miércoles, marzo 11, 2015

Caprichoso

Si te quiero querer
te voy a querer
aunque no quieras
aunque no puedas
aunque te mueras
aunque me hieras

Si quiero escribir
voy a escribirte
aunque no leas
aunque me ignores
aunque lo olvides
aunque me borres

Si quiero vivir
Voy a olvidarte
aunque me olvide
aunque no llores
aunque yo muera
aunque recuerdes

Si quiero volar
Voy a buscarte
aunque te encuentre
aunque me pierda
aunque yo suba
aunque me queme

Si te quiero querer
te voy a querer
aunque me invadas
aunque te burles
aunque no existas
aunque me quieras

viernes, enero 02, 2015

Excusas para el nuevo año

Quizá este año deba yo aprender a inventar buenas excusas, que no se noten, que sean efectivas, que sustituyan la verdad sin hacer sentir mal a nadie, esto último es fundamental, su razón de ser, que no debe perderse de vista para no caer en el abuso.
Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua que una excusa es un "Motivo o pretexto que se invoca para eludir una obligación o disculpar una omisión", también dice que el verbo excusar significa varias cosas, entre ellas "Exponer y alegar causas o razones para sacar libre a alguien de la culpa que se le imputa", y también "Evitar, impedir que algo perjudicial se ejecute o suceda". También hay definiciones de orden legal y fiscal, pero por ahora no vienen al caso. Lo cierto es que el diccionario legitima la existencia de las excusas y evidencia su utilidad.
Yo no he sido muy dado a excusarme, casi siempre me voy por el lado de la verdad, pero resulta que la verdad ofende, daña, hace sentir mal y no sé qué otras plagas traerá. Entonces la gente buena inventa excusas (no he dicho "miente") y dice lo que no es con la buena intención de matener la cordialidad y construirse para sí una imagen conciliatoria, afable y jovial. Enhorabuena, porque la gente que se excusa tiene más amigos, menos problemas, más carisma, menos peleas, más encanto, menos soledad, más porvenir, y por eso es que digo yo que quizá deba aprender a inventar buenas excusas, y dejar de una buena vez de usar la verdad como excusa para ser como quiero ser. Ya va un propósito.

viernes, noviembre 07, 2014

Desmontajes

Hay que empezar por el cepillo de dientes. Aunque algunos dirán que primero hay que hacer un ejercicio de introspección, que hay que asumir un periodo de duelo, incluso buscar a alguien con quien hablar o un terapeuta profesional. Que hay que buscar la perspectiva optimisma. Que hay que ser social y sexualmente prudente. Que hay que limitar las redes sociales. Dirán que hay que repartir a los amigos y buscar actividades lúdicas variadas. Que hay que borrar el número de teléfono. Pero no. Cuando se desmonta un amor hay que empezar por desaparecer ese otro cepillo de dientes del gabinete de su baño.

lunes, septiembre 01, 2014

Volver a los cuarenta

Sí, yo siempre me quise ir. Estaba seguro de que me iba a ir. Sabía que me iba a ir. Si mi hermano se había ido yo también me iba a poder ir. Pero no me fui. Me quedé. Me quedé porque la vida empezó a contradecirme muy temprano, a podar mis mapas, a humillar mis vuelos, a empujarme hacia mis profundidades, a encerrarme en mí, a poner candados, a condenarme a una libertad condicional con todos los regresos obligatorios. Lo más duro fue cuando se empezaron a ir los amores, los amigos, los vecinos, los compañeros, los conocidos, los anónimos, los comunes. Uno a uno, unos contentos, otros llorando, se fueron. Yo me quedé, yo que sin decirlo lo gritaba: "¡Me voy a ir!", decía el niño empijamado. "¡Me voy a ir!", decía el puberto sangrado. "¡Me voy a ir!", decía el adolescente revolucionado. "¡Me voy a ir!", decía el suicida resucitado. "¡Me voy a ir!", decía el adulto empecinado con La vida está en otra parte bajo el brazo. "¡Me voy a ir!", dice el enajenado por las despedidas, el helecho que nunca echó raíces porque las raíces rompen las maletas, el ilusionado que nunca se hizo de un futuro cercano, el hombre encerrado que cumple cuarenta años y no sabe qué es exactamente lo que ha cumplido, el irresponsable que se queja en público de sí mismo esperando aplausos y algarabías, el que se ha quedado para darse cuenta de que lo peor de nunca haberse ido es no tener un lugar para volver.

lunes, mayo 05, 2014

Cinco

Mi papá jugaba a la lotería y siempre compraba billetes que terminaban en 5, era su número de la suerte. Las placas de los carros que teníamos terminaban en 5. Siempre pedía el 5 en las listas de las rifas que hacían en la escuela, en la iglesia, en la alcaldía. No recuerdo que haya ganado algún premio ni que el 5 definiera algún evento especialmente vital que no fuera el de su muerte: a las 5:55 p.m. del quinto día del quinto mes de 1988, en la cama 5 ¿de la quinta planta del hospital?

lunes, febrero 10, 2014

Nadie merece un novio poeta

¿Alguien merece la eternidad de la palabra?
¿los amorosos insultos de un despecho?
¿el obsesionado delirio de la memoria?
¿la santificación de la mirada?
¿el desvelo caprichoso de las ansiedades?
¿la belleza impúdica de la vanidad herida?
¿el dolor derivativo de unos versos?
¿las pedantes sobresdrújulas cándidamente describiéndoselo todo?
¿la importancia de saberse verso?
¿la caricia de la duda?
¿la pregunta y la respuesta?

martes, diciembre 24, 2013

Mi cuento de navidad

Era la madrugada del 25 de diciembre del año en que yo tenía 5 años, o quizá del año en que tenía 6 años —es tan difícil precisar infancias. Me desperté poco antes de que amaneciera y no recuerdo sobresalto. Yo estaba en mi cuna (que ya era una cama con rejas). Todo estaba aún oscuro, pero no tanto como para no distinguir la escena: mi padre de pie buscando algo en una maleta de cuero que siempre estaba sobre el ropero. En la casa del pueblo todos dormíamos en un mismo cuarto, en el cuarto más seguro para dormir cuando hay una guerra que ametralla repentinamente. Mi padre sacó un bulto de la maleta de cuero que siempre estaba sobre el ropero, se notaba que intentaba no hacer ruido, el bulto estaba envuelto en papel de regalo y tenía una chonga. Le susurraba algo a mi madre que lo miraba sentada en la cama. Yo permanecía quieto, como sabiendo que mi vigilia tenía que pasar desapercibida. Vi que mi padre se dio la vuelta y se dirigió a mi cuna (que ya era una cama con rejas), entonces yo cerré los ojos para parecer dormido. Sentí que puso el bulto cerca de mis pies, mi madre susurró algo, y mi padre movió el bulto y lo puso cerca de mi cara. Yo no abrí los ojos por un buen rato, pero el corazón me palpitaba con fuerza. Sentí que mi padre volvió a la cama y ahí amaneció como cada 25 de diciembre y cada primero de enero, el resto de los días del año, desde hacía 23 años, mi padre amanecía atendiendo la panadería que nos procuraba el pan de cada día. Yo, cuando lo consideré prudente, abrí los ojos y vi el bulto de cerca, no cabía duda, era un regalo: una caja grande, más alta que ancha, medía como tres veces mi cabeza. Pasé quieto y despierto quizá la siguiente hora, en un intenso cara a cara con el regalo. Decidí terminar mi acto de bello durmiente cuando mi madre se levantó probablemente al baño, mi padre aún dormía. Abrí los ojos y me senté y agarré el regalo. Mi madre se acercó, sacudió un pie a mi padre para despertarlo, y me dijo "mirá lo que te dejó el Niño Dios" —en los pueblos, y en aquellos años, Santa Claus era un personaje demasiado secular, y los regalos de navidad se le atribuían al Niño Dios, fantasía más absurda aún porque dónde se ha visto que el cumpleañero sea el que regala y que un niño ande por la madrugada por el mundo llevando regalos sin tener duendes paganos y remos poseídos ayudándole—.
Pero volviendo a los hechos, cuando mi madre me dijo "mirá lo que te dejó el Niño Dios" se me vino a mi pensamiento una pregunta ¿Por qué me mentía mi madre? Ella que siempre me decía que mentir era pecado. Ella sabía que había sido mi padre el que había puesto el regalo en la cuna (que ya era una cama con rejas), ello lo vió, había sido su cómplice y ahora me mentía. Mi padre estaba ahí, sentado en la cama, sonriendo, mientras yo destrozaba el papel de regalo ante los ruegos de mi madre pidiéndome que lo hiciera con cuidado, mi padre solo decía "dejalo". Él también tendría prisa por ver mi cara cuando viera el robot que estaba en esa caja. Por primera vez en mi dura y corta vida recibía un regalo de navidad tan cercano a lo que había pedido. De pronto recordé cuando le dije a mi padre que quería pedirle al Niño Dios el robot que estaban anunciando en televisión. Mi regalo no era exactamente el mismo, pero sí era de baterías, caminaba, tenía un botón que hacía ruidos de disparos láser (que en nada se parecían a los disparos de la guerra con balas de M16 y AK47 que escuchábamos tan seguido y que aprendimos a diferenciar sin error), también hablaba, pero en inglés (y no recuerdo que decía). Me llevó una horas deducir que había sido más efectivo decirle a mi padre lo que quería de regalo que decirlo en silencio orando al Niño Dios, ahí comprendí que necesitaba más a mi padre que al Niño Dios, él si me complacía.

***

No tardé muchos días en encarar a mi madre con la pregunta: ¿Por que le seguía diciendo a todo el mundo que el Niño Dios me trajo el robot si yo había visto que mi padre me lo había llevado? Ella y mi padre improvisaron: lo que pasaba era que el Niño Dios, como era tan chiquito y tenía que andar por todo el mundo llevando regalos, no tenía tiempo de llevarlos todos personalmente en una misma noche, entonces por eso le dejaba a los papás los regalos días antes para que los entregaran de su parte. No niego que en un principio la respuesta me pareció aceptable, pero las dudas y las evidencias en un escéptico precoz son definitivas, pero opté por callar, y decirle a mi padre cada año qué es lo que quería de regalo. Claro, esto no funcionó siempre como debía, al siguiente año le dije a mi padre que quería un piano, y lo que amaneció en mi cuna (que seguía siendo una cama con rejas) fue una melódica. Entonces la explicación fue que como el Niño Dios era tan chiquito no podía andar cargando un piano. Quizá esa explicación me hubiera precido creible también, pero ya no creía en el Niño Dios. Por incordiar le dije a mis padres que entonces tal vez los Reyes Magos, que eran tres adultos y andaban en camello, podían con el piano. Entonces resultaba que los Reyes no tenían jurisdicción por estas tierras, porque se repartían con el Niño Dios las regiones para llevar regalos. Creo que mi padre y mi madre ya no creían que yo me creía esas cosas, pero siempre disfrutaban fantaseando conmigo y yo disfrutaba poner retos a su imaginación con preguntas que con el tiempo se hicieron un poco crueles.

