estiraras como una palma
y lograras rozarlo en tus delirios
y supieras al fin como es al tacto
siempre te faltaría la nube de algodón

no existe un puente para cruzar el cielo
pero aunque consiguieras llegar a la otra orilla
a fuerza de memoria y pronósticos
y comprobaras que no es tan dificil
siempre te faltaría el pino del crepusculo

eso es por que se trata de un cielo que no es tuyo
aunque sea impetuoso y desgarrado
en cambio cuando llegue al que te pertenece
no lo querrás lavar ni tocar ni cruzar
pero estarán el pájaro y la nube y el pino.


Si quieren oirle el poema al propio y siempre vivo Mario, y ver otros cielos también, les dejo este audiovisual que tiene ese no-sé-qué que tienen algunos audiovisuales que lo hacen a uno sentir nuditos ahí, aja, ahí donde se hacen nudo las emociones.



Hasta otro cielo.

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PD: Las fotos las tomé con mi cel de apenas 2 megapixeles, pero algo se ilustra la cuestión. Y confieso que las tomé para traérselas a Flor que gusta de las nubes con ese no-sé-qué. Así que ahí están Flor. Ah, y bueno, también me acordé de Miguel que anda bajo otros cielos, pero no sé si se ha dado cuenta.

5 comentarios:

La Flor dijo...

Qué lindo, Elmer. Sabés que esta semana me ha pasado que varias personas han visto el cielo y se han acordado de mí y me lo han dicho. Algunos, no tan poéticos como vos, me trajeron cielos también...

Y precisamente hoy, viendo las nubes atardeciendo, me preguntaba cuál es esa fascinación, ese no-sé-qué que me tiene viendo hacia arriba.

No sé.

Gracias.

Anónimo dijo...

Leyendote no puedo evitar recordar un cielo...el septimo...ese que me hizo amar la musica...te acordas?...a mi me pone siempre melancolica pensar en esa epoca, en la que lloraba y un amigo me consolaba con un poema.Desde entonces me gusta leerte.¿Haber si sabes quien soy??

É.L. Menjívar dijo...

Flor, eso se llama TOP oh the TOP of mind...

Anónimo, creo saber quien sos porque no a todo el mundo se consuela con un poema...

Débora dijo...

Vaya! Miren lo que me encontré. No se muy bien cuando o porque llegue acá, seguro buscando imágenes para mi blog en algún momento y termino en mi favoritos. Ahora revisando me encuentro con este blog, con este post y estas imágenes. Estoy sorprendida.
No se bien que decir. El cielo me cautiva, me tranquiliza y me arrulla cuando lo necesito. Y Pude comprobar que aun estando lejos de casa el sentimiento no cambia.
Soy Debra y me tendrás mas seguido por aquí. También tengo un blog (mucho, mucho mas modesto que este) para cuando quieres pasarte.
Saludos desde Argentina

É.L. Menjívar dijo...

Debra, que bien que llegaste, espero que sigas llegando.... ya me di una vuelta por Fastos, y por ahí volveré... Un abrazo.

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