viernes, abril 29, 2011

Pequeños fracasos de la vida docente

Uno enseña, a pesar de que tiene serias dudas de que lo que realmente vale la pena pueda enseñarse. Pero uno se para al frente de una clase con gente que se supone quiere aprender. Y sí, siempre hay algunos y algunas que quieren y hay otros y otras que no. Eso es lo que aprende uno. Creo que fue John F. Kenedy el que dijo que con uno que esté escuchando entre la multitud ya vale la pena decir lo que uno tiene para decir. En fin, uno enseña lo enseñable que ha aprendido: la técnica, las reglas, las formas probadas, las herramientas necesarias, y uno aspira a que le gente desarrolle criterio, que se vaya formando como un ente pensante, intelectualmente decente y firme, que separe el creer del saber. Lo peor es que uno cree que lo está haciendo bien, porque uno enseña lo que le gusta y lo que le apasiona, porque el arte sino apasiona no gusta. Uno cree que está ayudando a que haya mejores universitarios, personas capaces de discernir y estudiar lo que se tiene que estudiar desde lo académico. Claro, uno lo va creyendo porque ve resultados. Pero llega el día en que se da cuenta de que sus enseñanzas han caído en algunos sacos rotos, en gente que se niega a ser profesional porque le incomoda su objeto de estudio, porque se niega a ver tras el tamiz del morbo lo más excepcional del arte, la honestidad de la creación y a ejercer el juicio. Entonces uno se siente fracasado y dan ganas de abandonar la tarea. Menos mal que uno recurre pronto a la parte llena del vaso y pronto se recupera, pero siente que debe exorcisarse haciendo insignificantes denuncias públicas en su propio e inútil rincón. Pero uno lamenta vivir en una sociedad tan castrante, tan miope y limitada, que limita a las mentes mas jóvenes. Lo bueno es que uno recuerda a los y las que crecen y que llevan en la mirada menos velos y en la vida más oportunidades de plenitud, y es por ellos y ellas que no piensa detenerse.

lunes, abril 25, 2011

Absurdo

A veces creo que es demasiado tarde, y otra veces que falta demasiado. Hoy no me importa ni lo uno ni lo otro, porque no hay tiempo correcto, solo ganas de arriesgarse, ganas de perder eso que tanto se quiere pero que tanto pesa, atrasa, arrastra. Dejarse envolver por el frío de futuro (porque ha de hacer frío en el futuro) y desandar el pasado (porque ni el pasado está escrito en piedra). Que absurdo se pone uno cuando la salud es buena, se cree uno con licencias para ilusionar y con excusas para perder el tiempo, el pudor y el respeto. Eso es lo que hay, y lo que hay es lo que se bebe, y no hay alcohol, solo noche y notas a madera que no se saben olvidar. Que absurdo es el impulso de llegar vivo a la inmortalidad. Que absurdo me vuelvo a veces.

jueves, abril 21, 2011

Entre nos

Yo sé que vos y yo nos vamos a encontrar, no habrá manera de evitarlo, como no hay manera de saber cuándo, ni donde, ni para qué. A veces me hablás y yo no te entiendo, porque me hablás como que no supieras que yo solo entiendo este mi idioma. Un día, en alguna de esas horas voluntariosas, te vas a unir en un ente único, tangile, patente, y vas a ser como yo, pero más vos: solitario, pero alegre, ambíguo, pero decidido, incrédulo, pero valiente, poeta, pero sobreviviente, profeta, pero realista. Un día tendrás espejos en los ojos y tormenta en la garganta. Un día yo voy a quererte como me quiero, y será fácil la vida porque la vas a vivir por mí. Así, entre nos, te siento llegar con cada menguante, como esa sombra que sobra al universo, y es cuando corro hacia mí mismo, donde no vas a saber como encontrarme. Entonces te vuelves a ir al horizonte y solo dejas una nota, que nunca leo, debajo de la puerta.

martes, abril 19, 2011

La Santa Traición

A veces me siento en mi vida y espero las noticias. Esta es una semana de besos de traición y pasiones y dolores. Yo que no creo, creo en la causa y en el efecto, en que la vida no se repite, pero sí se repiten a sí mismos los que no tienen suficiente novedad para llenar el ánfora de sus vidas. Y se repite la ilusión que se manifiesta desilusionante, y me repito yo que confieso esta disposición suicida a creer en lo distinto ante algo que se comporta como más de lo mismo. Hoy es martes, y la cuarta luna llena del año alumbra el mito de un beso, el de Judas, en un huerto, después del cáliz, antes de que el dolor se hiciera condición para salvarse. Vendrá el silencio -esa mentira de los cobardes- por su vereda nocturna, entre antorchas lascivas a dejarme su conocida baba entre los labios.

domingo, abril 03, 2011

En día que decidí volver

Hoy decidí volver aquí. Lo raro es que nunca decidí irme. Han pasado muchas cosas desde que me fuí ("han pasado muchas cosas" digo y pienso durante lo escribo que las "cosas" no pueden pasar, pero no tengo el ánimo dispuesto para buscar maneras correctas de soslayar estos escollos expresivos), tantas cosas han pasado que mejor escribo como si no ha pasado nada. Es domingo y estoy un poco lejos, hace calor y prefiero no moverme. El día está dudoso, en un punto a medias entre sepia y gris. En el fondo del silencio suena la vida superflua en televisión y una conversación telefónica muy seria. Tengo ganas de dormir, pero yo apenas puedo dormir. Me tomo esta pausa a la que no tengo derecho, porque al hacerlo soy un mal hijo, un mal amigo, un mal hermano, pero hoy no quiero ser malo conmigo, y por eso he vuelto aquí, a escribir un poco sobre nada, sobre todo porque aquí todo se perdona, incluso el abandono.

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