***

Mi padre murió 6 o 7 años después, y la primera navidad en que no estuvo fue una navidad triste, llorosa, sin cinco para las doce en noche vieja, sin pavo, ni cena. Y claro, sin regalos, ni explicaciones. Mis preguntas empezaron su recorrido a solas por la vida. El año siguiente empezaron los exilios navideños. Otro país, otra familia, con sobrinos a los que sus padres también mentían diciéndoles que Santa Claus llevaba regalos, hasta a mí me llevaba regalos, pero no era lo mismo, nunca lo sería. Las navidades se fueron destiñendo, yo sigo huyendo de mi infancia en esas fechas, cada vez más incrédulo, cada vez más lejos de aquella cuna (que seguía siendo una cama con rejas) y cada vez más adentro.
Víctor Manuel Menjívar, mi papá.




* Este cuento se reescribe, se corrige, se precisa cada año, quizá porque yo mismo empiezo a dudar de estas respuestas que le doy a mis preguntas.

lunes, diciembre 16, 2013

Breve

Eres muy breve, me dijo. Me pareció curioso que lo dijera, sobre todo porque es cierto, y la gente dice pocas cosas ciertas. Soy muy breve, siempre he sido breve, pero la gente no lo nota. Los que lo notan prefieren callarse y no mirarme a los ojos, o, en su defecto, tratan de cubrir mi brevedad con su prolongación presuntuosa y lastimera. Pero ella lo dijo, y lo dijo como nunca nadie lo había dicho, al menos frente a mí. Sí, le dije ¿Cómo lo has notado?. No lo sé, me respondió como sorprendida en una indiscreción, Conozco muy poca gente breve, pero tan breve, solo a ti. ¿Me conoces? Le pregunté doblemente sorprendido. Sí, doblemente, porque no creía que en nueve minutos se pudiera conocer a alguien. Claro, me respondió con toda naturalidad, Te conozco muy bien, cuánto tiempo puedo necesitar para conocerte bien con lo breve que eres, es cuestión de física. Bueno, le dije, No lo sé, pero no había hecho esa relación física y es probable que tengas razón. ¿Eres mujer de ciencias?, le pregunté. No, me dijo, odio las ciencias. Soy mujer de flores. Claro, le dije, por eso es que sabes tanto de física. No te burles, y sonrió. No, perdona, le dije, Pero no estoy acostumbrado a pasear desnuda mi brevedad. Es natural, quiso decir, pero en lugar de eso dijo No se acostumbra uno fácilmente. Y tú, le pregunté, ¿a qué no te acostumbras tan fácilmente? A ser de flores, me dijo. Es cierto, me dijiste que eres de flores, perdona que lo haya pasado por alto. Me pasa siempre, me dijo, nadie se da cuenta de que soy de flores, y los que se dan cuenta prefieren callarse y no mirarme a los ojos, o, en su defecto, tratan de cubrir mi ser de flores con su áspero no-ser-de-flores. Entiendo, le dije, Entiendo muy bien.

miércoles, octubre 30, 2013

Safeword

Dice la morbosa y freudiana sabiduría popular que todos tenemos algo de sádicos y algo de masoquistas. Los que se lo toman en muy serio viven debajo de cuatro letras: BDSM. Bondage, Disciplina, Dominación y Sumisión son una serie de prácticas y aficiones sexuales relacionadas entre sí y vinculadas a la sexualidad extrema. Para los que se hacen que no lo saben, todo esto se refiere a involucrar el dolor, la dominación, la humillación, la fuerza, para provocar placer sexual (dicen). Para más señas, curiosee Las 50 sombras de Grey (no me permito recomendarle que los lea, mejor, si acaso, espera la película), ese conocido best seller de la pornografía para amas de casa ("cultas").

Pero no nos distraigamos. Lo que quiero traer al cuento es que el BDSM tiene una serie de códigos, y todo esto que hasta aquí les he contado es para llegar a uno de esos códigos cuyo concepto clavó una idea en esta mi cabeza tan dada a lo inútil, pero que para el caso vio utilidad práctica en este asunto. Hablo de la Safeword.

La Safeword es una palabra, frase o gesto (por si hay mordazas en la escena) que según un acuerdo entre la pareja (el trío, cuarteto u orquesta) sirve para darle al sumiso el derecho a detener las acciones. Usarla significa que el sumiso tiene problemas o ha alcanzado su límite y ha dejado de disfrutar. La safeword debe ser respetada siempre e inmediatamente por el dominante. En español se dobla como “palabra de seguridad” o “palabra de parada”, pero suena mejor en inglés ¿o no?.

Ahora bien, pensando en ese código y sus consideraciones éticas, se me ocurre que sería muy útil sacar ese código de la cama y aplicarlo a la vida, a las relaciones cotidianas, que muchas veces nos llevan voluntariamente por el camino del dolor, la dominación, la humillación, la fuerza en busca de satisfacciones diversas. Por ejemplo, con esa persona que conocemos y con quien vemos una posible relación romántica, en la que identificamos muchas cualidades pero también graves defectos, pero decidimos intentar a ver si con la tolerancia y la voluntad podemos lograr el objetivo de hacer pareja. Entonces debería tenerse un diálogo más o menos así, pero tratemos de que sea infinitamente menos aburrido:

—Tenés muchas cualidades que me interesa en una pareja, pero también tenés defectos que no estoy seguro si puedo sobrellevar. Además tengo mis propias manías y sensibilidad, y una leve disposición al martirio como vía del éxito.

—Sí, yo veo la misma situación, pero también estoy dispuesto a ver hasta donde podemos llegar.

—De acuerdo. Yo quiero evitar a toda costa las mentiras piadosas o las frases hechas para ponerle fin si es que a alguno no nos funciona. Sobre todo quiero evitar una desaparición repentina que eche por tierra lo bueno que puede tener esta experiencia.

—Me parece muy bien, pero ¿Cómo lo hacemos?

—Acordaremos nuestra safeword, una palabra que acordaremos entre los dos y que la pronunciaremos cuando no soportemos más la situación, cuando hallamos llegado a nuestro límite de tolerancia a la humillación o a lo que no nos gusta de alguien.

—¿Solo una palabra?

—Sí, solo una, escogida, secreta. Al pronunciarla el otro sabrá que ahí termina el juego, y que no hay nada más que negociar, solo parar y cambiar de rumbos.

—¿No es un poco extremo?

—Sí, y esa es la idea. La salvación necesita extremos.

—Bueno, hagámoslo.

Ahora debería iniciar la búsqueda de la palabra y acordar el periodo de vigencia, es decir, si solo aplica durante el cortejo, o ya en la relación, incluso en el posible matrimonio o larga vida en común. Y bueno, si un día le llega el morbo del BDSM, ya la tiene adelantada. Piénsenlo y me cuentan.

(A mí me encantan las palabras sobresdrújulas.)



* La versión original de este post fue publicada en 2009. Fue revisada, corregida y aumentada el 30 de octubre de 2013.

lunes, octubre 21, 2013

Roto

Fue un placer habernos amado, besado.
Fue un placer habernos roto el corazón.
— Jaime Sabines

Llegó tarde. Pero esa vez llegó. Claro, llegó para irse, pero no se fue. Se quedó y se fue quedando. Trajo su ropa, sus vasos, sus ganas, su olor. Trajo el desayuno y la avena. Trajo sus dudas. Trajo sus brazos, su sexo, sus preguntas. Trajo mi calma. Trajo su lucha. Yo no traje nada. Es que, a veces, uno solo sabe que tiene el corazón roto cuando quiere volver a usarlo.

martes, abril 30, 2013

Martes


Iba a escribir algunas ideas para despistarte. Pero el silencio seguirá siendo la mejor manera de extrañarte cada vez que llega un martes.

viernes, febrero 01, 2013

Error de cálculo


Te di más de lo que querías y te pedí más de lo que podías.

sábado, enero 26, 2013

Teorema del milagro


Llámenle geometría emocional, o matemática vital, o supervivencia algebráica, o cálculo diferencial aplicado a la salud mental. La humanidad, en el universo de los números, es lo de menos, lo que realmente importa son los resultados —que existen en la naturaleza sin intervención humana—, la exactitud, la seguridad de que hay verdades irrefutables y absolutamente demostrables. Claro, a esta altura sabemos ya que esa exactitud solo es cierta bajo las condiciones físicas y cósmicas que permiten existir a esta especie. Poco sabemos, pero suficiente: creemos. Porque somos mejores creyendo que sabiendo. Saber es limitante y limitado. Creer es absurdamente infinito. En fin, los números están para creer en algo, así, infinitamente exacto. "Lo malo de la vida es que no es lo que creemos pero tampoco lo contrario", dijo Pitagoras cuando supo que el número es el que rige las formas y las ideas, y la causa de los dioses y los demonios. Y así, por la vía del absurdo, avanzo hacia mi teorema, en el que calculo con pulso tembloroso, ese exacto momento en el que seamos esos catetos al cuadrado que sumen el cuadrado de la hipotenusa del milagro de saber unir el final con el principio: la felicidad.

domingo, agosto 26, 2012

Autobiografía No Autorizada - Infancia

Si mal no recuerdo, un día de agosto nací, en las vísperas del huracán Fifi, justo entre Leo y Virgo, en un país pequeño con un solo mar, en el centro mismo de un continente tripartito, un país de ánimo guerrero, guerrerista y guerrillero, rudo de costumbres, áspero de conciencia y terso a vista de pájaro. Y luego, como tenía que ser, crecí. Con ciertas dificultades, pero crecí, con intolerancia a la lactosa, con los pies metidos en zapatos ortopédicos, con un diagnóstico de anemia crónica y una recurrente dósis de Psicosoma para controlar mi tendencia al berrinche, pero crecí. Crecí en la casa de un pueblo que ya no existe, en el Rincón Grande, en la falda de un volcán con tetas, en la ruta del temblor y del lahar. Crecí en una casa grande partida en dos, mitad pan, mitad familia de cuatro residentes y dos visitantes. Una casa grande, de esquina trunca, de adobe gordo, techos altos y entejados, puertas rojosangreseca, rosada por fuera y variopinta por dentro. A gatas empecé la vida sobre pisos cuadriculados, uno verde, uno rojo, uno verde, uno rojo, lustrados por el olor a pinesol del trapeador de los lustros. La casa y su patio de lajas de humedad mortal, un patio al centro con geranios, colas de ardilla y rosas de madambur. Una casa de puertas mudas, clausuradas con ladrillos de miedo para que no entraran esquirlas de una guerra fiera que mataba afuera. La casa tenía una sola ventana abierta y con balcón, con una sentadera para sentarse a ver la chorrera que soltaba la tormetan por el empedrado, para ver cuando pasaba la gente saludando y cuando no quería saludar, para ver al Cimarrón enflorarse con sus lilas de abril, para ver la caliza pared de mesón de la niña Pacita, para ver pasar a la guardia nacional y asustarse, y ver las procesiones que dejaban resbalosas las aceras por su amarillento lagrimeo de cera de cebo, para ver la esquina con tienda, y a la niña Juanita con sus medicinas para todo y catecismos para todos, y a la niña Inecita llegando en bus con comales de Cojute, y a Manuel huyendo siempre del cinchazo, y a don Lencho dejándose lamer las manos con sal por la vaca pinta y la vaca negra. Y seguí creciendo. Como pude seguí creciendo, y creciendo, y creciendo, inevitablemente, injustamente, creciendo, deliberadamente, absurdamente, pasmosa y espasmódicamente creciendo, incrédulamente, felizmente, marginalmente, melodramaticamente, violentamente creciendo, y siendo, y siento que nunca dejé aquella sentadera tras aquel balcón de aquella ventana única en aquella casa que se desmoronó dejándome sin escenarios la infancia.
—¿Continuará?—


 

lunes, agosto 06, 2012

Mi mundo raro

Nunca puedo dormir con el cerebro cantando, o llorando, que hoy resulta ser lo mismo. Hoy —ayer y mañana— murió Chavela Vargas, tal como ella misma lo había prometido en anuncios sin espanto ni tragedia. Murió como un silencio: dando paso al ruido infinito de la vida. Murió dejando un mundo raro: el mío.



