Hay domingos en los que uno amanece sobrado de claridad. Por su puesto, también amanece solo y al mismo tiempo agradecido. Y no se confundan, no se trata de que un domingo uno amanece sabiendo qué es lo que quiere en la vida, no. Eso sería amanecer aburrido para siempre. Esta claridad funciona al revés: uno amanece sabiendo qué es lo que no quiere en su vida. Ya con eso es más fácil disfrutar de la luz del sol y de la consecuente y momentánea falta de lluvia.
domingo, junio 20, 2010
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