Un mundo raro en el que uno sustituye confidencias con canciones, en el que uno abraza cada voz que lo consuela en esa tristeza primigenia que no encuentra explicaciones ni remedios. 



Un mundo raro, colorido y delicado, lleno de esos tiempos vacíos que dejan las simples cosas. Y ahí se queda uno como esperando algún sol de mediodía, pero solo llegaba Chavela soñando el regreso.  



Y así te espero de ahora para siempre, es un mundo raro en que no se puede vivir sin soledades.



Cuántas respuestas te escuché llorando, cuantas preguntas me dejaste cantando. Cuánto te debo Chavela, esta paz, esta compañía, este mundo raro.

lunes, julio 09, 2012

El amor de Higgs

Pudo ser una tarde, porque las tardes son proclives a la búsqueda. Pudo ser un martes, porque los martes son proclives a la fuga. Pudo ser en un bosque, porque los bosques son proclives a los cuentos. Pudo ser un físico, porque los físicos son proclives a la angustia. Pudo ser la materia, porque la materia es proclive a las preguntas. Pudo ser una ecuación, porque las ecuaciones son proclives a la eternidad. Pudo ser un presagio, porque los presagios son proclives a cumplirse. Pero —y en esto solo especulo— también pudo ser el amor, porque el amor es procilve a esas colisiones que desintegran en ínfimas como infinitas partículas todas las esperanzas conocidas.

viernes, junio 01, 2012

El buen perdedor

Algunos elegimos las batallas que queremos perder. Entonces vamos perdiéndolas con decisión y esmero. La estrategia es la verdad, decirla siempre, religiosamente, kamikases, amantes suicidas arrojándose al abismo de lo (im)posible. El truco infalible es exigirla siempre. El resultado siempre inevitable es cinismo vulgar, ese que se disfraza de "soy sincero". Y uno pierde un par de camisas, unos pesos, la vergüenza, unos gramos de esperanza, un tiempo precioso en inútiles consejos y simulacros lamentables de tierna comprensión del sintenido. Pero uno sabe que no se gana bien, no del todo, frente a quien se vive perdedor. Entonces termina, una noche, en esa hora precisa e inequívoca en que felizmente se recuerda que fue uno, nadie más, el que eligió, desde que abrió la puerta, perder.

sábado, abril 28, 2012

— Peleándome con vos a tus espaldas

Si el jazz es un cliché, si Bolaño es un cliché, si Tarantino es un cliché, si Foucault es un cliché, si el whisky es un cliché, si Kapuściński es un cliché, si el café gourmet es un cliché, si Manhattan es un cliché, si la Cafetería Bella Nápoles es un cliché, si The New Yorker es un cliché, si la cocina de mi madre es un cliché, si Dr. House es un cliché, si Hora de la cenizas es un cliché, si Orson Welles es un cliché, si la sabiduría de mi abuela es un cliché, si un Blog es un cliché, si Scrabble es un cliché, si la muerte de mi padre es un cliché, si el frío de Europa es un cliché, si ser Ateo es un cliché, si las Mac son un cliché, si la Habana Vieja es un cliché, si Luna Park es un cliché, si la poesía es un cliché, si Mujeres al borde de un ataque de nervios es un cliché, si Monterroso es un cliché, yo quiero ser un maldito cliché.

viernes, marzo 23, 2012

Sabe, Alicia, compañera...

Alicia siempre es más fiel que mi memoria, por eso no temo a mi futuro amnésico ni a esa soledad que cultivo con ahinco. Será siempre la arqueóloga de mis imcomprensiones y de mis letras desperdigadas por los aires, los vuelos y ríos. 25 años y no cambiamos, aunque cambiemos. Le debo mucho más de lo que sé. Y aquí va de nuevo eso que solo usted sabe cuando le escribí, y que hoy solo corrijo, poniendo tildes y quitando puntos, para que sea, de nuevo, nuevo este poema. 

Sabe compañera...
Sabe compañera
vencimos algo
no sé si algo hecho de tiempo
o de geografía
pero eso ya no es amenaza
se ha hecho cómplice en nuestro crimen
de querernos sin preguntar
al imposible
Sabe compañera
vivo de su sonrisa
y aprendo de la libertad de su lágrima
lo que me hace falta para sentirme hombre
Sabe compañera
aún hay abismos
y mucha lástima en mis espejos
aún la queja de la vida me acosa
y se hace difícil escribir mañanas
Sabe compañera
su mano es fe
y la pregunta cruel
un empujón hacia mí mismo
Compañera
conocí de la paz
cuando su mirada me dijo
que su sonrisa
ya está a salvo de mi sombra

martes, febrero 14, 2012

Mis teorías sobre vos

La primera, y más probable, es que no existís. No encuentro evidencia ni rastro ni dolor. La segunda, menos probable, es que me equivoqué. Conozco mi ganas de inventarme personajes para poder querer. La tercera, absolutamente improbable, es que no existo. Pues aquí te escribo mis teorías delatoras de mi presencia dictatorial. Una cuarta, la de la duda, es que mentís. Porque guardo en todos lados lo que quisiste olvidar.

viernes, febrero 03, 2012

Como si no fuéramos amigos

Es como si ya no fuéramos amigos. Como si de pronto hubiéramos perdido la memoria y no encontrarámos los caminos, ni reconociéramos la voces de la gente, ni supieramos el apodo del color de los ojos, ni la sensación de la textura del pelo. Como si la música derepente fuera un lenguaje indescifrable, como si aquellos desencuentros nunca nos unieron, como si los pasos ya nunca fueran baile. Es como si llegaran los años y todo siguiera como si no hubieramos llegado uno al otro, como si no fuéramos torpes, como si no fuéramos reactivos y prepotentes con estilo propio. Llegarán los cumpleaños como si nunca hubiéramos nacido. Menos mal que nunca seremos como si no fuéramos nosotros.

jueves, enero 19, 2012

Azoro

En fotos te busco y no me encuentro
parece que nos perdí en el espejo

lunes, octubre 31, 2011

Paraguay existe

Casi voy regresando de Asunción, de Paraguay. Y te cuento que sí existe, aunque no tenga mar, aunque sí tenga playas, playas del Paraná –ese río impertinente que cruza el sur del sur con sus aguas sin reputación–, playas de Ypacaraí, ese lago de vals criollo del folclor del romance universal. Agua no falta en Paraguay, se derrapa en las cataratas de Iguazú, con todo y presa, y, como si fuera poco, de repente, llueve como en mi trópico. Es caluroso, eso sí, mucho en estos días, y se pone peor cuando los del hemisferio norte nos helamos –en el trópico nos helamos con veinte grados–. Tanto existe que llegan de golpe decenas de presidentes –aunque algunos, como el mío, se quedarán con la duda–. Pero claro, antes hemos llegado periodistas a verificar aquella presunción de existencia, no vaya a ser. Y bueno, también tiene un presidente, el exobispoyahorapadre. Y ahí estuvimos que no lo podíamos creer, pero Paraguay existe, y tiene su Asunción, bajita, medio empedrada y rojiza, con sus shopping y paseo Carmelita, y también su minicentro y calle Palma y calle Tecuarí y su plaza tomada por dignos indígenas sin tierra en un camping indigno que a nadie indigna ya. Y uno puede andar, sabes, de noche y de día, y aunque no hay que confiarse ni abusar, se puede recorrer aquella existencia que se paga con guaraníes (cuatro mil y tantos por un dólar y cinco mil por un euro). Pues eso te cuento hoy, para que sepas un poco más –o un poco menos– de ese país con seis millones y medio de personas, la misma cantidad que hay en mi país 20 veces más pequeño. Paraguay sí existe, pese a Bastenier y sus frases de titular.

martes, octubre 04, 2011

Ruidos

El corazón es un tambor furioso y la respiración de uno solo es un huracán. La fuga del grifo suena a catarata y el mosquito entona un do de pecho. Que ruidosas son estas horas, como un coro de sordos en la mitad de una noche calurosa. Pasos furiosos que no acaban de llegar y la lluvia tintineando en las ventanas como imaginarias piedritas de felicidad. Y los manotazos del viento, y el luminoso escándalo del rayo, y el ronroneo de los muebles vecinos, y la charlas de amor entre los arbustos. Pero que ruidosa es esta soledad, y tan acostumbrado que estaba a tu silencio.

miércoles, septiembre 28, 2011

Incrédulo

La mitad del mundo es mentira, y la otra mitad es una duda. Así vivo. Así sobrevivo. Las verdades me espantan como deberían espantarme los fantasmas, pero los fantasmas no me espantan. Me espantan las verdades porque solo existen por descarte, casi por azar, y nunca, o casi nunca, se revelan. Yo miento cuando digo que no miento, pero lo que digo es que no digo mentiras, por eso soy tan callado. Me gusta preguntar porque he aprendido a disfrutar de las mentiras, de la creatividad conque se levantan, de la estética en que a veces se envuelven. Nunca creo nada, soy eso que los diccionarios definen como incrédulo, soy un incrédulo perfecto. No me gusta responder, porque no me gusta decir mentiras, y cada respuesta es eso, aunque no quiera, aunque no lo crea. Me llevo bien con muchos mentirosos, los disfruto, me divierten en su oficio. Oficiantes talentosos. Mienten con todo el cuerpo, con la mirada, con la intención. A veces mienten por placer, a veces por costumbre, a veces por necesidad, por supervivencia. Y se vale, a veces se vale. Conmigo se vale porque no me engañan, a menos que yo quiera. Es así, y no miento, aunque mienta, pero que no les importe, soy un mentiroso responsable, hasta socialmente responsable. Yo dudo, eso hago, dudar, porque dudar me hace responsable: me cuido, y cuido a los demás. Las dudas salvan de la culpa, de la propia culpa y de la culpa ajena. Soy incrédulo, y cada día quiero serlo un poco más, no hay otra forma, no hay otro modo, créanme.

lunes, septiembre 26, 2011

Acostumbrarse

Uno puede acostumbrarse a casi todo,
a los casi,
al buen encuentro,
y la anunciada despedida.
Uno sabe acostumbrarse a los adjetivos,
a las palabras nuevas,
al mal vino
y al mejor amigo.
Uno debe acostumbrarse a las obligaciones,
a lo imposible,
a la luz de la mañana,
y a los a veces.
Uno quiere acostumbrarse a los mismos versos,
a la buena compañía,
a la distancia del pasado,
y a la nostalgia.
Uno requiere acostumbrarse a lo fugaz,
a la ignominia,
a la otra almohada
y a las decisiones.
Uno busca acostumbrarse a los pasos,
a la voz de las paredes,
a la risa en la ventana,
y a los espejos.
Uno intenta acostumbrarse a los silencios,
a las medianas respuestas,
a las miradas,
y a la ignorancia.
Uno se acostumbra a la indolencia,
al sabor de cada olvido,
al color de la incerteza,
y a la mentira.

Uno se acostumbra a casi todo,
menos a tener que acostumbrarse.

viernes, septiembre 16, 2011

Argentina se oye

Argentina se oye. No hace falta abrir los ojos. El acento inconfundible, la pronunciación absurda y la dicción arrastrada de esta gente es definitiva, no hay ninguna otra opción que estar en Argentina cuando los escuchas. Y el tango no falla. En los taxis y los paseos turísticos, pero también en las pláticas y en los diarios. El bandoneón y las caprichosas y heterodoxas fusiones se hacen oír, se imponen, incluso a la mirada. Si sos turista, te lo venden a cada paso, en cenas, teatros, hasta en la calle por pocos pesos. Ah, los pesos, para uno que 'pesos' solo es un apodo, aquí es el nombre propio de una moneda otrora tan soberbia, y hoy multiplicada. En este país los gobernantes también resuenan, y se escucha la agudeza de Alfonsín y Perón, y grave Kirchner y Duhalde, el estacato De la Rua, y trágico Videla, Junta, cana. También suenan sus calles, y perdonen los lugares comunes, en las canciones vagabundas de Gardel, de Fito y Charly y Gieco, y la provincia retumba en la garganta de Mercedes Sosa, y Atahualpa. Se oye hasta el silencio de Cerati. Suena la pregunta implacable en la Plaza de Mayo "¿Dónde están?", y sin palabras un Piazzolla me conversa confundido entre leones marinos. A mí me suena todo, no todo me suena bien, pero aquí ando, tratando de aprender a escuchar.

martes, agosto 23, 2011

4:48 a.m.

Y empecé mis 37 con insomnio. Mala señal: yo que ya duermo poco, quizá voy a empezar a dormir menos. O tal vez solo sea que dormí demasiado ayer, y mi cuerpo lo sabe, y solo (que solo se ve el solo sin la tilde que le quitó la Real Academia) se desquita las horas que perdió abandonado en la inercia del inconciente. Entonces leo 29 páginas del El ruido de las cosas al caer, porque en unos días entrevisto al autor, y resulta que me gusta la novela, pero dormito y me ilusiono con que voy a dormir. Pero no, quizá no tenga caso. Y con los ojos cerrados se me viene la frase Y empecé mis 37 con insomnio, y ya cualquier intento de dormirme será inútil. Este estado es propicio para retomar tareas inconclusas, historias inconclusas, sobre todo cuando uno es tan inconcluso, y mejor dejémoslo así y que nadie saque conclusiones... Voy por agua, y no sé si vuelva por aca, así que pasen un bonito día.

miércoles, agosto 10, 2011

Pornografía de biblioteca

Depende de quien lea, así será lo leído. En las páginas de los Trópicos de Henry Miller se esconden compendios de explícitas escenas de sexo, en ellas el lector puede ejercer la imaginación hasta lograr imágenes únicas en su excitante animalidad, o bien, tiernas manifestaciones corpóreas del amor.

Pero la palabra terrible es pornografía, intolerable y criminal. Honesta diría yo, pero esa palabra también está demasiado desnuda. Las conciencias débiles siempre han condenado la honestidad y dictan sendos y amenazantes preceptos; moral lo llaman, y en su nombre viven ellos y matan a los otros.
Charles Baudelaire insistía en que imagináramos todo, con especial atención en lo prohibido. [Tuitea la frase]
En este país se condena la pornografía por dogma. Sin duda, existen muchas dificultades para verla como algo más que depravación; pero, en este sentido, no es la pornografía la única que sufre persecución. Sin embargo, en la historia han sido perseguidas infinidad de manifestaciones humanas que a los ojos de los grupos hegemónicos resultan impresentables.

En cada caso vemos un cuadro bastante similar, vemos como se delinean dos grupos: unos conservadores y otros progresistas. Los primeros son los inquisidores e intolerantes; los que dictan y castigan, y que, por lo general, tienen el poder necesario para "conservar" el mundo a su imagen y semejanza. Los segundos son las víctimas, los incomprendidos, perseguidos y castigados; sin recursos, ni materiales ni sociales, para defenderse. Los primeros son los que tiran siempre hacia el pasado, que es querer hacer, contra el discurso del tiempo, eterno su presente. Los segundos son las semillas del mal, los que no quieren sumarse, los que tiran sus piedras hacia el futuro, pero más allá de donde la vista alcanza.

Todo esto es caricatura. Ni unos ni los otros son siempre así. En verdad ambos se creen, de alguna manera, "los buenos". Siempre parece que los conservadores radican su bondad en negar el cambio que no surge de sus presupuestos. Los progresistas no deberían verse buenos a sí mismos, porque verían malos a otros y eso no es progresista: hay que estar más allá, como sermoneaba Nietzsche, para ser verdad. Y sigue la caricatura.

En medio, está "el público". Los recreadores. Al final es el grupo que se impone, pues por efectos de la masificación es más longevo. El perseguidor muere un día, al igual que el perseguido, pero ambos en distintas circunstancias. Quedará, con suerte, la obra, que es paciente, y el tiempo, si en verdad la obra tiene alguno, le llegará.

Y pasa. Pasa que después de cien años la corona inglesa lamenta haber condenado a Oscar Wilde por degenerado. Pasa que Verlaine y Rimbaud fueron encumbrados como genios cuando la muerte los hizo inofensivos y sus penes, botones negros, tetas, felaciones y cunilingus literarios ya no asaltarían las inocencia de la imaginación sexual. Y pasa más, mucho más, pero menos notorio, más doméstico. La purga social es constante, institucional y, quizá, tristemente necesaria.

Unos dirán que el público salva o condena según la circunstancia que vive. Muchas veces es el que forma y deforma. Lo pornográfico de cada obra tiene cuna dudosa. A veces está en el creador y otras en el receptor. Vladimir Nabokov escribió Lolita con un ánimo lejano, no por eso contrario al que los lectores encontraron, sin embargo, y a pesar del morbo inexcusable, ninguna biblioteca podría prescindir de esta obra polivalente alegando perversidad sin que la sensatez le mire feo.

Hay verdades que ofenden más que una secuencia ginecológica. El snobismo hoy en día es salvoconducto generoso, citemos entonces a sus íconos. Sade sentenciaba "Lo más sucio, lo más infame y lo más prohibido es el mejor estímulo para la mente. Es lo que hace que nos corramos de la manera más deliciosa". Charles Baudelaire insistía en que imagináramos todo, con especial atención en lo prohibido, para librarnos de las ataduras de la ignorancia.

Estos son libros, es decir papel y tinta, letras formando palabras, palabras formando cuerpos en el deseo. Han sido aceptados como huéspedes de las bibliotecas más puritanas, todas las de este país, porque las imágenes de la mente son invisibles a los otros. Pero no vaya uno a dibujar, a filmar, a hacer sonar. No vaya un desconocido sin premios ni editorial a usar la palabra impúdica, porque entonces los doctores se le abalanzarán con todo el peso del poder que legitima la imposición de la soberbia.

El sexo es un tema tabú todavía. Todo parece indicar que es un género disidente, emancipador, no tanto por su nula esencia ideológica (salvo por la obra de Sade y otros) como por su vocación develadora de realidades íntimas y estrictamente humanas. Además de evocar deseos y obsesiones humanas, este género es un excelente pretexto para estimular la creatividad orientada al placer de los sentidos, placer por demás vilipendiado.

Yo invito aquí a visitar los pasillos de las bibliotecas para encontrar y no encontrar los Pájaros de fuego de Anais Nin, el Decamerón de Bocaccio, algún cuento de Xaviera Hollander, indagar los archivos de David H. Lawrence o Gary Jennings. Marguerite Duras, Sor Juana Inés de la Cruz, García Lorca, Neruda, Yukio Mishima, Vargas Llosa; busquemos también a Melitón Barba, algunos versos de Matilde Elena López, Silvia Elena Regalado, escritos de Roque Dalton, Otoniel Guevara, Salvador Canjura; todos estos y miles más, han podido ser tachados de pornógrafos por una palabra, una frase o una novela entera. Todos son símbolos de buena lectura y de cultismo. Nos es que haya sido el sexo en su obra lo que los valida, pero tampoco ha sido motivo de desdén ni de rechazo, y menos de castigo. Hay otros que intentan a diario mostrarse y son lapidados. Y pierden todos, los que tiraron la primera piedra, el que la recibió y los que vimos todo sin verlo. Perdió también la cultura y la tolerancia. Perdimos también los de "el público", nos agravan los prejuicios y la ignorancia. Pero el tiempo pasará, o tal vez no.

¿Por qué están unos y no otros en los catálogos? ¿Quién decide qué es bueno y que es malo leer, ver o escuchar? ¿Por qué? Las respuestas, por desgracia, las conozco. Aún nos vigilan, nos prohiben y castigan por salirnos de la sombra. Las bibliotecas, que podrían ser la torres en que los lenguajes pudieran convivir sin entender prejuicios, nos traicionan. Si no velan por nosotros los que deben, entonces ¿Quién? ¿Qué podemos hacer desde la palabra? Demasiado poco. Eso es lo que a mí me da vergüenza.

sábado, agosto 06, 2011

Los dramas de un hombre culto (en 11 frases protorrománticas)


1) ¿Estará uno en riesgo de enamorarse si quiere invitar a jugar Scrabble a la persona con quien acaba de tener sexo?

2) El problema no sos vos, soy yo que aún no termino las obras completas de Kafka.

3) No sé distinguir entre engañar al otro y la fidelidad a mí mismo. ¿Necesitaré otra maestría?

4) ¿Todas las verdades son a prueba del paso del tiempo? Te llamo en un año, a ver si aún nos queremos.

5) Si no has leído a Kundera, lo nuestro no va a funcionar.

6) ¿Soy una buena persona que a veces hace cosas malas, o soy una mala persona que a veces hace cosas buenas?

7) Podríamos seguir si al menos supieras que tu pobre cultura general te impide disfrutar más del 5 % del humor de Los Simpsons.

8) Desde que me regalaste un libro que ya tengo me di cuenta que no has logrado conocerme.

9) Lo malo no es que te sientas intelectualmente inferior, lo malo es que sabiendo que lo eras, hayas permitido que me enamorara.

10) Siempre me inquietó tu belleza prerrafaelista, sólo espero que tu moral no se corresponda.

11) Jamás, óyelo bien, jamás te voy a perdonar que haya visto una película de Woody Allen con otro.

Bonus Track: Obviamente, no vas a entender este post ¿Ves que no hay arreglo posible?

martes, julio 05, 2011

Prioridades

Es la receta infalible. Poner lo que va antes de lo que va después. La cuestión es que no solo se trata de orden y de tiempo, se supone que se trata de importancia. Importancia no quiere decir, necesariamente, necesidad, y necesidad no quiere decir urgencia. Aunque urja correr por correr y desperdiciar la horas en vivir por vivir, para, simplemente, ponerse a contar cuentos, sin hacer tantas cuentas. Pero no, no, y no: hay prioridades, y no son la mías, porque para gente como uno no hay prioridades, hay ganas (o no), y las ganas son así, solo de uno, bueno, de gente como uno. Y entonces amanece con las prioridades ajenas, y yo, emulando disciplina ejecutiva, pretendo ordenar mis horas próximas, y entonces abro mi MacBook Pro, abro una nota de tareas de hoy, y escribo, con solemnidad y lleno de orgullo por mi talante, "Prioridades".

jueves, junio 30, 2011

El burócrata sentimental

Seguir al autor en @Petchy19. Ver publicación original haciendo clic en la imagen

—Este es el horario– Le dijo, extendiéndole una hoja de papel con rayas en las que se distribuían unas series de horas precisas.
—¿Horario?– Preguntó con la cara llena de extrañeza, mientras tomaba con curiosidad la hoja de papel y trataba de entender el significado de esas series de horas.
—Sí– le dijo en tono seco y firme —El horario para querernos– y le soltó una sonrisa amable.
—¿De qué hablás?– Interrogó un poco confundido —¿Horario para querernos?
—Leé, ahí está todo detallado, y claro, si querés agregar algo o algo no te queda claro podés mandarme un correo y lo discutimos en la sobremesa del jueves, que es cuando más tiempo tendremos. Por favor revisa tu email en un par de horas, estoy terminando los términos de referencia para el sexo.

miércoles, junio 22, 2011

La seño Cristy y la seño Pilan

Mi mamá, Cristy, y mi tía, Pilan, son maestras: profesoras: docentes. Mi mamá es maestra graduada de la legendaria Escuela Normal de Chinameca de a mediados de los años 50 del siglo pasado. Mi tía estudió en la también legendaria Escuela Normal de Cojutepeque, casi por la misma época que mi mamá. Maestras de aquellas, de candelitas de yeso y pizarrón de madera pintada con pintura verde para pizarrón, borrador felpa y metro de madera amarilla. Mi mamá tuvo que cruzarse el Lempa para su primer nombramiento, y así fue que llegó al pueblo donde vivía el que sería mi papá. Mi tía Pilan, hermana del que fue mi papá, fue primero amiga de mi mamá porque su mamá, mi abuela, era vecina y amiga de la niña Paquita, dueña de la casa donde mi mamá llegó de pupila. En algún momento apareció mi papá, pero ese momento no lo voy a contar hoy.
Pasaron los años de ejercicio docente, y luego de muchas peripecias, exilios, huelgas y 21 de julio, mi mamá y mi tía gobernaron juntas la escuela del pueblo, mi mamá como directora y mi tía como subdirectora. Pero, pese a lo que usted, mi estimado lector pensará, no era fácil para mí estudiar bajo ese gobierno. No crean ustedes que tuve privilegio alguno por mi linaje, al contrario, ambas, mi mamá y mi tía, regidas por un sentido ético incomprensible para un niño como yo, tan consentido por mi mamá y por mi tía en el hogar. En la escuela mi mamá no era "mami" –¡diocuarde!– era la "Seño", y mi tía no era mi tía Pilan –¡diocuarde!– era la otra "Seño".
A pesar de siempre haber sido pacifista, siempre hubo algunos compañeritos-mala-gente que se empeñaban en acosarme por una especie de odio de clases (sic), no me dejaban jugar con ellos, y cuando me dejaban era para agarrarme a pelotazos. Pero esto no es un relato de la prehistoria del bullying, porque no era ni tan a menudo, ni tan exagerado, y yo lo recuerdo con humor, sobre todo porque siempre he sido paciente para la venganza. Claro, en esos años me parecía que aquello no podía ser peor, pero sí lo fue: El día que se me ocurrió, por puro instinto de hijo, ir a quejarme con mi mami por un pelotazo en mi cara, pero mi otrora mamá no estaba por ningún lado en el rostro de la "Seño", quien fue implacable, pero contra mí, y me recetó un sermón sobre cómo debe uno forjarse el carácter y cómo debe uno aprender a jugar para eso, que si no estaba dispuesto a aguantar pelotazos que no jugara más y que buscara otra cosa que hacer, pero que no llegara a la dirección a quejarme por cada vez que me golpeaba jugando, que así nunca me iban a respetar a mí, y a ella tampoco. Fue entonces que decidí hacerme músico y quise entrar a la banda de guerra, donde mandaba la que extramuros era mi tía Pilan, intramuros la subdirectora. Y resultó que tampoco, es decir, que ya estaba completa la planilla, y cada plaza libre que quedaba era muy codiciada y había larga lista de espera, y que no se me ocurriera pensar que habría consideración alguna para el sobrino extramuros, no. Me quedó entonces la estudiantina, una especie de orquesta estudiantil que dirigía don Sabas, el maestro de música, sin ningún parentesco conmigo, menos mal. Pude entrar. Yo soñaba con aprender a tocar la guitarra, el acordeón, hasta el melodión, que eran los instrumentos de cabecera. Mi hermana mayor tocaba la melódica. Pero resulta que el único instrumento disponible para mí era la marimba, una marimba digna de un kiosco en Esquipulas, enorme y pesada, tan pesada que nunca salía de la bodega donde se guardaban los instrumentos y, por tanto, mientras los demás aprendían a interpretar y ensamblarse en el salón grande, yo aprendía en la soledad de la bodega de instrumentos. Sospechaba que si ni para los ensayos la marimba salía de ahí, menos iba a salir para los actos públicos de la escuela y peor para los que se realizaban en otra escuelas. Fui, entonces, el marimbista solitario. Pero me aprendí la escala musical y algunos solos para marimba sin orquesta. De vez en cuando llegaba don Sabas a supervisar y a enseñarme otra pieza, hasta que una tarde, antes del ensayo solitario, me ganó la frustración y no fui más, y me dediqué a aprender con la melódica de mi hermana en casa. Para mis padres era una muestra más de mi inconstancia de hijo consentido, varias veces demostrada a los largo de los larguísimos nueve años de mi vida.
Con los demás maestros la cosa a veces era más fácil, es decir, me apreciaban con voluntad política, y me calificaban por lo que demostraba saber, al menos eso creía yo. Obtuve el primer lugar de segundo a quinto grado. Cuando se mencionaba mi nombre en la clausura del año, se oían siempre murmureos en el público. Claro, todos decían, o pensaban, "si es el hijo de la directora". En este caso mi mamá y mi tía se mostraban sinceramente contentas y orgullosas, sabían que ellas no tenían ninguna influencia en esos resultados, que todo era por mi rendimiento. Claro, sabían que en casa tenía una mamá y una tía que me hicieron leer desde los tres años, que me leían de todo desde antes, y que me proveían de juegos para contar, sumar y multiplicar. Yo no hice primer grado porque el año que hice preparatoria (hoy kinder 4 o 5, no sé) en el Kinder por la mañana, por las tardes mi mamá me llevaba a la escuela y me metía en el curso de primer grado de "oyente", y yo ya leía de corrido y escribía y sumaba y restaba y multiplicaba (dividir era mi punto débil, pero para eso estaba tercer grado). Cuando, al año siguiente, tocaba inscribirme formalmente en primer grado, la niña Carmencita le dijo a mi mami, perdón, a la Seño, que me matriculara de una vez en segundo grado porque ya sabía todo lo que ella enseñaba en primer grado y que me iba a indisciplinar por aburrimiento. La directora le encontró lógica al asunto, y entré a segundo grado de una vez, y luego fui pasando de grado en aquella escuela que una guerra me hizo dejar. 
Los años bajo el gobierno pedagógico de la seño Cristy y la seño Pilan me enseñaron todo lo que siempre he necesitado para aprender: sentirme contento y orgulloso de ser hijo y sobrino de dos mujeres maravillosas que siempre me esperaban fuera de la escuela para seguir malcriándome y dejándo que yo las educara en las oscuras artes de comprenderme. Y, en el día de la maestra, este es mi homenaje.

miércoles, junio 08, 2011

Enemigos imaginarios

No, que va, ustedes no son mis enemigos. La palabra enemigo es demasiado real y demasiado grave. Ya no los quiero, pero no los odio. Los quise. Luego los odié, pero fue porque me dolieron, pero fue porque los quise. Y para el bien de la humanidad, mis odios son temporales, nunca me sobreviven lo suficiente. Indiferentes, eso sí me son, indiferentes. Ya me puedo reír de ustedes y de mí con ustedes. Ya puedo verlos circular mi periferia y permanecer así, indiferente, tal cual. Claro, a veces los extraño, después de todo eran buenos enemigos. Los enemigos perfectos, se podría decir: mediocres de talante, incapaces de reconocerse traidores, primitivos en sus instintos, solitarios desesperados, ignorantes de sí mismos. Así da gusto tener enemigos. Siempre inferiores. Siempre imaginarios.

viernes, mayo 27, 2011

El crítico y la actriz

Ella quería morir actuando. Él quería vivir para verla actuar. Y, claro, él lo sabía todo. Y, claro, ella no sabía que creer. Después de nueve giros, siente saltos y alguna copa de más, ella pudo preguntar. Antes de las copas, él nunca sabe responder. Ella, claro, agradece. Él, claro, le dice que no hay nada que agradecer. Ella sopla caricias sobre su ego, y él solo así se deja acariciar. Ella, tres veces, se retira saltando. Él, con los pies en la tierra, se queda a mirar. A la tercera se despiden, sin telones, sin luces, ni aplausos de pie. Él la sigue mirando sin  poderla ver. Ella quizá no recuerde bien esa escena tan al revés: aquella oscuridad, aquella luz para bailar, aquella música, aquel montón de cuerpos, aquel ritmo de hoy. Él hubiera querido ser otro, quizá también un actor infalible, para poderla retener.

viernes, abril 29, 2011

Pequeños fracasos de la vida docente

Uno enseña, a pesar de que tiene serias dudas de que lo que realmente vale la pena pueda enseñarse. Pero uno se para al frente de una clase con gente que se supone quiere aprender. Y sí, siempre hay algunos y algunas que quieren y hay otros y otras que no. Eso es lo que aprende uno. Creo que fue John F. Kenedy el que dijo que con uno que esté escuchando entre la multitud ya vale la pena decir lo que uno tiene para decir. En fin, uno enseña lo enseñable que ha aprendido: la técnica, las reglas, las formas probadas, las herramientas necesarias, y uno aspira a que le gente desarrolle criterio, que se vaya formando como un ente pensante, intelectualmente decente y firme, que separe el creer del saber. Lo peor es que uno cree que lo está haciendo bien, porque uno enseña lo que le gusta y lo que le apasiona, porque el arte sino apasiona no gusta. Uno cree que está ayudando a que haya mejores universitarios, personas capaces de discernir y estudiar lo que se tiene que estudiar desde lo académico. Claro, uno lo va creyendo porque ve resultados. Pero llega el día en que se da cuenta de que sus enseñanzas han caído en algunos sacos rotos, en gente que se niega a ser profesional porque le incomoda su objeto de estudio, porque se niega a ver tras el tamiz del morbo lo más excepcional del arte, la honestidad de la creación y a ejercer el juicio. Entonces uno se siente fracasado y dan ganas de abandonar la tarea. Menos mal que uno recurre pronto a la parte llena del vaso y pronto se recupera, pero siente que debe exorcisarse haciendo insignificantes denuncias públicas en su propio e inútil rincón. Pero uno lamenta vivir en una sociedad tan castrante, tan miope y limitada, que limita a las mentes mas jóvenes. Lo bueno es que uno recuerda a los y las que crecen y que llevan en la mirada menos velos y en la vida más oportunidades de plenitud, y es por ellos y ellas que no piensa detenerse.

lunes, abril 25, 2011

Absurdo

A veces creo que es demasiado tarde, y otra veces que falta demasiado. Hoy no me importa ni lo uno ni lo otro, porque no hay tiempo correcto, solo ganas de arriesgarse, ganas de perder eso que tanto se quiere pero que tanto pesa, atrasa, arrastra. Dejarse envolver por el frío de futuro (porque ha de hacer frío en el futuro) y desandar el pasado (porque ni el pasado está escrito en piedra). Que absurdo se pone uno cuando la salud es buena, se cree uno con licencias para ilusionar y con excusas para perder el tiempo, el pudor y el respeto. Eso es lo que hay, y lo que hay es lo que se bebe, y no hay alcohol, solo noche y notas a madera que no se saben olvidar. Que absurdo es el impulso de llegar vivo a la inmortalidad. Que absurdo me vuelvo a veces.

jueves, abril 21, 2011

Entre nos

Yo sé que vos y yo nos vamos a encontrar, no habrá manera de evitarlo, como no hay manera de saber cuándo, ni donde, ni para qué. A veces me hablás y yo no te entiendo, porque me hablás como que no supieras que yo solo entiendo este mi idioma. Un día, en alguna de esas horas voluntariosas, te vas a unir en un ente único, tangile, patente, y vas a ser como yo, pero más vos: solitario, pero alegre, ambíguo, pero decidido, incrédulo, pero valiente, poeta, pero sobreviviente, profeta, pero realista. Un día tendrás espejos en los ojos y tormenta en la garganta. Un día yo voy a quererte como me quiero, y será fácil la vida porque la vas a vivir por mí. Así, entre nos, te siento llegar con cada menguante, como esa sombra que sobra al universo, y es cuando corro hacia mí mismo, donde no vas a saber como encontrarme. Entonces te vuelves a ir al horizonte y solo dejas una nota, que nunca leo, debajo de la puerta.

martes, abril 19, 2011

La Santa Traición

A veces me siento en mi vida y espero las noticias. Esta es una semana de besos de traición y pasiones y dolores. Yo que no creo, creo en la causa y en el efecto, en que la vida no se repite, pero sí se repiten a sí mismos los que no tienen suficiente novedad para llenar el ánfora de sus vidas. Y se repite la ilusión que se manifiesta desilusionante, y me repito yo que confieso esta disposición suicida a creer en lo distinto ante algo que se comporta como más de lo mismo. Hoy es martes, y la cuarta luna llena del año alumbra el mito de un beso, el de Judas, en un huerto, después del cáliz, antes de que el dolor se hiciera condición para salvarse. Vendrá el silencio -esa mentira de los cobardes- por su vereda nocturna, entre antorchas lascivas a dejarme su conocida baba entre los labios.

domingo, abril 03, 2011

En día que decidí volver

Hoy decidí volver aquí. Lo raro es que nunca decidí irme. Han pasado muchas cosas desde que me fuí ("han pasado muchas cosas" digo y pienso durante lo escribo que las "cosas" no pueden pasar, pero no tengo el ánimo dispuesto para buscar maneras correctas de soslayar estos escollos expresivos), tantas cosas han pasado que mejor escribo como si no ha pasado nada. Es domingo y estoy un poco lejos, hace calor y prefiero no moverme. El día está dudoso, en un punto a medias entre sepia y gris. En el fondo del silencio suena la vida superflua en televisión y una conversación telefónica muy seria. Tengo ganas de dormir, pero yo apenas puedo dormir. Me tomo esta pausa a la que no tengo derecho, porque al hacerlo soy un mal hijo, un mal amigo, un mal hermano, pero hoy no quiero ser malo conmigo, y por eso he vuelto aquí, a escribir un poco sobre nada, sobre todo porque aquí todo se perdona, incluso el abandono.

martes, marzo 01, 2011

Esperanza

Asomarse a una ventana cerrada.

lunes, febrero 28, 2011

Anécdota

Dícese de una intensidad sin pasado ni futuro.

sábado, febrero 26, 2011

Melomanía

Hay historias que sólo son bonitas en canciones.

viernes, febrero 25, 2011

Paradoja

Me sos más extraño desde que te conozco.

Armisticio

Dejemos aquí esta guerra que no empezó.

jueves, febrero 17, 2011

Riámonos ¡carajo! *

Si te voy a extrañar,
voy a extrañarte bien,
con ganas de reir de tanta gana de volar,
con elegancia matinal
y garbo de señor.
Voy a extrañarte con albur,
como quien aprendió a reirse del dolor,
con cinismo demencial
y eufórico candor.
Te extrañaré así sin más,
por pura gana de incordiar,
faltándole el respeto a la ciudad
como arquitecto colonial.
Para extrañar con libertad,
voy a olvidar la seriedad,
lanzando risas de alquitrán
como payaso terminal.
Extrañarte será un placer,
como un masaje pero sin piel,
el último trago de un tinto infiel
en copa rota como aquel.
Para extrañarte tengo que rimar,
sentirme diametral, un clásico local,
septentrional sino boreal,
un constante delirar, una risa sin final,
una burla de matar, una histeria,
una forma insana de burlar...
Pero riámonos ¡carajo!
que no quiero llorar.



* Por favor lea: Cuento, de Carilda Oliver Labra

lunes, febrero 14, 2011

Sexo triste

Es una variedad que suele usarse en ocasiones de despedida. Suele ser inconcluso, porque uno no quiere que nada termine; suele ser distraído, porque uno quiere olvidar que es la última vez; suele ser rabioso, porque uno suele hacerse el fuerte; suele ser insistente, porque uno no se resigna; suele ser con música, porque uno no sabe qué decir; suele ser gracioso, porque a uno le gusta su risa; suele ser sin ventilador, porque uno no está para discutir; suele ser con sueño, porque uno se tiene que despertar; suele ser indiscreto, porque uno lo quiere gritar; suele ser sin reliquias, porque uno algo tiene que olvidar; suele ser a oscuras, porque así se aprende a extrañar; suele ser honesto, porque más no se puede perder; el sexo en ocasiones de despedida suele ser triste, porque uno al menos quiere escribir, porque uno quiere sobrevivir.

domingo, febrero 06, 2011

La última cama

Como tenía que ser. Blanca, maderas de origen, con mosquitero, grande, sobre todo grande, cabíamos sin abrazarnos, pero nos abrazamos para que soltarmos fuera un acto y no solo un concepto. La última cama debe ser así, con el precipicio lejos y los límites negociados, con tres fronteras por medio y suficientes horas de viaje como para no remontar por un impulso desahuciado de la nostalgia estafadora. Bueno, salta, apaga la luz y nunca olvides.

lunes, enero 31, 2011

Este no soy yo

Este no soy yo. Yo no voy por ahí articulando en palabras los escondrijos de mi vida. Nunca he sido bueno lidiando con las burocracias de la intimidad. Yo no comparto mis teorías vitales ni dejo en evidencia mi plan de sobrevivencia. Yo no confío en nadie. Quien me conoce sabe que no me conoce. Mi plática es un horizonte que no ofrece más allá. Yo soy silencio y huída. Nube. Molino. Pregunta. Este no soy yo. Para que lo sepás.

domingo, enero 23, 2011

Obsesiones

Es ridículamente pueril identificarse con personajes de series de televisión, pero me pasa. Yo no soy un médico genio para diagnosticar enfermedades rarísimas, ni tampoco soy un genial asesino en serie de asesinos en serie. Ni siquiera tengo el genio de los guionistas del caso. Es decir, no me identifico con la genialidad, sino con la angustia del genio que retratan las series que me gustas y que me obsesionan. Porque lo que soy es un obsesivo, un obsesivo discreto, tímido quizá. Y no soy un obsesivo fiel, es decir, el objeto de mis obsesiones no se mantiene constante, quizá por el afán mismo de no delatarme y no volverme predecible. Recuerdo muchas batallas contra obsesiones que se estaban volviendo fijas, como lavarme las manos unas 50 veces al día, o ver la hora 40 veces por hora. Uso crema de manos y dejé de usar reloj. Aún me como las uñas, bueno no, ahora, desde que me hago la manicura, ya solo me como una uña, y solo cuando estoy ansioso, y ultimamente suelo estar ansioso gran parte del tiempo. Las redes sociales quizás sean una obsesión vigente, pero como es compartida por muchas personas, no resulta en lo absoluto delatadora (aunque hay ciertas personas que superan el umbral de la salud mental). Ya no me obsesiono con mi memoria, me volví olvidadizo a fuerza de distracciones obligadas. Claro, tengo lapsus, como ahora que mi cuarto se ha llenado de cables, conexiones y aparatos (gadget le llaman ahora) que me ayudan a atrincherarme viendo una y otra vez a los personajes de las series que me obsesionan, o escuchar en mi intimidad las mismas canciones que mis amigos tachan de feas. Son los personajes de televisión la compañía suficiente en esta renovada obsesión por estar solo, que a lo mejor solo sea reconocer que me asustan los demás y mis decepciones. Me obsesiona la mentira que es mi verdad y el soliloquio de mis razones. Y hoy escribo contra mí y confesando, tratando de que otra vez la letra espante esta creciente obsesión por el silencio.

viernes, enero 14, 2011

Mama Chinda

Mama Chinda es mi abuela, la mamá de mi papá. Celebrábamos su cumpleaños los 13 de enero y no sé cuántos estamos celebrando hoy, y ella ya no está para preguntárselo. Yo tenía 13 años cuando su corazón dio su último latido. Su muerte fue mi primera tristeza profunda y desde entonces supe que toda muerte es injusta.
Pero hoy quiero recordarla con justicia, y eso no podría hacerlo solo, por eso he plagiado sin permiso las memorias de mi familia, que sabe recordar de manera más confiable que yo. Cito sin citar, para hablar de la mujer que marcó a cada uno nuestras vidas, esa que nos mimaba, que nos consentía, pero que nos corregía. Aprendimos tantas cosas, a no gritar, a comer, hablar suave, a ser correctos, a tomar cafecito a las tres de la tarde y con marquezote o mieluda, también a comer turrón del huacal con el molinillo, en los huevitos, a hacer las huellitas en las salporas, a entrarle los pantes de leña jugando, a rezar el Ángel de la Guarda, a decir el "Dios quede en esta casa", a atender al que visitaba y a darle lo mejor, a comer nances borrachos, a conocer qué es el amor eterno (por su Angelito), siempre hablaba de él como que  ayer se había muerto. Nos enseñó a curarnos, a tener templanza. También acordémonos de la aguita del tabaco que todos le robabamos, que buena que era, y por supuesto el rompope del día de navidad. Nos compraba trastes de barro en las romerías y nos encendía fuego para hacer tortillitas en los comalitos, nos daba un poquito de frijoles salcochados y queso duro para jugar, con tal que no le arruinaramos las plantas para simular hacer comida, y siempre se las arruinábamos. La recuerdo sentada haciendo puros, cortando granadas, caminando hacia misa con su mantilla negra y regando los camarones, las orejas de ratón, las verdolagas, las colas de ratón, las colas de ardilla, el breso, los tréboles, los rosales, claveles y otras plantas de ese jardín imposible, inmeso para cualquier infancia. María Gumercinda Henríquez viuda de Menjívar, recuerdo las siete cuadras repletas de gente que siguieron tu funeral, el ejército de mujeres al rededor de decenas de ollas tamaleras durante los tres días de tu vela. Criaste a tantos hombres y mujeres, tanta gente te debía favores que no querías cobrar nunca, tanta gente te quería como se quiere un símbolo de todo lo que una persona debe ser. Y aquí estamos nosotros, tratando de aferrarnos a tu presencia en nosotros, recordándote.



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*Gracias Yany, Nelly y Rosy por sus recuerdos.

lunes, enero 10, 2011

Fantasmas

Me voy a liberar de los fantasmas. Empecemos por extirpar cualquier alusión al miedo a mi concepto de fantasma. Los fantasmas de los que escribo no me dan miedo, pero provocan esa nostalgia incómoda por la ausencia de lo presente. Entonces, lo que pretendo es liberarme de esas ausencias presentes. Para ser más didáctico (y ojalá que nadie aprenda nada aquí) la comparación más acertada para entender a mis fantasmas serían esos contactos de los messenger que siempre aparecen "ausentes" y con quienes ya no se tiene una auténtica comunicación, y ni los saludos ocasionales provocan una mediana conversación. Claro que no estoy hablando de una purga de mis redes sociales, estoy hablando de la vida a la vieja usanza, de liberarme de la gente cuya presencia, física o no, ha sido relevante en la cotidianidad, pero que ahora su presencia inerte solo hace evidente su ausencia vital. Es que esta ausencia cínica me genera frustraciones innecesarias, me cansa el ánimo y me desgasta el juicio. Es que al verlos ahí uno los cuenta en su contabilidad existencial pero en cada balance se siente siempre que se va perdiendo más. Al liberarme yo, los libero a ellos, que suelo generar inquina es represalia por el abandono. "El que no está, no hace falta", decía Lucho, y cuánta verdad decía.
Pues eso, a liberarme de fantasmas: un poco más solo, un poco más libre.

miércoles, diciembre 29, 2010

Turista

Cuando viajo me resisto a escribir bitácoras literarias, a dar parte de “las aventuras” del viajero, a forzar los detalles para que parezcan interesantes a quien los lea y me perfile como un escritor de mundo y con mirada suspicaz, capaz de describir sensiblemente todo lo que ve. Mi resistencia no es un crítica a quien lo hace, sino, quizá, sea producto de estar consciente de la incapacidad para hacerlo, o por sentir que cualquier texto de produzca queda muy por debajo de lo que debería ser. 
Otra hipótesis que va cobrando fuerza es que quizá sea un mal turista, es decir, un viajero que hace cosas aburridas que a lo mejor a nadie le interese leer. Por eso voy diciendo que yo no soy turista, que yo soy un visitante. Busco gente, no busco lugares, no tengo una ruta muy clara porque odio las precauciones y los itinerarios histéricos, los planes milimetrados me ponen escéptico y un tanto nervioso. Me gusta que el tiempo me lleve o me deje; soy como un trasnochado poeta que viaja en espera de que la vida me sorprenda con alguna herida, con el hallazgo de una nueva vulnerabilidad. No busco el riesgo, pero no le huyo. El riesgo es solo una forma insegura de improvisar, de buscar versos reales, formas que existen, vidas que viven, lágrimas que mojan, metáforas literales. Vivir de visita es un extremo prohibido para los cautos que calculan planes que les indiquen el punto exacto en que pueden fracasar, o sobrevivir, o conseguir impostar un poco de esa felicidad que deja ir de paso por lugares mucho más bonitos que los que a uno le rodean a diario.
Claro, a veces envidio a los turistas porque se maravillan mucho y con relativa facilidad, hasta saben cuándo y dónde sucederá porque se han leído las guías de viaje y sus reseñas, y no se pierden ningún sitio importante, se aprenden los datos, las historia y entienden qué hace piedra sobre piedra, toman la foto para su registro privado y para sus perfiles sociales. Envidio su forma de disfrutar, tan diáfana y segura, envidio sus cámaras como soporte de su memoria, sus ganas y sus fuerzas para extremar sus noches y conseguir el placer que buscan, o al menos tener el placer de buscarlo. Me gusta su delirio alcohólico en un escenario virgen que los libera del público de siempre. Me gustan sus acentos confundidos, las palabras y las frases prestadas para poder comunicar sus ansias de ser parte y conseguir así un poco de complacencia hospitalaria.
Por buena o mala suerte, nunca tuve el dinero ni el ánimo para ser turista de manual. Entré a los mundos ajenos por las circunstancias y su peligroso sino, y entré sin mapa, ni hotel, ni hostal. La primera vez fue solo y sin saber a quien iba buscando ni a donde exactamente llegaría, ni por cuánto tiempo, y sin estar seguro de haber llegado al lugar correcto. Entonces descubrí personas, y fueron esas personas las que se convirtieron en los destinos para mis viajes.
Tal vez intente, ta vez no. Hoy solo voy en un tren de madrugada y dejé atrás uno de mis destinos.

miércoles, diciembre 01, 2010

Sobre mi apéndice y otras entrañas

Un día, de pronto, ya no tienen uno apéndice. No deja de ser raro ver fuera de uno un pedazo que ha sido de uno desde que uno es uno. Ahí estaba, blanquecina, enjutada, ahogada en un líquido raro dentro de un bote que bien podría contener 100 ml de mayonesa, y no un apéndice, mi (ex) apéndice. Dicen que no sirve para mucho, que por eso las partes "extras", los "por si acaso" de los documentos importantes se llaman apéndices. El diccionario de la lengua no es muy bondadoso aportándole significados dignos, a lo mejor otros diccionarios digan más, como uno de anatomía o medicina. Pero parece que no hay acuerdo en para qué está, pero algunos creen que solo está para que el cuerpo pida su exilio forzoso, so pena de muerte. Es que claro, sin los avances médicos de hoy en día, un cuadro de apendicitis (la inflamación de la apéndice debido a una obstrucción imposible de determinar: un pedazo de uña (ajá, por comerse las uñas), una semilla de linaza (ajá, por vegetariano), una semilla de guayaba (ajá, por hacerle caso a García Márquez), o por cualquier partícula que pueda evitar que el apéndice pueda desahogarse) no podría ser detectado y uno se muriera así nomás, de muerte natural, como se usaba antes. Esto me hace pensar que probablemente mi cuerpo estaba programado para morirse el lunes pasado, o el martes, como mucho, según el médico, que es cuando el diagnóstico hubiera sido peritonitis, es decir, que el apéndice hubiera explotado y hubiera perforado el intestino y provocado una infección bacterial masiva e irreversible. Hace unos 100 años, ahí hubiera terminado mi cuento. Pero bueno, en este aquí y en este ahora, heme aquí cavilando sobre un pedazo de tejido extraño, que viene de gratis en el paquete y que resulta tan caro librarse de él. El dato curioso, y conmovedor, es que a pesar de que no soy ni seré el pariente que visita a los parientes cuando están en el hospital, fui muy visitado por mis parientes, que sí son buena gente, y eso resultó ser buen indicio de que han llegado a comprender que en las entrañas no es que sea yo un mal tipo.

lunes, noviembre 22, 2010

Arcoiris

Al principio del universo propio, no hay nada. Todo es oscuridad y caos. Uno es puesto en el vacío y debe hacerse inevitablemente absoluto creador en su propio Génesis. Así, uno se pone a separar sus tinieblas de su luz, sus humedades de su tierra, uno debe ponerle nombre a cada cosa, a cada bestia, a cada sensación, a cada pecado, y así, hasta llegar a estar dispuesto a perder una costilla y tragarse una manzana, asustarse de tanta desnudez y huir del paraíso ante la amenaza de la culpa eterna. Después de eso ya empieza todo lo demás, lo divertido, porque uno ya va aprendiendo a distinguir que nada es del todo bueno ni del todo malo, que nada es absoluto, y puede escoger, gracias al libre albedrío de la sana inteligencia, por donde tomar camino ante tanta posibilidad. No faltan los que van por ahí dictando lo bueno y lo malo, y no faltan tampoco los que vienen al mundo solo para creerle a otros como se debe vivir, a quiénes se puede amar, a quiénes se puede desear. Si uno es un desobediente nato, decide no tener un séptimo día para descansar, habiendo tanto para seguir creando. Y continua la propia creación y recreación, con el pleno derecho y el pleno deber de equivocarse y con el permiso de provocarse tantos diluvios como sea necesario, por la única razón de que uno le agarra gusto a los arcoiris.

lunes, noviembre 15, 2010

Profesional

Si yo fuera un escritor profesional, es decir, si me dedicara a escribir literatura ocho horas diarias (con horas extras) para cobrar un cheque cada quincena, hoy hubiera sido un día especialmente productivo. El mundo allá fuera se dispuso estimulante: el gris de un lunes novembrino sumado a una temperatura nostálgica. El mundo adentro también estaba en su punto: un ánimo afligido buscando sentido en cada dato que llega a los sentidos. Todo se prestaba para algunos textos con potencial, asumiendo, claro está, que mi talento se mantuviera sano, obligado a crecer si quiere vivir y sin ese miedo a equivocarse de letras, o de dedos, o de reglas por escribir con la urgencia del poeta (porque para corregir y editar están los correctores y editores). Si yo fuera un escritor profesional, es decir, un escritor de negro sobre blanco, es decir, de letra impresa y tirajes industriales, quizá hoy me hubiera ganado la felicitación de algún jefe y la envidia (siempre mala) de algún colega. Si yo fuera un escritor profesional, no tendría que descuartizarme el cerebro (multitasking mode) para estar llenando reportes y horarios, ideando maneras de provocar el consumo, ahorrando y produciendo valores agregados y sintiendo como mis versos, mis cuentos y novelas no llegan a escribirse y se quedan en la esfera de las ideas y sensaciones sin encontrar nunca ese momento preciso de demostrarme literato. Si yo fuera un escritor profesional, no escribiría esta patética queja en un blog, sino que la pondría en boca de un genial personaje, es decir, en la boca de alguno de esos escritores frustrados y amargados que abundan en las novelas que cambian la historia de la literatura y que las escriben los escritores profesionales de hoy.

lunes, noviembre 08, 2010

Post sin encargo, robo de idea

A mí no me lo pidieron, pero me meto a esto de postear sobre la interrogante suelta en twitter por el buen amigo: ¿Se puede extrañar el otoño aún y cuando no lo has vivido?
Por definición, sí. Extrañar, epistemológicamente hablando, es no conocer. Extrañamos precisamente lo que no conocemos, es decir, que no hemos inteligido, de lo que somos extraños, ajenos, una otredad sin referencia intelectiva. Al menos en ese sentido, la respuesta a la pregunta es afirmativa. Claro, la RAE da 8 acepciones para seguir elucubrando:

Extrañar 
(Del lat. extraneāre).
1. tr. Desterrar a país extranjero. U. t. c. prnl.
2. tr. Ver u oír con admiración o extrañeza algo. U. m. c. prnl.
3. tr. Sentir la novedad de algo que usamos, echando de menos lo que nos es habitual. No he dormido bien porque extrañaba la cama.
4. tr. Echar de menos a alguien o algo, sentir su falta. Lloraba el niño extrañando a sus padres.
5. tr. Afear, reprender.
6. tr. p. us. Apartar, privar a alguien del trato y comunicación que se tenía con él. U. t. c. prnl.
7. tr. ant. Rehuir, esquivar.
8. prnl. Rehusarse, negarse a hacer una cosa.
 
Por lo pronto, aquí me quedó yo.

jueves, noviembre 04, 2010

Libertinos

Creer en dioses, o peor aún, en un dios con una De mayúscula, es para mucha gente una obligación genética, natural, incontrovertible, de hecho e inexcusable. Yo solo digo que es un derecho, como lo es no creer. Pero claro, esto que digo resultará para esos y esas un abuso de mi libertad de expresión, esa libertad reservada solo para los que pregonan la conservación del estatus quo, que no toleran el disenso y que viven para sermonear a los demás sin un ejemplo digno de seguir. Esos van por ahí mentándole a uno lo equivocado que uno vive por no creer lo que ellos creen y nunca preguntan en qué cree uno, ni por qué. Claro, eso ya sería razonar, y eso no está contemplado en sus mandamientos intelectuales, que suelen ser bastante insulsos. Libertinos, nos dicen, y yo me acuerdo de Diderot diciéndoles "La verdad absoluta no existe y esto es absolutamente cierto", mientras compilaba y editaba la primer enciclopedia que leyó la humanidad, con la que un montón de creyentes intolerantes educan a sus hijos y les dicen candorosamente que hay que estudiar para la gracia del señor, sin saber que el conocimiento y la educación se hizo posible gracias a los libertinos. Pero ellos son así, no les interesa saber, solo aprender lo que dios les dé a entender. Y la verdad, a veces entienden muy poco y de forma bien rara. Pessoa escribía que "No creer en Dios es un dios también", una frase complicada y compleja que de alguna manera podría tranquilizar a la parentela que sufre porque a uno le falta un dios. Pero en fin, ya lo decía Goethe: "Quien posee ciencia y arte también tiene religión; quien no posee una ni otra, ¡tenga Religión!". Conste que yo no tengo nada contra los creyentes en sí, reconozco su derecho y lo voy a defender siempre. Estoy en contra del discurso intolerante, de la extrema pobreza intelectual, de los violentos domésticos que con la misma mano que se persignan golpean a su familia, de los que hacen cierto lo que Spinoza decía: "la voluntad de Dios no es sino el asilo de la ignorancia". La cuestión es que, al final del día, me gusta ser un libertino, y también que me lo digan pensando que me insultan. Amén.

sábado, octubre 23, 2010

Abstracciones

Un mapa
los número
un ícono
una línea
un plano
una partitura
el código binario
clave Morse
los paquetes vacacionales

nosotros

lunes, octubre 18, 2010

La carta

Mi estimado,

Esta carta no es para enviártela, eso ya no se usa, hoy se escriben post en blogs, y uno espera que no lo lea nunca el aludido. (Te) Escribo porque de pronto se me ocurren cosas que me gustaría poder contárselas a alguien que las entienda, no solo que las escuche. Ojalá no se ofenda alguien, pero a veces, por mi cabeza, y eventualmente por mi vida, pasan cosas que estoy seguro que solo a vos podría compartírtelas. Hace unas cuantas noches apareciste en mi cabeza, sin ningún motivo, sin ninguna razón. Estaba yo en un lugar en el que nunca estuvimos ni estaremos juntos, y no había absolutamente nada que tuviera que ver con vos, solo mi imagen en ese espejo. Y te pensé. Y te extrañé. Fue recordar que una vez creí que ciertas cosas sucedían en esta realidad y no solo en la que inventamos a golpe de teclas. En medio de un ruido que hoy me gusta, recordé nuestro silencio grave, nuestra soledad inmensa, nuestras guitarras temblorosas y nuestro nosotros siempre desafiante. Nunca fui tan valiente, quizá porque nuncá más creí que algo fuera cierto. Recordé la primera vez que probé el vino, la primera vez que fui sincero sobre tu mirada. Recordé un Opus 64 Nº 3 de Chopin, seguido de Claude Debussy y ese Claro de luna en manos de Alicia de la Rocha —lo oigo miestras escribo— que nos ponía a llorar irremediablemente, como a reir como desquiciados al ver "Marcelino pan y vino". El lugar era extraño/ajeno/distante/imposible para un recuerdo como vos, pero ahí estabas conmigo, en un acto espontáneo de compañía. Ahí estabas, como eras, como soy. Ahí estuviste hasta que no tuvo sentido. Entonces se hizo urgente esta carta, porque las cartas que nunca llegan al destinatario son la mejor manera de hacer cierta la verdad de la distancia.

Sin más por esta vida, me despido, como siempre, con una mentira y un hasta luego.

Saludos.

domingo, octubre 10, 2010

Un terremoto (10 de octube de 1986)

Hubiera querido armar este post de recuerdos, de aquella excursión de sexto grado, del enigmático "¡cruz, clavera y campo santo!" que soltaba con cada réplica la mujer que nos refugió entre araucarias que se balanceaban, de mi tarea de geometría, de aquel titular de primera plana que entró a mi vocabulario para siempre, de mi papá llevándome al centro, de mi mamá enojada porque mi papá me llevaba al centro, de lo que vi y de lo que no vi, de mi tía Margo contándome su propio terremoto décadas atrás, de los olores a muerte y a pánico. Pero un terremoto no se puede volver a armar, no se deja, se sigue moviendo en la memoria y se escapa a las palabras. Un terremoto es el fin de la inmortalidad, de la fe ciega, de la confianza en la obra humana. Un terremoto es la pregunta que empieza, la grieta que divide en dos la infancia, la pesadilla sin sueño que solo encuentra un abrazo para el refugio. Un terremoto es una fecha para contar la desconfianza, una traición imperdonable, el odio de algo que no existe. Un terremoto son personas salvando personas, personas desenterrando personas para volverlas a enterrar, es la solidadaridad desesperada de los que se sienten abandonados y condenados a su contundente fragilidad. Un terremo es un recuerdo entre ruinas que nadie puede reconstruir.

domingo, octubre 03, 2010

Borradores

Ya se hizo una rutina: acceder (fea palabra esa) al escritorio del blog y abrir "entrada nueva" (o "new post"), empezar a garabatear la idea que tenía y sentir como se va diluyendo mi entusiasmo. Así he acumulado 37 borradores de post que no me animo a publicar, y muchos ni a terminar. Pero tampoco me animo a eliminar de la lista de borradores. Ahí quedan esperando un segundo juicio o una segunda mano. Lo más seguro es que alguno llegue a publicarse, algún día en que, desesperado, quiera darle un poco de vida nueva a este Inútil para que no se la pase viviendo de sus glorias pasadas. Es que este oficio a veces resulta cruel, sobre todo en la medida en que el oficiante se toma demasiado en serio, y se exige como que no se conociera imperfecto y vacilante, como si no supiera que cada día solo es, también, un borrador, una idea más o menos acabada que no tiene otra opción que publicarse tal y como va saliendo.

sábado, septiembre 18, 2010

Claustrofobia emocional

Una concha. Así me describió mi mamá cuando habló con el coordinador de mi octavo grado por ciertos problemitas de sociabilidad que, según él, yo presentaba. Ella quería decir que era yo un niño encerrado en mí mismo, poco (o nada) sociable y terriblemente huraño. Sigo siendo una concha, pero mi mamá ya se dio cuenta que eso no es necesariamente un problema, porque, en todo caso, soy una concha que ha desarrollado facultades para la adaptación social. Tengo mis límites, y los quiero tener. Nunca me ha interesado desparramarme entre gente sin que tenga un sentido, y el sentido lo van dando las circunstancias, que a veces son laborales, a veces familiares, a veces románticas, y a veces amistosas. Y ahí voy, como el Psicópata Americano, repartiendo tarjetitas, tratando de no ser el freak de la familia, coqueteando con mesuras, compartiendo risas y tragos, y alguna que otra confesión, que casi siempre son acerca de lo que pienso de los demás, del mundo, de los hechos. Porque yo lo que hago es pensar, y me resulta inevitable, pensar sistemáticamente en todo y en todos, incluyéndome. Y es que pensar es mi manera de salir al mundo con pasos firmes. Creo más en las ideas que en las emociones. Piel adentro la historia es diferente, ahí las emociones han montado su dictadura, y gobiernan con mano dura, creando y recreando un mundo aparte, íntimo, inviolable, con el único límite que impone mi razón, que no deja que asomen al mundo exterior sin el tamiz del pensamiento. Y así sobrevivo, cómodo la mayor parte del tiempo, como el equilibrista experto y el escapista de mis cuentos. Sin embargo, llegan, como en toda historia, tiempos de crisis, y el equilibrio requiere más enfuerzos y resulta agotador. Entonces quiero ser capaz de salir al mundo sin tener a la razón de mi parte, pero soy una concha, y no hay forma posible.No quiero que la haya. Pero todo va a salir bien, todo estará bien, quizá mañana, quizá esta misma tarde, tal vez cuando termine de escribir este post público sobre esta claustrofobia emocional. Ojalá.

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